Entrevista a Vicente Garrido | Criminólogo

"Todos llevamos la semilla del bien y del mal"

El criminólogo Vicente Garrido

El criminólogo Vicente Garrido / Crimen+Investigación

Vicente Garrido (Valencia, 1958) es un contertulio habitual de programas de crónica negra en radio y televisión. En semanas atrás intervenía en los especiales sobre los asesinos de serie en el canal Crimen + Investigación, en las plataformas de pago. Entre sus prolíficas publicaciones e investigaciones universitarias figuran manuales como Técnicas de tratamiento para delincuentes, Educación Social para delincuentes, Diccionario de Criminología, Principios de Criminología, Amores que matan: acoso y violencia contra las mujeres o El psicópata: Un camaleón en la sociedad actual.

–El crimen, en la realidad y en la ficción, siempre fascina al público.

–La Biblia comienza con un asesinato. Los clásicos de la ficción son sangrientos. No es baladí: la gente se siente atraída por los relatos criminales porque nos permiten conocer esencias del comportamiento humano. Es información valiosa. Nos permite situarnos frente a amenazas. El crimen forma parte del propio desarrollo de la civilización. Ejemplifica los dramas y las pasiones humanas.

–¿La guerra sería una traslación ‘industrial’ del crimen? Aniquilar al otro.

–Hay otros componentes más allá de lo que le mueve a un individuo. Hay expansión, ambición de poder. Los condicionantes de la guerra no son los mismos, pero sí todo nace desde pulsiones humanas.

–Desaparecidos, psicópatas, asesinos en serie. El formato ‘true crime’ es fundamental en el entretenimiento televisivo actual.

–Indagar en la muerte, en el crimen, nos ayuda a vivir. Aprendemos y de esta forma desvelamos el lado oscuro de nuestro entorno.

–¿Podríamos ser unos criminales en potencia?

–Todos llevamos consigo la semilla del bien y mal y el contexto es fundamental para que surja el mal. Podemos comprobar en los sucesos que a cualquiera se le puede ir la olla en cuestión de segundos. Los crímenes ayudan a detectar los problemas de la sociedad. ¿Qué mueve a alguien a tomarse la justicia por su cuenta?

–¿Las víctimas también nos ‘cuentan’ qué problemas tenemos?

–Por supuesto. Muchos asesinos en serie se centraron en las prostitutas ¿por qué? porque no les importaba a nadie. Hay figuras como el caníbal ucraniano Andrei Chikatilo que dibujan perfectamente su contexto histórico, en este caso es reflejo de la descomposición de la URSS: mató al menos a 56 mujeres y niños entre 1978 y 1990. Con el reciente caso del descuartizamiento de una joven en Valdemoro:fue asesinada por un okupa que llevaba cinco años en un chalet, de manera impune. Ese crimen bizarro nos hace un diagnóstico de la sociedad española actual.

–¿En una escala de valores, el peor arquetipo es aquella persona que mata por placer?

–No se puede establecer una escala a la ligera. Es evidente que en la actuación de un asesino en serie, que por su gratificación personal nos genera más rechazo, nos repugna aún más por el dolor y el sufrimiento de la víctima. Matar por una herencia, por ocupar el poder, tú lo puedes entender. No nos parecerá bien, por supuesto, pero tiene una explicación más humana. Si estamos hablando de rechazo moral lo peor es el crimen sádico: que la otra persona sufra, y además innecesariamente,pero en esencia todo es similar. En nuestro desarrollo moral reservamos la condena mayor a la gratuidad del sufrimiento.

–¿Existe el remordimiento entre los asesinos en serie, entre los sádicos?

–El remordimiento es el resultado de haber tenido la capacidad de empatizar con aquellas personas a las que se le hizo daño. Hay sujetos que cuando cometen crímenes neutralizan la capacidad de empatizar, desconectan de la humanidad de la víctima. Eso no significa que tengan doble personalidad, sino que desactivan los mecanismos de nuestra ética. Hay asesinos en serie que son incapaces de hacer daño a su familia, pero se deshumanizan con quienes no consideran iguales a ellos.

–Los asesinos nunca duermen en paz ¿Es una moraleja dulcificada?

–Será verdad en algunos casos, al cabo del tiempo, pero no es aplicable en la mayoría de los asesinos en serie. No les perturba sus acciones.

–¿En los campos de concentración nazis habría verdugos que en condiciones normales nunca habrían sacado su vena sádica?

–Ellos sí podrían arrepentirse de lo que hicieron al aceptar que se dejaron llevar por una ideología, por una organización, que les habría anulado. En la medida en que sigues aceptando ese supremacismo, no puedes arrepentirte. Es lo que pasó con Adolf Einchmann, capturado por el Mossad y que nunca se arrepintió de sus crímenes. Cumplía órdenes.

–Hablaba usted de la semilla del mal ¿germina más rápido que la del bien?

–Cuando hay regímenes criminales que prosperan es porque conectan con gente insatisfecha o que se siente vulnerable. Son regímenes que proporcionan seguridad y satisfacción. Por eso no todo el mundo entra en una secta, por ejemplo. Las sectas atrapan a los que se sienten incomprendidos, los que se sienten un don nadie. El régimen nazi no se puede explicar sin la humillación de Versalles, de las hambrunas. En un contexto diferente la fascinación del régimen nazi se vendría abajo.

–Fue fácil señalar a los judíos como culpables de las insatisfacciones colectivas.

–Y no era nuevo. El antisemitismo venía de muy lejos.

–La semilla del odio es prima de la del mal. Sólo hace falta ‘regarlas’.

–Sin duda. La violencia está asociada con pasiones que generan enemistades: el odio, la envidia, la venganza...

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