Caso Laura Luelmo

La familia ya alertó en la denuncia de que Laura se sentía observada por Bernardo

  • Desde el primer momento apuntaron al autor confeso de la muerte de Luelmo como sospechoso

  • Ella confesó a su novio que la incomodaba la forma en que la miraba desde la puerta de su casa

A la izquierda, la casa de Laura precintada; a la derecha, la de Montoya, vigilada por una patrulla.

A la izquierda, la casa de Laura precintada; a la derecha, la de Montoya, vigilada por una patrulla. / Alberto Domínguez (El Campillo)

La última vez que Laura Luelmo se comunicó con su novio fue poco antes de su desaparición, concretamente a las 16:22 del pasado 12 de diciembre, cuando le dijo a través de un whatsapp que "no sabe si se va a ir a andar porque hace un poco de viento", tal y como detalló el coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva, Ezequiel Romero, el pasado miércoles en Madrid.

Sin embargo, ella ya le había transmitido a su pareja telefónicamente la inquietud que le producía la manera en que la miraba Bernardo Montoya –inquilino de la casa de enfrente– en los escasos dos días que ella llevaba ocupando la vivienda del número 13 de la calle Córdoba de El Campillo.

La familia de la joven interpuso en Zamora la denuncia por su desaparición poco después de las once de la noche del jueves 13 de diciembre. Y en ella hizo constar esta preocupación de la joven profesora interina por el vecino. Como han confirmado a Huelva Información las diversas fuentes consultadas, los familiares que acudieron a la comisaría manifestaron a los agentes que Laura sentía temor cada vez que salía a la calle y se topaba con la mirada desafiante de Montoya.

En este sentido, la familia ya dejó constancia por escrito en la denuncia por la desaparición de Luelmo que ella había detallado que este hombre sacaba una silla a la puerta de su casa, en la calle Córdoba 1, y la examinaba de arriba a abajo, de una forma tan extraña que la incomodaba y le causaba rechazo.

La Guardia Civil lo tenía localizado, pero no empezó a seguirlo hasta 4 días después de la desaparición

Al día siguiente, el viernes 14 de diciembre, el padre y el novio de Laura –desplazados a El Campillo– entraron con la Policía Judicial en el domicilio eventual de la joven y observaron que faltaban "unas zapatillas de deportes y unas mallas".

En el momento en que abandonaron el inmueble, la Guardia Civil "ve a una persona, a un vecino que salía de su casa y le preguntan si conoce a la chica y dice que él no sabía que hubiera nadie allí, ni la conoce ni la ha visto". Era el hombre al que había apuntado Laura antes de su desaparición, Bernardo Montoya.

Es entonces, como precisa el coronel Ezequiel Romero, cuando la Benemérita procede a precintar la casa de Laura y consulta los antecedentes penales del presunto responsable de su desaparición y muerte. "Pensamos de inicio que puede ser un sospechoso con mayúsculas". Una patrulla se instaló en la calle Córdoba desde ese día, vigilando la casa de Luelmo y los movimientos de Bernardo, pero "él no vuelve a entrar a la casa".

El sábado 15 "no nos centramos en un sospechoso; no tenemos ningún indicio, nada que no fueran sus antecedentes", aclaró el coronel. Lo tenían localizado, pero no se le realizó un seguimiento exhaustivo hasta el domingo por la tarde. El lunes 17, cuando apareció el cuerpo sin vida de Laura en La Mimbrera, la Guardia Civil solicitó el mandamiento judicial de entrada y registro en la casa de Montoya, que fue detenido un día después cuando bajó del coche y empezó a adentrarse en el campo cerca de Valverde del Camino.

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