2025: Corrupción, apagón, preocupación
Las claves
El año ha estado marcado por los casos que afectan a miembros clave del Gobierno y el PSOE, la condena al fiscal general, y la inestabilidad parlamentaria del Ejecutivo
La frase que más se ha escuchado a lo largo del año es “jamás pensé que podríamos vivir esto”. Una corrupción desatada que afecta a personajes fundamentales del Gobierno y del PSOE, incluidos sus dos últimos secretarios de Organización, que han conocido las celdas de la prisión de Soto del Real. Una palabra, corrupción, cuya mención indigna al Gobierno y al PSOE, pero que impregna al Ejecutivo y al partido, afecta incluso a la mujer del presidente y a su hermano, ambos imputados por la Justicia.
Este año se vivió también la extraordinaria noticia, no deseada, de la condena del fiscal general del Estado por el delito de revelación de secretos; está siendo investigado el anterior presidente de la SEPI por presuntas prácticas corruptas y su enriquecimiento mientras gestionaba desde ese alto organismo las empresas públicas; a una destacada militante del PSOE se le encargó un dossier sobre responsables de la UCO para tratar de desacreditar la unidad de la Guardia Civil que ha destapado los casos de corrupción más escandalosos y, por si no fuera suficiente, destacados dirigentes del partido y del Gobierno, aparte de prácticas corruptas, han tenido un comportamiento personal inadmisible, incluido el pago a prostitutas con dinero público.
En esa deriva moralmente inadmisible e inquietante, finaliza el 2025 con una sucesión de noticias sobre denuncias a cargos destacados del PSOE por presuntos abusos sexuales… denuncias a las que el sanchismo no prestó la menor atención hasta que las recogieron los medios de comunicación.
La corrupción ha sacado a la superficie un enconamiento entre el Gobierno y la Justicia hasta ahora desconocido, con señalamiento desde La Moncloa y Ferraz de jueces y fiscales –sobre todo jueces– que han actuado con firmeza contra los casos de presunta corrupción. Han cuestionado la profesionalidad de todos y cada uno de los jueces a los que ha correspondido la tarea de tomar decisiones que eran adversas a los intereses del gobierno y del partido, sobre todo en el caso del Tribunal Supremo. El Gobierno ha recurrido las condenas al Tribunal Constitucional convirtiéndolo, aunque no lo es, en una institución jurisdiccional para revisar fundamentalmente las iniciativas del Tribunal Supremo.
Junto a los jueces que tomaban decisiones contrarias al sanchismo, desde La Moncloa y Ferraz también han considerado enemigos a batir a los medios de comunicación y periodistas que han publicado los hechos que han acabado en los tribunales. En su inquina contra el periodismo que no acepta controles externos en su trabajo, el Gobierno ha intentado impulsar un decreto que cercenaba abiertamente la libertad de expresión, que finamente no se llevó al Congreso por falta de los apoyos necesarios.
Esa falta de apoyos, que se ha prolongado a lo largo de la legislatura, ha impedido la anomalía más grave que se ha vivido en el ámbito parlamentario. Más que anomalía, una falta de rigor en el cumplimiento de un mandato constitucional: por tercer año Pedro Sánchez no ha presentado los Presupuestos Generales del Estado, consciente de que no iban a ser aprobados. Llegó a decir que él podía gobernar sin el Parlamento, y de hecho lo está haciendo en el sentido de que se mantiene en La Moncloa, pero a lo largo del año no ha podido aprobar ninguna iniciativa importante.
Sólo mantiene el apoyo incondicional –mientras no demuestren lo contrario– de Yolanda Díaz, aunque no del resto de los partidos que formaron parte de Sumar, más ERC, Bildu, el PNV y BNG, que no suman suficientemente. Junts y Puigdemont siguen condicionando su apoyo a la aplicación de la amnistía del líder independentista, que no está en la mano de Sánchez. Puede aprobar una ley de amnistía, como hizo, pero la aplicación depende de los tribunales.
Puigdemont, por otra parte, no ha tenido un buen año: desde su refugio de Waterloo sigue con preocupación el desmoronamiento de Junts, con centenares de militantes y miles de votantes que abandonan a Puigdemont para sumarse a las filas de Aliança Catalana, de la ultraderechista y rabiosa nacionalista Silvia Orriols, convertida este año en la figura revelación de Cataluña.
Obligados a entenderse
El peor momento del sanchismo se ha vivido con las elecciones de Extremadura, en las que el PSOE ha tenido el resultado más bajo de su historia. Sánchez está siendo cuestionado, el PSOE arde en llamas y empiezan a parecer movimientos que buscan un relevo porque, de no hacerlo, el PSOE puede desaparecer.
En la oposición, se afianza el PP, pero la sorpresa la ha dado Vox, al que las encuestas auguraban un fuerte crecimiento que se ha confirmado en las elecciones extremeñas, en las que ha obtenido un resultado que le permite superar el doble de los escaños de la anterior legislatura.
La situación actual a la derecha del PSOE, cuando llega el final del 2025, augura que PP y Vox van a tener que entenderse aunque no sólo la extremeña María Guardiola, sino una parte importante del PP no quieren la convergencia con Vox. Porque ni comparten la ideología ultra del partido ni les gustan sus formas ni sienten especial simpatía por Abascal, al que siempre amparó el PP cuando el partido dejó de tener hueco para él en el País Vasco y le encontraron acomodo en el Gobierno de Esperanza Aguirre. Y al que faltó tiempo para apuntarse a Vox cuando tuvo ocasión.
Sin embargo, el crecimiento de Vox obliga a actuar con realismo. Si el PP quiere desalojar a Sánchez de La Moncloa, se hace casi inevitable llegar a algún tipo de acuerdo con Vox, y a ello se va a dedicar el PP intentando limitar la influencia de Vox lo máximo posible.
Feijóo es muy consciente de que ese acuerdo, que hoy parece inevitable, debe estar muy controlado para no dar más argumentos a Sánchez y acusar al PP de promover un Gobierno de ultraderecha.
Un Sánchez que ha perdido peso en la esfera internacional, en la que siempre se ha sentido muy cómodo. Ha cometido el gran error de enfrentarse a Donald Trump y convertirse en la voz de oposición en la OTAN al presidente americano. Gran error, pues se ha visto muy solo en esa postura que refuerza el papel de Rusia y de China en el mundo. Por otra parte, Sánchez gobierna con apoyo de partidos que defienden a Putin y, más grave aún, llevado por los intereses de Zapatero, asesor de Sánchez y negociador con Puigdemont, el Gobierno ha iniciado un acercamiento a Pekín que ha provocado alarma no sólo en EEUU, sino también en la Unión Europea.
Sánchez no ha sido convocado a las reuniones en petit comité de los líderes europeos para hablar sobre el futuro de Ucrania, y además ha perdido fiabilidad al empeñarse –por presión de Zapatero– a no renunciar a la tecnología de Huawei, empresa china de alta tecnología participada por el Gobierno chino, marginada en EEUU y la UE.
Hablando de tecnología, España sufrió este año el primer gran apagón de su historia. Doce horas de infarto y preocupación en las que sonaron todas las alarmas. Nunca se había producido una incidencia de esa categoría, que ha puesto en cuestión la empresa pública que gestiona la red eléctrica, que se ha demostrado obsoleta para cubrir las necesidades energéticas y tecnológicas de un país occidental de 50 millones de habitantes en el siglo XXI.
El rey Juan Carlos y el rey Felipe
La Jefatura del Estado ha vivido episodios difíciles en este año que finaliza. Felipe VI, que se ha convertido en una figura que representa como nadie la estabilidad y sensatez en una España convulsa.
Este 2025 don Felipe vivió momentos complicados cuando su padre publicó sus memorias. Don Juan Carlos consideraba que tenía derecho a dar su versión de cómo había sido su vida, pero no gustó a todo el mundo que escribiera sus memorias. Muchos de los artículos críticos se centraban en que nunca los Reyes escriben memorias, pero pocos de los firmantes de esos artículos las habían leído. Se puede discrepar sobre la oportunidad de escribirlas y de publicarlas en ese momento, pero el libro despeja muchas de las incógnitas que todavía existían sobre su reinado de 40 años y los años anteriores, con datos nunca conocidos.
La relación entre padre e hijo no es fácil, aunque los dos hacen esfuerzo para llevarla con la mayor serenidad posible. El rey Juan Carlos se acerca a los 90 años y lleva mal verse lejos de España y de su círculo familiar y de amigos. El rey Felipe sufre porque algunas de las decisiones de su padre afectan directamente a su reinado.
En clima político está gravemente enturbiado, tenso, difícil, y no ayuda a la obligada serenidad que se transmita la sensación de que en la Corona las aguas no están en calma.
Este 2025 es año para olvidar. Pocos acontecimientos han llenado de orgullo a los españoles.
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