Emilio González Sanz | Pianista

“La música de Gurdjieff me recompuso por dentro”

  • El pianista Emilio González Sanz vuelve a los conciertos y los discos con un álbum dedicado a música del místico George I. Gurdjieff

El pianista Emilio González Sanz en el estudio de grabación.

El pianista Emilio González Sanz en el estudio de grabación. / Javier Monteverde

El escritor y compositor de origen ruso George Ivánovich Gurdjieff se llamaba a sí mismo "un simple maestro de danzas", pero su influencia como místico llega hasta hoy. Gurdjieff viajó por oriente recopilando melodías que tocaba en su armonio y editó en partituras Thomas de Hartmann. El pianista Emilio González Sanz (Soria, 1975) se confiesa fascinado por su figura y acaba de dedicarle un álbum en el sello Cezanne.

–¿Qué le fascina del personaje?

–Entré en contacto con su música a través de mi amiga María Testa, que lleva Música con Encanto y el centro Música del Mediterráneo en Marbella. Ella me dijo que por mi manera de ser y de tocar yo conectaría bien con su música. En 2012 me hice con los cuatro libros editados por Schott. De vez en cuando me acercaba a tocar. Es una música con un mensaje muy enigmático y críptico, pero a la vez muy sereno. Pasados unos años entré en contacto con un grupo de movimientos de Gurdjieff, una serie de danzas sagradas con música muy específica, parecida a las piezas de piano. Ese fue mi segundo acercamiento, ya al personaje, porque hasta entonces sólo había conocido la música. En octubre del año pasado un grupo de movimientos de Gurdjieff de Madrid buscaba a un pianista para una serie de movimientos en directo, reuniones que se hacen cada jueves. Fui a conocerlos y empecé a trabajar con ellos. Todas las semanas en las dos horas que duran esas reuniones hay ejercicios de meditación que se hacen con música de Gurdjieff. Fueron ellos quienes me pidieron un concierto con piezas de Gurdjieff. Yo llevaba cuatro años retirado de los escenarios. Lo dejé por circunstancias vitales y luego vino la pandemia. Pensaba que no iba a volver a tocar en público. Pero me propusieron esto y decidí hacerlo. Cuando hice la selección de las piezas, que fue la del disco, decidí titularlo Por el cuarto camino, porque ese era el nombre de la enseñanza espiritual de Gurdjieff: a grosso modo, consiste en buscar una especie de iluminación a través de la atención en las cosas cotidianas, atención completa de todo lo que haces a lo largo del día, aunque sean cosas pequeñas y rutinarias. Cuando por primera vez hice un ensayo general con el concierto, por dentro algo me hizo clic y se aunaron todas las piezas que estaban desconectadas dentro de mí. Luego hice el concierto y me di cuenta de que esta música tenía un poder sanador. Está designada como música sagrada meditativa. El efecto que tuvo en mí fue de sanación total. Me recompuso por dentro. 

Gurdjieff - Emilio González Sanz Gurdjieff - Emilio González Sanz

Gurdjieff - Emilio González Sanz

–¿Cuáles son las características musicales que producen ese efecto sanador?

–Es música muy desnuda, aparentemente sencilla, a veces te encuentras simplemente con una melodía y un acompañamiento, pero hay algo en la manera en que están escritos los intervalos y los armónicos. Cambia mucho que estén escritos los acordes solo con la quinta o completos, los armónicos que se producen son distintos. Gurdjieff consideraba la música como instrumento de sanación. Con su armonio de mano tocaba muchas veces estas melodías que fue recolectando durante los más de veinte años en que estuvo viajando por Oriente. La tocaba a sus alumnos y estos decían que tenía un poder transformador. Y la clave creo que está en la combinación de intervalos y armónicos, porque la estructura es de una sencillez pasmosa. Hay piezas que no tienen más que la melodía y acordes de acompañamiento muy sencillos, pero cómo están dispuestos estos acordes y los armónicos que se producen a nivel vibracional, ahí está la clave de ese poder de sanación.

–Conocemos la obra de Gurdjieff por Thomas de Hartmann...

–Eso es. Hartmann era alumno suyo. Dejó un libro maravilloso escrito con su mujer que se titula Nuestra vida con el señor Gurdjieff en el que hablan de todas estas experiencias, todos estos viajes que hicieron entre 1924 y 1927, un período en el que compilaron más de 300 piezas. Fue Thomas de Hartmann el que occidentalizó toda esa música oriental: hay música de los derviches, de las mujeres asirias, de himnos de templos perdidos, del ballet La lucha de los magos...

–¿Qué criterios siguió para seleccionar las piezas y ordenarlas en el CD? 

–Cuando me puse a hacerlo, se me hizo un mundo porque eran muchas piezas. Me guie un poco por mi intuición musical para hacer una primera selección entre mis piezas favoritas de cada uno de los volúmenes. Intenté ordenarlas de forma armónica, darles un encadenamiento que auditivamente les diera coherencia. Así lo fui haciendo: busqué que enlazaran por atmósfera y carácter y que armónicamente estuvieran relacionadas. Gurdjieff utilizaba el eneagrama que ahora se usa para estudiar la personalidad con sentido cósmico-musical. En cada una de las puntas ponía una nota y empleaba la ley de las octavas. Quería representar esta ley de las octavas en el CD. La primera pieza está en do menor. Cuando empieza el tercer volumen, la Oración de gratitud y el Himno 43 están en do menor, que sería como una segunda octava, y luego la última pieza de La lucha de los magos y el Himno esenio del cuarto volumen también están en do menor.

Otro momento de la grabación del CD Otro momento de la grabación del CD

Otro momento de la grabación del CD / Javier Monteverde

–El CD incluye dos piezas actuales dedicadas a usted...

–El recital lo hice sin ellas, pero decidí incluirlas en el disco. La Paráfrasis sobre el Himno 43 de Gurdjieff fue un regalo de cumpleaños que me hizo Ana Vázquez Silva. Ella se quedó fascinada con el Himno 43, porque yo lo tocaba en un programa anterior, la primera vez que metí algo de Gurdjieff en un recital, y a ella le gustaba que la melodía estuviese en el centro con acompañamiento por arriba y por abajo. La obra de Javier Centeno no está relacionada con Gurdjieff, pero en la partitura dice que está escrita para ser interpretada con paz. La coloqué después del Himno esenio, porque también está en do y esa atmósfera suspendida, que parece que no hay pulso de tan lento que es, tiene una continuidad muy natural en la escritura acórdica de la obra de Javier. Las dos obras están dedicadas a mí, las consideré como espejos en el siglo XXI de la música de Gurdjieff.

–En su día, a finales del siglo XX, esta música se difundió en grabaciones y se vinculó mucho al fenómeno coetáneo de la New Age, ¿qué piensa al respecto?

–Yo creo que no tiene nada que ver. La única conexión que veo es que en ambas músicas la atmósfera es de carácter espiritual, con una invitación al recogimiento y la tranquilidad, pero la música New Age tiene una estética realmente diferente.

–¿Significa esto su vuelta definitiva a los escenarios?

–Lo ha sido. Es una vuelta de otra manera. Las cosas se van a vivir con más tranquilidad. Lo que quiero es disfrutar más del proceso, que cada recital sea algo realmente especial. Lo estoy viviendo con otra madurez. Este programa ya lo he hecho seis veces, y cada vez ha sido una experiencia de mucho sosiego y mucha comunicación con el público. Me gusta hacerlo de arriba abajo, sin aplausos, sin interrupción. El disco lo grabé prácticamente en una toma, buscando justamente esa sensación de continuidad, de directo, que los armónicos de una pieza te condujeran a la siguiente. No sé cómo va a transcurrir mi vida a partir de ahora. Pero esa especie de maldición de que no iba a volver a tocar en público se ha roto, sí.

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