Percance

El cura que salió ardiendo en la boda de Tamara Falcó

Tamara Falcó e Íñigo Onieva en la pedida de mano

Tamara Falcó e Íñigo Onieva en la pedida de mano

Con tres oficiantes en el altar faltaba espacio en el espacio central de la ceremonia de Tamara Falcó e Ïñigo Onieva. Los jardines de la finca El Rincón se adaptaron para acoger esta misa en la que los novios se daban el sí quiero. La marquesa de Griñón lucía su elegante vestido clásico que recuerda al de la boda de los actuales Reyes en 2004. El trabajo exprés de Wes Gordon, director de la firma Carolina Herrera, ha merecido la pena al contemplar el resultado.

Los 400 invitados, asistentes a la ceremonia religiosa, contemplaron el momento tan esperado para los contrayentes. El padre Cruz Pérez, director espiritual de la novia (lo conoció en el santuario bosnio de Medjugorje) y que ha aparecido en los programas durante estas semanas, concelebraba el sacramento con otros dos compañeros, el popular padre Ángel, de Mensajeros de la Paz, y el padre José Luis Sánchez.

Este último, sacerdote de la diócesis de Valencia, amigo personal del novio, se vio envuelto en un percance que de inmediato se comentó en las redes por la filtración de uno de los asistentes. Lo sucedido lo confirmaba Tamara al día siguiente, en la postboda en el Ritz. Uno de los curas de la boda salió ardiendo.

Se prendió la casulla del padre José Luis con una de las velas que en candelabros exornaba el altar nupcial. La vela hizo arder la delicada tela de la prenda sacerdotal y de inmediato fueron visibles las llamas.

Alejanddra Onieva en una foto compartida por Jon Kortajarena, vestidos para la boda de este sábado Alejanddra Onieva en una foto compartida por  Jon Kortajarena, vestidos para la boda de este sábado

Alejanddra Onieva en una foto compartida por Jon Kortajarena, vestidos para la boda de este sábado

Quien estaba al quite era la hermana del novio, la modelo Alejandra Onieva, que estaba destacada como testigo en el altar. Fue ella la que se levantó de inmediato para apagar las llamas con las manos. Un gesto de reflejos que fue providencial para que la anécdota no fuera a más. Fue un pequeño susto comentado con murmullo entre los asientos que resolvió con risas al comprobar que no había pasado nada y que la hermana del contrayente había hecho alarde de atención y arrojo.

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