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Cuenta la historia que esta zona –enclavada en pleno Casco Histórico- fue construida para albergar a los sirvientes del Alcázar de los Reyes Cristianos y que estuvo amurallada hasta mediados del pasado siglo. Sus calles se formaron rectas y con un trazado octogonal, lo que hace a esta parte de Córdoba distinta al resto de la ciudad. Se trata de unos de los barrios de mayor variedad floral en lo que a los patios se refiere y la más concurrida durante el concurso municipal. Es una zona muy hospitalaria e idónea para acompañar la visita a sus patios con un recorrido turístico que, entrando por la Puerta de Sevilla, haría escala en el propio Alcázar de los Reyes Cristianos, en las Caballerizas Reales o a la iglesia de San Basilio, donde las cigüeñas anidan durante todo el año. Es un barrio en el que sus patios están abiertos todo el año.
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En la ornamentación de los recintos destacan el naranjo amargo, la palmera datilera, el palmito, la parra virgen, pensamientos, petunias, begonias, pendientes de la reina, cintas, rosales, helechos, geranios, romero, pilistras, esparragueras, gitanillas, alegrías, hiedra, espina de Cristo, jazmín, pacífico, cala, cheflera, dama de noche, paragüitas, bungavillas, clivias, cualantrillas e hiedra fina.
Esta vivienda era antiguamente una casa de vecinos pero en la década de los 90 pasó a ser una casa unifamiliar. Sus responsables destacan de este patio que “representa una unión singular entre la nueva construcción y la tradicional casa vecinal, caracterizada por una galería, una escalera frontal, fuentes y arriates repletos de árboles frutales”. También defienden entre sus características que lo que lo hace distinto al resto de recintos es que “su superficie rectangular invadida por más de 400 macetas nos regala uno de los patios con mayor variedad floral, que va desde las gitanillas más antiguas hasta las más exóticas variedades de plantas aromáticas, y todas juntas en un hermoso rincón andalusí”. Se puede visitar durante buena parte del año dentro de la ruta DePATIOS, junto a los de San Basilio, 14; Martín de Roa, 7; La Barrera 1; y Postrera, 28 –todos ellos ubicados en Alcázar Viejo–.
Es uno de los patios más antiguos de los que se pueden visitar en el concurso, y también uno de los que más conserva la esencia de lo que es un clásico patio cordobés. La casa a la que pertenece data del XVI y mantiene, en gran medida, su aspecto original, con, por ejemplo, las vigas de madera del techo. En el recinto se pueden encontrar, junto a numerosos cachivaches antiguos, un tradicional y bello pozo con elementos romanos y árabes y una pila lavadero. El suelo del patio “es el de toda la vida de los patios cordobeses, de empedrado, de piedra gorda”, cuenta Rafael Córdoba. Muchas de sus plantas de los últimos años han sido añejas, cuidadas con especial cariño, primero por la tía Adoración, y heredadas por su sobrino. “Es un patio chiquito, pero encantador”, como insiste el propio Rafael Córdoba, quien destaca que no hay “nada más maravilloso que visitarlo por la noche, bajo la luz de la luna y las estrellas”.
Este histórico recinto pertenece a una casa que data de los siglos XV-XVI y que pertenece a la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, colectivo que la ha convertido en todo un museo después de recuperarlo en la pasada década de los 70 y darle así vida. En ella llegaron a residir hasta 13 familias que compartían un patio en el que es seña de identidad su singular escalera centrada y encalada de acceso a la planta superior. El recinto conserva su suelo original de guijo de río y destaca también su antiguo pozo y sus lavaderos comunitarios, además de una diversidad floral envidiable. Consta de dos plantas: la inferior recoge habitaciones dedicadas a la realización de talleres. Es uno de los patios más visitados de Córdoba, ya que está abierto todo el año, aunque, además, buena parte de culpa de ello lo tiene también que es uno de los recintos favoritos por el público de la Fiesta de los Patios de Córdoba.
El llamado Patio de la Costurera –por el oficio de Araceli López Navajas– tiene reminiscencias judías, como se puede comprobar en la mezuzá que tiene en su portada. También conserva uno de los tres pozos árabes que quedan de los arrabales de la Córdoba musulmana. Se trata de una antigua casa cuya propiedad se pierde en el tiempo anterior a los viejos archivos consistoriales sin que se sepa a ciencia cierta sobre el origen de su construcción que se presume antigua, incluso se data de que puede ser de 1.400 –es parte de la primera construcción que se hizo en el barrio–. Se sabe que concursó en el Festival de Patios de Córdoba desde 1979 hasta el año 1996. En lo que respecta a la ornamentación, está centrada en las plantas antiguas, claveles, gitanillas, rosal de pitiminí, jazmines...Se trata de un recinto cuyas plantas crecen también en latas, como en los patios más clásicos, y en el que se ha recuperado el color verde malaquita. Se pude visitar todo el año junto a Martín de Roa, 2.
Esta vivienda era una antigua casa de vecinos, posteriormente fue reformada, y se dividió en tres casas, teniendo, dos de ellas su salida a la calle Terrones. Aunque la casa se remodeló en 1990, su patio cuenta con elementos de la época en la que en ella vivían ocho familias, como una cancela de 1898. Además, ha recuperado el suelo de chino cordobés y los pilares del zaguán-galería, forrados de ladrillo. En el patio, Ana de Austria suele cuidar con mimo más de 600 macetas de una grandísima variedad floral, dándole año tras año vida y color a un recinto en el que sobresale un pozo de tradición árabe que comparte agua con el Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral. Además, en este patio, destacan, al fondo, un pilón cubierto con azulejos y dos falsos arcos ciegos de medio punto rematados por un frontón escalonado, un pozo de brocal de obra encalado, de tradición árabe, con su polea y cubo de cinc.
Arquitectónicamente, en este recinto son reseñables sus capiteles, basas y fustes de piedra de estilo romano y musulmán, así como un antiguo abrevadero que recoge el agua de la fuente de roca antigua que también contribuye a darle singularidad, y que está completada con un espectacular mosaico. El patio está rodeado de seis arcos forjados y acristalados, y en su pavimento se intercala el tradicional chino cordobés con losas de barro. Las obras de la madre del cuidador, Paqui Hidalgo, han complementado y embellecido el recinto junto a las plantas que han cubierto el mismo, como, este año lo cubren un espléndido limonero en espaldera y un árbol de camelias. Paqui ha convertido el patio en un mini museo en el que da rienda suelta a su gran pasión, la arqueología.
Este moderno patio pertenece a una casa reconstruida en 1993 sobre una antigua taberna de la calle San Basilio. La nueva casa, en la que ahora viven tres familias, conserva herrajes y restos arqueológicos que decoran un patio en el que el mármol es un elemento importante. Es un patio cuidado por Ángel Araujo e hijo, y en el mismo suelen destacar también minerales rescatados por Ángel padre de la Sierra de Córdoba. El patio posee una habitación contigua, a la que se accede, mediante un arco de medio punto. En este patio, también, destacan, una cavidad con arco de medio punto que sirve de soporte de elementos ornamentales y un antiguo abrevadero de piedra.
Juan Bautista Onetti destaca que la casa patio de San Basilio, 17, que data del siglo XVI y que fue reformada a finales del siglo XX, “tiene varias singularidades”. La primera de ellas es una balconada de madera que luce gracias a la antigua dueña de la casa, Blanca Ciudad, al estilo de las de Castilla-La Mancha, comunidad de la que ella es originaria. “Aparte de su idea de casona, tiene dos galerías, lo que lo hace diferente al resto de patios;#la primera galería tiene un doble sentido con arcadas, capiteles y columnas del siglo XVI y luego hay otra columna restaurada”, cuenta. Onetti detalla asimismo que otra de las singularidades es el brocal del pozo que tiene el patio, un brocal que apareció enterrado durante la última obra que Blanca Ciudad realizó en la casa, que fue recuperado y catalogado. “Aparte, esta casa está encajada en el corazón de los patios, en Alcázar Viejo, lo que también la hace más atractiva”, sostiene. Onetti detalla también la singularidad de las plantas que tiene el patio, como varias decenas de helechos, además de flores llegadas de India y China, sin olvidar los tradicionales geranios y gitanillas.
Con más de 600 macetas adornando muros y rincones, macetas que caen por las paredes a modo de cascada, en San Basilio, 14 también son extraordinarios los antiguos lavaderos que conserva la casa, entre otros tesoros. Sus responsables defienden que “nada más entrar en su zaguán y su galería en arco somos trasladados al siglo XVI, origen de esta vivienda”. Lo justifican destacando, tal y como los presentan, que “conserva en su totalidad la estructura original de la casa de vecinos que fue y es: baño, cocina y lavadero comunes, patinillo… presididos por un patio central que combina en armonía el color de cada una de sus 600 macetas de gitanillas, geranios, begonias, claveles… subrayados por el verde intenso de sus plantas más longevas”.
El patio del número 2 de la calle Martín de Roa conserva la muralla del Alcázar Califal –del siglo XIII– en un frontal, por lo que es conocido como el Patio de la Muralla. La muralla es de época almohade y conserva en su tramo del patio una antigua torre de vigilancia. En las paredes de la muralla pueden encontrarse multitud de variedades florales decorando el patio de una manera espectacular. Ejemplo de pasado y presente, el recinto presenta unas 400 macetas con más de 40 variedades de flores distintas. Destacan el suelo de enchinado cordobés con representaciones florales, un antiguo pozo con más de siete metros de profundidad y dos columnas que recuerdan una entrada a la antigua casa de vecinos. Elementos decorativos del patio son, entre otros, la antigua escalera usada para el regadío de las plantas y macetas, una antigua pila que usaban antiguamente en el patio para lavar la ropa, una de las primeras fregonas muy curiosa, un antiguo dispositivo de regadío casero creado para llevar a las macetas más altas en contraposición con uno más moderno de igual construcción casera y una alcarracera que se utilizaba antiguamente para filtrar y depurar el agua del pozo.
Es, junto a su patio hermano Martín de Roa, 9 –por eso de que comparten acceso, además de formar parte ambos de casas de vecinos– uno de los más tradicionales del concurso. Si se le pregunta a Rosa María Collado por una de sus características, no olvidará reseñar que fue de los primeros en introducir en Córdoba la brasileña flor de la gamba, lo que ha sido como un sello de identidad para el recinto. No obstante, la característica arquitectónica que lo diferencia del resto de los patios que se pueden visitar en el certamen es que presenta uno de los mejores conjuntos de pozo y lavaderos al aire libre, de variedad floral, de elementos constitutivos y de tejados a distinto nivel. Aunque sus vecinos insisten en que el secreto de su belleza consiste en tener de todo un poco en lo que a flora y vegetación se refiere.
Una infinitamente finita pared acuna orgullosa a centenares y centenares de tiestos rojos donde gitanillas y geranios respiran risueños como si la existencia en Martín de Roa, 9 discurriera encarnada en granaínas, fandangos, alegrías, saetas o serranas de la inmortal cantaora cordobesa María La Talegona. El de Martín de Roa 9, uno de los más emblemáticos y tradicionales patios cordobeses que siempre irá asociado a Juan Rodríguez ‘El Langosta’, a quien no le importaba invertir todo el dinero que tenía en preparar el recinto para el concurso. Con suelo de enchinado típico cordobés, forma parte de una casa de vecinos con elementos arquitectónicos que atesoran siglos de historia y que datan incluso de la época musulmana. Se caracteriza por la irregularidad de sus tapias y sus elevadísimos muros –los más altos del concurso– adornados, como si cayeran de ellos a modo de cascada, por multitud de macetas de, claveles, geranios y gitanillas rojas.
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