Obispo de Bangassou

Juan José Aguirre: "Tenemos que convencernos de que el pueblo africano tiene muchos valores"

  • Destinado en Bangassou desde hace 42 años, el obispo reivindica una toma de conciencia sobre la realidad desconocida de los habitantes de África: "Son el futuro"

Juan José Aguirre, obispo de Bangassou

Juan José Aguirre, obispo de Bangassou / Miguel Ángel Salas

¿Cuál es la situación actual de la República Centroafricana?

Centroáfrica es un país fallido. El Gobierno tiene las manos atadas y el Ejército está muy descontento porque tienen meses de retraso en el pago de los salarios. Medio millón de centroafricanos han huido a los países vecinos y otros 300.000 son desplazados internos que viven en campos al aire libre.

El país ha pasado del control francés al ruso.

Centroáfrica ha echado a Francia y con ella a la Unión Europea y hay un vacío económico muy grande. Muchas ONG se han quedado sin ayuda y preparan sus equipajes para salir del país. El poder está en manos de Rusia a través de los mercenarios Wagner, pero estos tienen muchos frentes abiertos. Los rebeldes islámicos controlan la mitad norte del país. Solo Dios se ocupa de su pueblo, pues en 2023 nos está mandando mucha lluvia para tener buenas cosechas.

Hace unos días, el coordinador de ayuda humanitaria de la ONU daba un dato escalofriante: 2,4 millones de personas tienen riesgo para su supervivencia. 

Ciertamente, “cuando dos elefantes se pelean (Francia y Rusia, la democracia inoperante de Francia y la dictadura descafeinada que quiere imponer Rusia) la que más sufre es la hierba bajo sus patas”. Centenares de miles de personas, mujeres y niños viven con lo justo. Son desestabilizados por mercenarios que llegan del Níger armados hasta los dientes huyendo de la desertificación del Sahara y provocan huidas masivas de las poblaciones, que quedan inertes. Se usa el hambre como arma de guerra, también el fuego o las violaciones masivas para aterrorizar a la población. Esto crea desplazamientos numerosos, pobreza y vida ciega en campos de refugiados mientras que los rebeldes ocupan grandes zonas del país para campar a sus anchas.

¿Cómo ha cambiado el escenario la llegada de las milicias Wagner?

Con la llegada de las milicias rusas hace 4 años, los 19 señores de la guerra que controlaban y vejaban el país desde hacía años con la complicidad del gobierno francés fueron reducidos a tres. Pero luego, esos tres se reforzaron con ayuda militar del Chad, Sudán y los países del Golfo, y tomaron todo el norte del país hasta hoy, mientras que los Wagner disminuyeron su presencia a causa de otros frentes como el Malí, Ucrania o el Sudán.

Las potencias extranjeras cambian, pero sigue imperando el colonialismo. ¿Mantiene la esperanza de ver una África dueña de sí misma?

Los 60 años de presencia francesa y de su democracia no han dejado casi nada: ni carreteras asfaltadas, ni escuelas, ni funcionarios pagados a fin de mes, ni un sistema de salud decente… Con Rusia llegan promesas aún no realizadas. La gente preferiría una dictadura floja o descafeinada (como Rusia ha hecho en Angola, Gabón, Camerún, África del Sur, Argelia, Egipto) donde los rusos roban mucho pero dejan las migajas, mejor que lo que ha hecho Francia. Aún vemos lejos el fin del colonialismo.

Hay mucha riqueza pero seguirá en manos extranjeras.

Centroáfrica tiene materias primas en abundancia, pero no la tecnología para extraerla. Esta tecnología sigue en manos de países que se llevan el 95% de lo que extraen. Así planteadas las cosas, unos 15 países quieren acuerdos comerciales con Centroáfrica. Pagan las tasas de explotación, pero se llevan el 95%. Parece que a la ONU también le va bien así. ¿Cuándo será Centroáfrica dueña de su propio desarrollo?

¿Cuáles son las necesidades más perentorias?

Urgentísima es la educación para poner un freno a la violencia. En la diócesis de Bangassou tenemos 28 escuelas con casi 20.000 alumnos, pero otros miles no tienen casi nada porque en las escuelas del estado el nivel es muy bajo, los profesores no quieren venir a trabajar en la zona de Bangassou, no reciben sus salarios a tiempo, no hay libros, ni material escolar. Llueve mucho y las cosechas son buenas. Pero no hay carreteras para la exportación, los productos de primera necesidad no llegan por las barreras de militares y el estado de los caminos. En la diócesis de Bangassou (250.000 km cuadrados) no hay ni un kilómetro de ruta asfaltada. La promoción social de la paz es urgentísima. El recurso a la violencia es casi una pulsión inmediata y natural, porque muchos jóvenes desocupados ven la guerra como una solución a sus problemas. Aquí en Bangassou tenemos cursos de costura, de soldadura, de garaje, electricidad… Pero eso es una gota de agua en el desierto de nuestras necesidades. Rezamos todos los días por la paz.

Vivimos en un mundo sobreinformado, pero seguimos ignorando lo que ocurre en nuestro vecino del Sur.

Son 53 países, pero no los conocemos. Sus habitantes son ingeniosos, muy numerosos, son jóvenes y muy religiosos. Millones emigran de un país a otro dentro del continente. Los que llegan a España no los vemos como personas frágiles o como hermanos que necesitan que alguien que les eche una mano sino como invasores. Nos gusta ver un bebé africano en foto, pero cuando es ya un chaval mena en España nos repele. No a todos, pero a muchos sí, incluso religiosos y religiosas. Estamos como anestesiados. Millones de personas (330 dice la ONU) son buscadores de asilo o inmigrantes por causa de las guerras o por el cambio climático. Son el futuro. Mejor integrarlos en nuestros pueblos vacíos como hizo Alemania con los refugiados sirios, buenos trabajadores. Si no, cuando mueran las dictaduras en Marruecos o en Argelia, vendrán miles y miles huyendo de la miseria. Tenemos que convencernos de que hay muchos valores en el pueblo africano. ¡Black is beautiful!

Lleva usted 42 años en la República Centroafricana. ¿Se ve de vuelta a España?

Claro que sí, si no muero antes. Dios ya sabe cuándo será ese día y yo ya estoy preparado. El servicio episcopal tiene fecha de caducidad, luego uno se convierte en emérito. Yo siento que tendré que dejar mi puesto en Bangassou antes de los 75 años estipulados por la Santa Sede por razones de salud. Estoy desde hace 42 años en Centroáfrica y eso desgasta mucho.

Habrá temido por su vida en muchas ocasiones.

Aquel día de 1996 cuando atacaron la Iglesia donde estaba con obuses y mataron a mucha gente. O haciendo de escudo humano en la mezquita de Tokoyo delante de milicias drogadas que disparaban contra los musulmanes y las balas nos pasaban rozando. O cuando me apuntaban con un kalashnikov a la cabeza… entonces me dije que era el final. Pero el agresor más contundente he sido yo mismo y el control de mis sentimientos. Sin la gracia de Dios hubiera ido a pique hace mucho tiempo.

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