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La Ruta Regina-Realejo de los Patios de Córdoba discurre, entre otros lugares, por la Magdalena, una de las zonas con más población de Córdoba. Su monumento y lugar de interés de obligada visita es, sobre todo, la iglesia que le da nombre a la zona. El de la Magdalena es uno de los templos fernandinos que hay repartidos por la capital. Fue construido en el siglo XIII por orden de Fernando III de Castilla, tras la conquista cristiana de la ciudad en 1236. Delante de la parroquia se levanta una gran plaza, del mismo nombre que, realizada en 1854, es la tercera en extensión de la capital y, desde hace muchos años, lugar propicio para celebraciones sociales. También es de interés visitar la iglesia de San Andrés, otro de los denominados templos fernandinos cordobeses, que también fue fundado en el siglo XIII y sufrió numerosas reformas en los siglos XIV y XV. El 17 de abril de 1985 fue declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento.
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Un paseo fotográfico por la ruta Regina - Realejo de los Patios de Córdoba
El paraíso de Cristina Bendala formó parte desde finales del XIX de una casa de vecinos, de la que la propia Cristina ha recuperado la memoria histórica, algo de lo que queda constancia a modo de exposición de fotos de antiguos inquilinos en su zaguán, antesala de un pequeño patio que da la bienvenida al enchinado cordobés. A finales del siglo XIX, lo que antaño fue un antiguo picadero de caballos en La Magdalena pasó a ser una casa de vecinos, convirtiéndose las cuadras en habitaciones encaladas y preparadas para acoger a familias completas cada una de ellas; en total, eran casi una veintena de habitaciones, por lo que en el inmueble llegaron a habitar casi un centenar de personas a la vez. Este gran y sin igual patio –en realidad parecen varios en uno– es, como su propia dueña defiende, “un paraíso que ha iluminado las vidas de los hombres y mujeres que lo han habitado”. No suelen faltar año tras año en el recinto plantas aselvajadas, geranios, gitanillas, rosal de pitiminí, buganvilla, jazmín, palmeras y cintas, que llevan al verdor de un patio en el que cierta modernidad la proporcionan una piscina para las noches intensas y una azotea techada de parras.
El patio de Diego Méndez, 11, en el que Chari Ojeda pone todo su amor a la hora de vestirlo, no ha olvidado aquel 1939 en el que participó por última vez en el concurso organizado por el Ayuntamiento de Córdoba, certamen al que volvió en 2013 con nuevo aspecto tras el lifting al que lo sometió la rehabilitación llevada a cabo por la empresa municipal Vimcorsa, una actuación que respetó la estructura a dos alturas de la casa y que eliminó las pilas lavadero y el pozo que poseía. Este patio forma parte de una casa de vecinos de nueve viviendas que mantiene su estructura originaria, que data del año 1774, de cuando era una de esas casas que en Córdoba se conocían como de muchos. El inmueble ha sido reformado por Vimcorsa manteniendo la esencia de un recinto que luce orgulloso en sus dos alturas los centenares de macetas de geranios y gitanillas que suelen colgar de sus paredes componiendo un collage de colores en el que se mezclan, además, el rojo carrusel de los ventanales y el verde omeya de los canalones. No suelen faltar sulfinias, rallitos de sol, cintas, pilistras... en este recinto con aroma de antaño.
La actual Gutiérrez de los Ríos, 33 se hizo carne casi en el umbral del siglo XXI, concebida por el deseo de Benito Raya y Carmen Valencia de habitar en una casa con patio. El de Benito y Carmen es un patio familiar muy funcional, de estructura romana y árabe con zaguán marmolado y cancela castellana donde los Raya Valencia hacen vida sobre todo en verano. Destaca también su piscina, su pozo y la muy antigua falsa puerta empotrada en la medianería que le da profundidad a un recinto de dos alturas en las que suelen convivir alegrando los zócalos distintas variedades florales entre las que destacan naranjos, limoneros y setos de arrayán aromatizado, coronados por diamelas, jazmines, celestinas, hortensias, geranios, gitanillas, buganvillas… plantas que adornan además el suelo de un patio que es muy acogedor.
El patio de Santa Marta, 10, el del convento de las jerónimas, es un recinto cargado de simbolismo. A su alrededor se ubican tres entradas a sendas partes del convento que representan los tres ejes del carisma de la orden. El lado sur, porticado con tres arcos, da paso a la hospedería, donde se alojan personas venidas de fueran que pasan unos días en Córdoba; el lado oeste, por su parte, está porticado con dos arcos y es la puerta de entrada a la clausura, donde se desarrolla la vida diaria de la comunidad religiosa, basada en el trabajo manual y en el estudio y veneración de la Sagrada Escritura; finalmente, la parte norte se abre a la iglesia, donde las religiosas rezan las horas canónicas y celebran sus ceremonias con un cuidado muy especial de la liturgia, que constituye el tercer eje de su estilo de vida. A la iglesia se accede a través de un bello arco porticado que construyó Hernán Ruiz I: fue terminado en 1511 y es del mismo autor y estilo que la puerta del monasterio de San Jerónimo de Valparaíso, donde tuvo su sede una comunidad masculina de jerónimos desde su fundación a mediados del siglo XV hasta la Desamortización de 1835. El patio de Santa Marta pretende ofrecer al visitante un tiempo de descanso, físico y espiritual, e invita a conocer y valorar la vida discreta y laboriosa de las religiosas de clausura.
El patio de la familia Gómez Balbuena (Marcial y Ana) es, según sus dueños, “una isla tranquila dentro de la ruidosa ciudad”, un inmueble que es un “remanso de paz". “Esta casa –cuenta Ana Balbuena– es de aproximadamente 1910, era de un labrador, la compramos y nos mudamos a ella en 2001 desde el piso en el que residíamos”. Esta especie de casa solariega de pueblo es única dentro de los Patios cordobeses por su verde y muy variada vegetación, entre la que no faltan plantas –pilistas y clivias– traídas de Málaga y que fueron de la madre de Ana, componiendo una de las colecciones botánicas más ricas del concurso. De arquitectura moderna, destaca su suelo de chino cordobés y su zócalo de azulejos, de forma rectangular, con dos arcos de medio punto encalados en dos de sus paredes enfrentadas. Sus toques de pintura azul son un homenaje a Málaga, la tierra natal de Ana. Algunas de las plantas que lo decoran o han decorado atesoran una decena de años de vida. Destaca su gran cantidad y variedad, pero sobresalen el limonero, el olivo, así como, el rincón de las camelias y azaleas.
Aunque reside en Pedro Verdugo, 8 desde mediados de los 80, la vida de María de los Ángeles Flores lleva muchísimos años más ligada a esta casa construida alrededor de un bello pozo árabe que está vestido con la pureza que le proporciona su encalado perfecto, la misma pureza con la que están teñidas las paredes del patio adornadas con macetas de color barro colgando sobre ellas y repletas de geranios y gitanillas. Y es que, el blanco nuclear que tiñe las paredes del número 8 de Pedro Verdugo resalta la cascada de macetas que cuelgan de ellas, un contraste que embellece a este patio sobre suelo de chino cordobés, que suele estar adornado con gitanillas, geranios, verbenas, fucsias, claveles, sulfinias... María de los Ángeles Flores ha querido mantener el espíritu de esta casa que fue un orfanato de monjas clarisas y más tarde, hasta los pasados 70, casa de vecinos, conservando sus antiguas vigas de madera y soportes de hierro, además de mantener la estructura original con dos plantas y la galería de la planta alta.
El llamado Patio de la Solidaridad, sede de la Asociación Cordobesa Amiga de los Niños Saharauis, por el que se reparten más de 800 macetas, es uno de los más grandes del concurso municipal. Pertenece a una antigua casa de vecinos del siglo XIX en la que llegaron a convivir 12 familias. Las habitaciones de la vivienda se distribuyen alrededor de este patio que tiene la característica de ser un largo pasillo en forma de ele. Destaca su gran variedad botánica. Suele poseer buenos ejemplares de bruscos, boneteros, madreselvas, nísperos, flor de la gamba y rosa china, siendo especialmente atractiva una parra trepadora preciosa. Entre sus elementos arquitectónicos destaca una fuente de estilo modernista –compuesta por azulejos, ladrillos y piedras, y adosada a la pared– y el brocal de medio pozo ficticio con motivos antiguos. El patio lo preside un mosaico de la Virgen de las Angustias.
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