Mayo Festivo

Los Patios de Córdoba también esconden su esencia en 'frascos' pequeños

  • Zarco, 13, Tafures, 2 y Postrera, 28, algunos de los espacios más reducidos del certamen, condensan olor y color para hacerse "más vistosos"

Patio de Postrera, 28.

Patio de Postrera, 28. / Juan Ayala

Las mochilas. "Las mochilas por delante o descolgadas y por abajo". Los paraguas (en días de lluvia). "Por favor, los paraguas cerrados". Pasando "de uno en uno", "de dos en dos", o "de tres en tres", a lo sumo. Son las voces de los controladores que, desde las puertas de las casas, van dictando las premisas básicas que hay que respetar cuando se quiere visitar los llamados "patios chicos" que participan en el Concurso de Patios de Córdoba. 

El alboroto se queda fuera una vez dentro. Las visitas son cortas para que fluyan las colas, pero conceden la oportunidad de ser más provechosas porque en estos pequeños recintos se puede disfrutar de la intimidad. En este reportaje, el Día va en busca de ella por tres patios de dimensión reducida, pero que igualmente mantienen toda su belleza: Zarco, 13; Tafures, 2, y Postrera, 28.

Patio de Zarco, 13. Patio de Zarco, 13.

Patio de Zarco, 13. / Juan Ayala

Zarco, 13

"Manolete parece un ciprés frente a Santa Marina", escribió Juan Diego Madueño sobre la estatua; "la figura cae, no se eleva, está allí, a punto de andar...". Desde la plaza del Conde de Priego, el monstruo preside el barrio y contempla con el rabillo del ojo los trenes de turistas que le pasan por delante. Algunos levantan la cabeza ante él, lo admiran, otros preguntan "quién es, parece un torero...": "Señora, es Manolete". Es el punto de partida de las rutas turísticas que se pasean, de pitón a rabo, las calles del barrio torero por excelencia. 

A pocos metros se encuentra Zarco, 13. Allí vive Santiago Hernández, quien se encarga del mantenimiento del patio. Su primera referencia va dedicada al músico Ramón Medina, "que cantaba al patio chico cordobés". Aquí, "todo se mira, hasta el detalle más pequeño".

La cantidad de flores y la exuberancia, "no es la misma que para un patio grande, que cuesta más abarcarlo", explica Santiago, aunque por el hecho de ser grande "no significa que tenga más trabajo que un patio chico". Sin embargo, "los que tenemos patios más recogidos pasamos más desapercibidos a ojos de las corporaciones públicas y no estamos justamente laureados", estampa su denuncia.

En los escasos metros cuadrados que suma el patio, el límite de aforo se queda en cuatro personas, que eran "ocho antes de la pandemia", reconoce Hernández. Las flores caen de las paredes hacia el centro: claveles, buganvillas, geranios, jazmín, pendientes de la reina... En la condensación de tanto color y tanta flor está la razón de que el patio chico "sea más vistoso", asegura el encargado de Zarco, 13.

Los visitantes no se mueven, pivotan sobre sí mismos en giros de 360 grados para captar el olor y los colores: "la esencia". Otros entran ya con móvil en mano. "Me gustaría que la gente no viniera a echar fotos, sino que viniera a ver patios", lamenta Santiago. "Luego se queda en la memoria del teléfono y se pierde, mejor quedarse con el olor, el color, el trato con el cuidador, aunque eso ya se ha perdido totalmente".

Patio de Tafures, 2. Patio de Tafures, 2.

Patio de Tafures, 2. / Juan Ayala

Tafures, 2

Este patio "se diseñó para que tuviera todas las características del patio cordobés chiquito", afirma Francisca Serrano, cuidadora de Tafures, 2 (primer premio en 2012 y 2013, y segundo en 2014). Esos matices se encuentran en el suelo enchinado cordobés, las tejas árabes, el sardinel de ladrillo viejo, el barro, una fuente hexagonal de estilo mozárabe, las persianas de esparto, las rejas sobrias "cordobesas", porque "las que tienen filigranas son más de Sevilla o de Cádiz...".

Es el más pequeño del concurso y, según comenta su propietaria que le dijo un arquitecto, "es el único patio zaguán". Francisca presume de flores, que recogen casi todas las más singulares desde la buganvilla -blanca y roja-, la dama de noche, un rosal trepador, una glicinia y hasta un naranjo. "Más no me cabe", bromea, porque "las cosas requieren cierta estética", algo que defiende a capa y espada.

La famosa ventana con rejas, al lado de la puerta y con vistas a Tafures se diseñó expresamente "para que el patio formara parte de la calleja y la adornara, como se mencionaba en las canciones de Ramón Medina", indica Francisca, haciendo de nuevo referencia al músico. La vista del patio desde fuera, a través de la ventana, es uno de los recomendables para cualquiera que visite los Patios de Córdoba.

Patio de Postrera, 28. Patio de Postrera, 28.

Patio de Postrera, 28. / Juan Ayala

Postrera, 28

La vorágine de turistas se apodera del Alcázar Viejo en su vía principal, la calle San Basilio. En la barra de la hermandad de Pasión no dan abasto vendiendo botellas de agua a los turistas: "No da tiempo a que se enfríen". En la calle Postrera se da un respiro. Allí, en el número 28, Rafael Córdoba abre su patio, uno de los más antiguos que se pueden visitar en el concurso y también uno de los que conserva la esencia de lo que es un patio clásico cordobés. 

Según afirma el actual cuidador del patio, éste es "uno de los más pequeños, con más macetas por metro cuadrado, el doble que algunos grandes". El 90% de las flores "son cuidadas de un año para otro, eso es lo más importante", asegura Córdoba, aludiendo a quienes se gastan miles de euros en flores a última hora. "Esto es un patio, no una floristería".

La casa data del siglo XVI y el último en hacerse con ella fue el abuelo de Rafael hace medio siglo. Tras tomar el relevo de sus tíos, él va recuperando, poco a poco, algunos elementos antiguos y perdidos a lo largo del siglo XX o tapados por las necesidades de los residentes, como el pavimento de los bolos del río que, con mucho esfuerzo, se va liberando del cemento.

"Yo me quiero morir aquí", dice Rafael Córdoba, pero de momento no tiene garantizado el relevo generacional para encargarse del patio. "Esto tiene mucho trabajo".

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