"Cuando hacemos una programación no pensamos en el público como masa"
David Linde | Director de Nocturama
El ciclo de conciertos arrancará su 19ª edición el 30 de noviembre, extendiéndose hasta el 2 de diciembre
El Teatro Central acogerá conciertos de Carmen Boza o Ramón Rodriguez y Paula Bonet
Nocturama, siempre joven y coherente
Teatro Central 23/24: creación sin etiquetas
Entre los días 30 de noviembre y 2 de diciembre tendrá lugar la 19ª edición del festival Nocturama, de momento perfectamente asentado en el recinto del Teatro Central. Es este uno de los festivales más apreciados por el público sevillano, desde que comenzó su andadura en el año 2005 en el CAAC hasta ahora, pasando por los años en los que se ha desarrollado en los jardines del Casino de la Exposición, y se lo debemos a LaSuite, una empresa local de agitadores culturales dirigida por David Linde, que nos cuenta en esta entrevista las claves para entender este proyecto.
-Aunque ustedes sean conocidos sobre todo por Nocturama, no es lo único a lo que se dedican.
-LaSuite viene de las artes escénicas; hemos hecho mucho teatro contemporáneo y seguimos produciéndolo. También durante varios años fuimos la empresa de producción del Mes de Danza. Y hacemos además lo que llamamos trabajo invisible, como puede ser el Festival de Cine, en el que hemos producido todas las galas durante el periodo de dirección de José Luis Cienfuegos, a lo largo de doce años. Ahora en Cádiz tenemos una jornada de rap y otra de música ambient dentro del Festival de Música Española Manuel de Falla, con la que estrenamos un nuevo proyecto que se llama Microclima, con visos de continuidad y carácter itinerante, exclusivo para música ambient, drone, de la que hay en España muchos y muy buenos productores y público interesado, pero faltan espacios y formato. LaSuite como tal nació en 2005 de la mano de Nocturama; esa fue la primera vez que apareció el nombre, pero llevábamos trabajando desde el 2000 haciendo obras de teatro, no solo con producciones para otros, sino también con compañía propia, muy premiada, además. En los últimos cuatro años hacemos también una parte del ciclo Noches de Verano en el Palacio de los Marqueses de la Algaba; hemos estado muchos años haciendo el Alcances de Cádiz, el festival de cortometrajes de Lepe; vamos, que LaSuite es una empresa de producción de artes vivas y Nocturama es lo más vistoso, lo que la gente más conoce, pero si fuera solo por eso no viviríamos.
-Su socia de siempre, Violeta Hernández, ahora ha pasado a dirigir el Instituto Andaluz de las Artes Escénicas y la Música. ¿Sigue usted solo con la marcha o ha tenido que reestructurar La Suite?
-El cambio de Violeta fue en agosto y teníamos la expectativa de que eso podía ocurrir, al ser un cargo por concurso público al que se había presentado, por lo que teníamos prevista una transición si se daba el caso. Desde entonces hasta enero estoy yo solo, con el equipo habitual que trabaja conmigo, más alguna incorporación de personal de producción; pero el peso de todo lo estoy llevando yo solo y, lógicamente, no tengo vida. En enero tendré más tiempo para respirar y dimensionaré las incorporaciones que hacen falta, porque enseguida tenemos el estreno de David Montero en el Central en febrero y el Encuentro Nacional de Guionistas en marzo.
-Nocturama se va a celebrar cinco días después de terminar el Monkey Week, con el que comparte público del mismo perfil. ¿No teme una saturación que perjudique la venta de entradas?
-Es posible que ocurra. Y no olvidemos que el SEFF está justo en medio y también es un público compartido. Cuando planificamos el Nocturama de este año aún no teníamos la fecha del Monkey Week; de hecho, intentamos anunciarlo lo antes posible para que el resto de actores que estamos trabajando en la ciudad se situara. Entendemos que el Monkey no puede moverse mucho y nosotros el año pasado lo hicimos en otoño, temprano, y no funcionó muy bien porque todavía estaba cerca el verano, así que las fechas que hemos cogido son las únicas que había. Puede haber un conflicto, sí; pero creo que el Nocturama tal como este año está planteado no lo hemos hecho para que el público vaya a todo, sino que tenemos una buena separación de intereses, de forma que entiendo que quien vaya al Teatro Alameda a ver a Raemon con Paula Bonet posiblemente no repita en ningún otro espacio; así como el sábado en el Central -Alvinas, Ana Curra, Seco Seco Seco y Raúl Cantizano + Hidden Forces- me consta que vamos a tener un público muy diferenciado del viernes -Fajardo, Víctor Herrero, Carmen Boza y Lorena Álvarez-. La política de precios que llevamos en Nocturama hace que este año sean especialmente económicos y aunque puede haber solapamiento, intentaremos que no nos haga mucho daño, aunque el calendario de Sevilla es asesino. Trabajar en verano es muy arriesgado porque ya hay bastante oferta y las temperaturas, incluso de noche, impiden hacer un trabajo atractivo para tener público muchos días; hablamos de temperaturas africanas que hasta obligaron a Icónica a cambiar horarios. Estoy mirando fechas para el año que viene y creo que lo haremos en noviembre, pero tengo que ponerme de acuerdo con los otros actores.
-Hablando de Monkey y Nocturama, son muchas las bandas sevillanas de rock más clásico o convencional que se quejan de que para participar en un festival en Sevilla hay que ser amigo de Tali Carreto o de David Linde.
-Yo entiendo la queja, es legítima; incluso tengo amigos que nunca han estado en Nocturama y me lo reprochan, pero saben que nunca van a estar en él porque el festival trabaja en una línea editorial muy concreta; somos un poco más abiertos de lo que pueda parecer y siempre podemos encajar algunos géneros que aparentemente no tendrían por qué estar, pero aun así lo que intentamos es una alternativa para poder disfrutar de bandas que lo tienen más difícil. Ese tipo de bandas más clásicas entiendo que no tienen un festival a su medida como pudo ser el Caravan Sur, que encajaba perfectamente en ese rango y sus dos ediciones fueron espectaculares.
-También dio mucho que hablar su frase en la presentación del festival sobre que si metían a 1.000 personas en un concierto se preocuparía. Hablaban de boutade, de curarse en salud, de elitismo impropio…
-Siempre distingo entre varios tipos de festivales; están los de grandes masas, más cerca de ofertas de ocio, que es lo que llamamos la industria de la música, con intereses que van más allá de la programación propiamente dicha, porque si no es así no funcionarían; tienen que albergar un gran número de público para hacer rentables sus inversiones. Pero ese no es el caso de Nocturama ni de otros festivales de formato similar que apuestan más por otros artistas que no son comerciales y que no se pueden rentabilizar. Cuando nosotros hacemos una programación pensamos en el público como individuo, no como masa. Yo sé meter a 10.000 personas en un recinto: coges a Amaral, haces números y no hay problema; pero nosotros estamos para otra cosa, una apuesta musical que, como todos los conciertos, no deja de ser ocio, pero con una base cultural muy importante. No es que seamos elitistas, pero elegimos artistas que sabemos que no van a meter más de mil personas; eso es una realidad y no queremos dejar de apostar por ellos. Los criterios para coger artistas nunca son comerciales, nunca son de taquilla; por eso es tan importante que haya colaboración pública en esto. Siempre se ha demonizado mucho lo de la ayuda pública a la cultura, la subvención. No es ayuda, es obligación. Para que los espectadores puedan disfrutar en unas condiciones dignas y con un precio asequible de artistas que de otra manera sería imposible.
-¿Por qué imposible? ¿Para eso no están las salas de conciertos?
-Las salas son la primera trinchera de la música. Y el paso lógico del espectador de un festival como Nocturama sería haber estado primero en las salas. Nosotros evitamos siempre hacerles competencia. El primer año de Nocturama trajimos bandas que jamás habían estado en Sevilla antes en salas, porque no existía ese público; el segundo año la mitad de las bandas que trajimos ya repitieron en salas, ya eran rentables. El público tiene que ir a las salas. En Sevilla tenemos una programación en salas magnifica, vienen bandas que son estupendas y las salas están vacías. Y no será por los precios, que son muy asumibles, ni por los horarios, que a las doce ya puedes estar en casa perfectamente. Si trabajas con dinero público, con un criterio de servicio público, como hacemos nosotros, no hacemos competencia a las salas, porque traemos cosas que incluso en las salas no serían rentables. Este año tenemos a Fajardo, o Víctor Herrero, que en una sala seguramente solo reunirían a 15 o 20 personas y no podrían asumirlo. Siempre traemos algún clásico, que este año es Ana Curra, que sí podría llegar a esa marca de 1.000 espectadores, pero no es la idea del festival; no tenemos intención de convertirnos en industria de la música ni en nada comercial.
-Se la tiene usted jurada a la industria musical.
-No tengo ninguna guerra con ella. pero es verdad que está acabando con la música, acabando con la oferta. Hay artistas que piensan que pueden acceder a los grandes circuitos y te piden unas condiciones inasumibles, por lo que se quedan en el camino. El formato de los grandes festivales me parece que va en contra del oyente, del público, y siempre reivindico Nocturama como algo que va en contra de los mercados. En ellos hay gente que lo hace bastante bien, pero entiendo que se dejan por el camino un montón de artistas y de propuestas, porque si no meten a diez mil personas esos no les son rentables, y es muy injusto; esas bandas van a una sala independiente jugándose el dinero, porque en el mejor de los casos no cobran nada, aunque tampoco pierden, o directamente desaparecen. En ese aspecto, festivales como Nocturama, que en España hay bastantes, estamos abocados a desaparecer porque la industria lo arrasa todo. Ahora hemos tenido en Sevilla los Grammy, que ni nos va ni nos viene; sé que es música, pero no tiene nada que ver con ella, sino con el show bussiness, con el espectáculo.
-Pero se supone que son buenos y rentables para la ciudad.
-Cada vez que termina un festival o certamen y se habla de su impacto económico yo me acojono. Porque no podemos medir la música por impactos económicos, por lo que dejen en la ciudad; si fuese por eso, Nocturama no existiría, porque nuestro impacto económico si no es cero será similar. Pero el impacto cultural de propuestas como la nuestra o la que hacen otros compañeros y compañeras, no se puede cuantificar solo en términos económicos, se cuantifica también con tiempo, con paciencia, porque es fundamental que en Sevilla sigan existiendo, pero cuesta mucho concienciar a los poderes públicos. Entiendo que es muy golosa una foto delante de 3.000 personas, pero la cultura es otra cosa; es lenta, es cara y es necesaria; es obligatoria. La industria ha puesto muy de moda eso del turismo de festivales, que es ir a una ciudad con la excusa de ver uno de ellos y te quedas en un hotel, consumes… eso es impacto económico, pero ¿cuál es el impacto cultural que deja?, ninguno. Hay que parar ese discurso; la cultura musical es otra cosa y está en las salas y en festivales pequeños; o no tan pequeños, pero que estén apoyados para que no sea la taquilla la que dicte a quien programar y a quien no.
-Cuando Nocturama comenzó en el CAAC lo hizo como otra rama del árbol artístico de ese espacio. Después cualquiera podía organizar un concierto allí y se desvirtuaron mucho. ¿Echan ustedes de menos el CAAC, volverían a él?
-No echamos de menos volver porque, aunque estuvimos bastantes años, ya hace muchos también que nos fuimos. Tendría que haber una apuesta por parte de la nueva dirección de Jimena Blázquez como la que nos hizo en su momento José Lebrero, que fue quien nos encargó crear el ciclo. La unión entre lo que hacíamos y el museo era tal que no se pagaba por ver un concierto, se pagaba por entrar en el museo y esa entrada te daba opción a ver el concierto; en ese aspecto la coordinación era magnífica y solíamos siempre enterarnos de qué exposiciones habría durante los meses que se iba a hacer Nocturama para vincularlo a ellas de alguna manera. Cuando vino el cambio de dirección con Álvarez Reyes se convirtió en un contenedor, que es lo que ahora sigue siendo el CAAC; aunque es verdad que Sevilla no tiene ese tipo de contenedores, equivalentes al Botánico de Madrid o el Fórum de Barcelona. No es que cualquiera pueda hacer allí un concierto, algo de lo que se han quejado muchos promotores, pero está claro que tampoco existen criterios artísticos concretos, porque Interestelar es un festival con unas cotas muy marcadas que puedes encontrar en cualquier espacio del territorio nacional; de hecho, es casi un franquiciado. Y las otras propuestas que se han ido haciendo son más de lo mismo; propuestas en las que yo no veía esa coherencia que había con Lebrero. Si Blázquez apuesta de nuevo por vincular las artes contemporáneas que se hacen en el museo con la oferta musical podríamos plantear la vuelta de Nocturama al CAAC, pero yo no lo veo necesario, creo que sería más interesante que creasen algo ad hoc a la nueva dirección. Quizás en el 20 aniversario sería bonito hacer algo allí, pero como algo anecdótico, como gesto de buen entendimiento con la nueva dirección.
-Hablando de 20 años, ya los cumplen en la siguiente edición. Hágame un Greatest Hits de Nocturama que fuese perfecto para celebrarlos.
-Podrían estar las bandas que siempre han estado vinculadas al festival a lo largo de su historia. Tenemos una madrina que en los últimos años ha estrenado todos sus discos en Nocturama, que es Cristina Rosenvinge, a la que me gustaría traer y ella estaría dispuesta a venir a la que considera su casa. El que sí va a estar seguro, y ya se lo adelanto en primicia, es el Grupo de Expertos Solynieve, que nacieron con Nocturama, donde dieron su primer concierto; estuvieron en la primera edición, en el 10º aniversario, en el 15º y también estarán en el 20º. Hidrogenesse también tendría sitio. Y sería un sueño juntar de nuevo a Astrud, que dieron en Nocturama casi sus últimos conciertos, cuando se juntaron con el colectivo Brossa, que era una maravilla. También podrían estar los Niños Mutantes, que tienen un público súper fiel. Y sobre todo me encantaría que estuvieran los artistas más pequeños que han tenido mucho vínculo con nosotros, como Fernando Remate, que ha vuelto a sacar un disco después de muchísimos años; Carmen Boza también cabría, pero ya está este año; otra banda que ya no existe pero que encajaría perfectamente sería Maga, que ha hecho mucho por Sevilla y por el pop a nivel nacional, así que no sería raro juntarla para esto. Confieso que una de mis bandas favoritas de la ciudad es Las Buenas Noches, la más difícil de juntar para un concierto y nosotros lo hicimos en dos ocasiones. Para el año que viene queremos cambiar el formato; aunque ahora sería precipitado hablar de ello, pero una de las cosas que queremos hacer es unas jornadas especiales de bandas exclusivamente de Sevilla, dándoles el espacio adecuado, no un segundo rango ni mucho menos, y ahí podían encajar algunas de las bandas que se quejaban, o Nacho Camino, que es una de esas rara avis que tiene cada ciudad, músicos excelentes con un discurso original pero que jamás podrán vivir de la música, ni lo pretenden tampoco. Si pienso en bandas que nunca han estado y me gustaría que estuviesen, de las nacionales prácticamente ninguna, porque las que no han estado es porque nunca hemos visto el encaje; pero internacionales, que sí las hemos tenido siempre latinoamericanas, le diría que Fito Páez estuvo a punto de venir hace unos años, pero no pudo ser y este año lo disfruté mucho en Icónica, o que Lisandro Aristimuño también ha estado a punto de venir varias veces y nunca ha encajado su gira.
-Me habla del universo latinoamericano, pero del anglosajón creo recordar que después de Peter Hook en 2018 no hemos vuelto a ver a nadie más.
-Es que ese tipo de bandas ya funcionan en el circuito de la industria de la música y es muy difícil convencerlas o pasar los filtros para que el artista pueda venir; que puede hacerlo porque las condiciones económicas no son malas, pero el sistema de exclusividades que marcan los circuitos hace que vengan a España blindados. El año pasado quisimos traer a The Comet is Coming, un combo medio jazz medio eléctrico que encajaba perfectamente y tenía condiciones económicas muy asequibles, pero no hubo manera porque no los dejaban salir de los circuitos. Tenías que verlos en el Primavera Sound, donde éramos 200 personas ante ellos. Es una pena, porque son bandas a las que meten en circuitos en los que no lucen, a lo mejor en Primavera Sound junto a un Kanye West, o los meten en la peor hora o el peor escenario, cuando en Nocturama u otros festivales similares estarían de cabecera de cartel, pero es imposible acceder a ellos. La industria de la música ahora mismo se está convirtiendo en un problema muy serio para la música. En España hay muy pocos grandes festivales con una programación verdaderamente melómana; hay un desfile de artistas que siempre son más o menos los mismos, dirigido a un público que no es que no sea exigente, pero lo que quiere es la experiencia de ir a un festival dándole igual quien venga. Y cuando quieres acceder a un artista de la mitad del cartel para ubicarlo en un festival distinto es muy difícil.
-También recordará fiascos en Nocturama.
-Ha habido solo una banda que no fue lo que esperábamos, pero no voy a decir cuál es; una pena, porque fue casi un encargo, una unión de artistas de gran calidad, pero que no funcionó y fue la primera y única vez que hemos sentido decepción con un artista y el público también lo notó; no se lo habían preparado. Esto fue hace años, todavía en el CAAC. Un desastre en cuanto a inversión fue traer a Carla Morrison al Teatro Alameda, que vino muy poca gente y el concierto fue espectacular. Ese día fue todo muy bien excepto lo de siempre, que en septiembre, con 40 grados en la calle, el público de Sevilla no entra en una sala.
-¿Se da también el caso de artistas desconocidos a los que ustedes tutelen? Estoy pensando, por ejemplo, en Icy Amane, que no la conocía nadie cuando vino a Nocturama y después la llevaron ustedes a Irreductibles, a Icónica Lights…
-No somos una agencia de management y nunca trabajaríamos como agentes con un artista, pero sí lo intentamos acompañar. Usted habla de Icy Amane y yo le nombro a La Perra Blanco, que nunca ha estado en Nocturama, pero sí la hemos tenido en otras producciones nuestras. Como nuestras actividades tienen un componente cultural con apoyo público, parte de nuestra obligación es también seguir apoyando a este tipo de artistas que tienen difícil la entrada en circuitos comerciales. La Perra ahora está asentada y no para de hacer giras nacionales y europeas.
-Ahora con el nombramiento de Violeta Hernández y el ascenso de Javier Rivera, que ha pasado de coordinador a gerente de la Agencia de Instituciones Culturales, ¿se vislumbran cambios o estarán supeditados a los protocolos establecidos?
-Se está notando; de hecho, el festival internacional de Cádiz, que siempre ha sido un festival de orquestas, este año es un regalo. Y se va a notar mucho más, porque es un cambio de guardia realmente; en la consejería de cultura están adquiriendo un puesto de relevancia personas de menos de 50 años, que es lo que toca, que la sociedad va avanzando. En Cádiz, con sus deficiencias culturales, donde Salvador Catalán está prácticamente solo, lo que se está haciendo ahora mismo es una maravilla y eso tiene que ver con ese cambio generacional que está habiendo en la consejería de cultura. Me consta que, a diferencia de otros años, otras corporaciones y otros gobiernos, la apuesta de este gobierno en cultura nos va a dar muchas sorpresas y alegrías; muchas más que otras que por su signo político aparentemente deberían habérnoslas dado.
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