Pilar Cernuda

PP, lealtades y deslealtades

El Partido Popular se encuentra en la incertidumbre más absoluta después de unos nefastos resultados electorales y con la decisiva cita del 26-M a la vuelta de la esquina

Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado, ayer en La Coruña

Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado, ayer en La Coruña / Xoán Rey / Efe

EL PP no atraviesa su mejor momento, ni en sus peores pesadillas pensaba su equipo actual que no alcanzarían los 80 escaños. Pablo Casado incluso estaba convencido de que superarían los 100 a pesar de los sondeos. Los errores han sido muchos, importantes y de consecuencias predecibles excepto para el presidente del partido, que creía que la renovación pasaba por un cambio drástico de nombres dando paso a figuras casi desconocidas y dejando de lado a quienes contaban con larga trayectoria en el PP. Sin embargo, no hay más que analizar los resultados para ver la reacción a los famosos fichajes: el rechazo ha sido absoluto y ha provocado pérdidas que el PP no se podía permitir cuando Ciudadanos estaba en alza al estar libre el espacio de centro, o Vox aparecía con su mensaje ultra restando espacio al PP por la derecha.

No se puede llorar sobre la leche derramada y aunque algunos dirigentes del PP siguen lamiéndose las heridas y tratan de buscar responsables para los que piden el fuego del infierno, otros se han tragado las lágrimas para mirar hacia adelante, aunque no sea más que para impedir, o tratar de impedir, que el 26 de mayo se viva una nueva debacle.

En ese sentido, el primero en dar el paso en positivo ha sido Esteban González Pons, que a pesar de tener motivos para sentirse maltratado, no ha pronunciado una sola palabra crítica cuando han designado a Dolors Montserrat cabeza de la lista europea, y el pasado viernes lanzó un tuit que tuvo repercusión: “Vamos a remontar. Vamos a ganar el partido de vuelta. Vamos a estar a la altura de nuestra responsabilidad. No somos un partido oportunista y tampoco un parásito. Cuando acertamos le va bien a España. Hoy me vuelvo a poner la camisa blanca. Contad conmigo para la remontada”.

La reacción fue inmediata y masiva; con algún tuit hiriente, pero la respuesta tan multitudinaria demuestra que el PP estaba falto de empuje y de iniciativas ilusionantes.

Teo y Maroto

El martes, en la reunión de la Ejecutiva nacional, ya se demostró que, cuando se pierde, salen a la luz los peores instintos. Hubo un dato a tener en cuenta porque hacía tiempo que no se daba en el PP: más de 20 personas pidieron la palabra. No lo hicieron para criticar al líder, sino para hacer una reflexión sobre la necesidad de poner en valor el empuje del PP. Se advertía la desazón al comprobar que la renovación había supuesto un paso atrás, pero nadie lo expresó abiertamente, lo que habría supuesto una crítica a la nueva dirección.

Casado anunció una decisión que sorprendió a todos: Isabel García Tejerina y Cuca Gamarra se ocuparían de la campaña electoral europea y la nacional. Sorpresa porque suponía una descalificación a Javier Maroto, pero Casado no tardó en añadir que, en las circunstancias actuales del PP, necesitaba a su secretario general, Teodoro García Egea, y al secretario de organización Javier Maroto, para ocuparse a fondo del partido y viajar por España para apaciguar tensiones ahí donde las aguas estaban más revueltas.

Casado, sin embargo, estuvo poco fino al explicar la situación de García y Maroto, lo que dio pie a que varios miembros de la Ejecutiva los dieran por defenestrados o, al menos, con sus competencias disminuidas. Dos presidentes regionales que se habían sentido maltratados por Maroto –que a fin de cuentas transmitía las decisiones de Casado sobre la renovación de listas– aprovecharon la ocasión para arremeter contra el secretario de Organización y pedir su dimisión. También varios medios los dieron por descabezados. Con el tiempo se verá si Casado efectivamente los mantiene o tienen razón los que consideran que han perdido parte de su poder.

Portavocía del Congreso

La situación del PP tiene un nombre: Vox. Es opinión mayoritaria que Casado se equivocó en su acercamiento a las posiciones más extremistas y, sobre todo, al declarar el último día de campaña que estaba dispuesto a tener ministros de Vox en su Gobierno si sumaba suficientes escaños. “Ese día comprendí que no llegaríamos a los 80 escaños”, señala un destacado miembro del partido.

Tras el 28-A, la reacción de Casado ha sido la más inadecuada, al tachar a Vox de partido de ultraderecha, lo que ha provocado que Abascal y los suyos hayan reaccionado de inmediato anunciando que si no se retiraban esas palabras, dejarían de apoyar a Juanma Moreno en Andalucía.

Dos presidentes regionales centran todas las miradas: Núñez Feijóo, que siempre marcó distancias con Vox, posición inteligente visto el éxito de Vox en Galicia, y Juanma Moreno, que para mantener su Ejecutivo de coalición con Cs y apoyo de Vox desde fuera ha templado ánimos con el partido de Abascal para impedir que el PSOE vuelva a hacerse con el Gobierno andaluz.

El PP se encuentra hoy en la incertidumbre más absoluta, consciente de que si el día 26 no hay remontada, las consecuencias son imprevisibles. Los casadistas, que se ven necesitados de demostrar permanentemente su apoyo incondicional al líder, echan la culpa de todo a Rajoy, lo que ha provocado que personas no ya afines al ex presidente, sino muy cercanas a Casado pero que jamás han sido ejemplo de servilismo al líder, hayan reaccionado a ese argumento diciendo que lo ocurrido es responsabilidad del presidente actual, reconociendo que se han cometido errores importantes que no se deben repetir. El problema, confiesan, es que sólo quedan tres semanas para las elecciones autonómicas, municipales y autonómicas, hay nombres en las listas que no deberían estar... y ni Tejerina ni Gamarra saben de estrategia electoral.

¿Hay miradas a Galicia, hacia Feijóo? Las hay. Sin duda. Aunque él siempre dice que su prioridad es Galicia. Ha hecho alguna declaración que se puede considerar crítica a la gestión de Casado, pero tan tenue que hay que leerla entre líneas. Después del 26... ya se verá. De momento, hay una fecha que obliga a tomar decisiones: el día 22 se constituye la Mesa del Congreso, y el PP debe elegir a la persona más adecuada para ocupar un puesto en esa mesa. Intentará una Vicepresidencia como sea. Y luego debe nombrar portavoz del grupo parlamentario: nueva división interna.

El ala más derechizada del PP quiere que sea Cayetana Álvarez de Toledo, con experiencia parlamentaria; el ala centrista no la quiere ni en pintura, porque el resultado en Cataluña ha sido penoso y porque una portavoz debe ser una buena negociadora y tener un temple del que carece la diputada por Barcelona. Y defienden otro nombre: Ana Pastor. Con más experiencia que nadie en el Parlamento, nadie la cuestiona en el PP, es puente entre la nueva generación y la más veterana, y tiene el respeto de todo el partido y, lo que es más importante, de los grupos parlamentarios tras su gestión como presidenta del Congreso.

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