Economía

La mejora vegetal, una solución a la tormenta perfecta del cereal

Trabajos agrícolas

Trabajos agrícolas / M. G.

España es una potencia agroalimentaria, un país netamente exportador, lo que no solo tiene el beneficio de la entrada de divisas en el país sino que garantiza la soberanía alimentaria. Se trata de un asunto crucial en los últimos años, como ha demostrado la guerra de Ucrania. Cualquier incidente geopolítico o desastre natural puede generar problemas para la obtención de alimentos, y eso significa escasez y subidas de precios.

Pero hay sectores en los que España es muy dependiente. Es el caso de los cereales, principalmente trigo, maíz y en menor medida cebada. En estos productos nuestro país es deficitario. El consumo es muy superior a la producción, por lo que hace falta importar en grandes cantidades. Y la sequía y el calor en las dos últimas campañas han agudizado esta dependencia.

Antonio Catón, director de Cultivos Herbáceos de Cooperativas Agro-Alimentarias de España, explica que en la campaña 2022/23 nuestro país produjo 18,2 millones de toneladas -un nivel históricamente bajo- y que para la 2023/24 la predicción de la federación es que se quedará en diez, récord negativo. Nunca, en la historia, se había recolectado tan poco.

"No llovió apenas y además hizo calor, y cuando llegaron las precipitaciones, a finales de mayo, ya no valía para nada; es más, generaron una distorsión negativa porque crecieron hierbas entre el cereal que aportaban humedad y había que limpiar el grano", afirma Catón.

Si se confirma la escasísima producción de este año, España tendrá que importar en grandes cantidades, por mucho que haya 'stock' almacenado. Se estima que el consumo de España ronda las 36 millones de toneladas, lo que convierte a nuestro país en uno de los más demandantes del mundo. Eso significa que en la campaña de comercialización (entre el 1 de julio y el 30 de junio del siguiente año) los importadores van a tener que hacer un gran esfuerzo de compra en un contexto geopolítico muy complejo.

Incertidumbre máxima

En un contexto geopolítico y climático como el actual, la importación del cereal se convierte en un juego en el que hay muy pocas certezas. "Hacer predicciones es la cosa más imposible que existe", afirma Antonio Catón, que explica que no solo es que Ucrania tenga dificultades para sacar su grano, sino que puede haber lluvias torrenciales en Irán o que Egipto decida cerrar su mercado. O que los fletes, la carga y descarga o los impuestos suban de forma importante. Ahora, por ejemplo, Rusia está sacando grano en masa, lo que es un factor que tira a la baja los precios, pero puede que, de pronto, decida cerrar su mercado, con consecuencias nefastas. El cereal es, cada vez más, un arma de guerra, y eso se ve, por ejemplo, en los intentos de Moscú por atacar los accesos por ferrocarril a Rumanía o Polonia, países desde donde Ucrania intenta exportar su grano.

La previsión de comprar con mucho tiempo es la estrategia que usan las grandes multinacionales. Se adquiera el grano con mucha anticipación y si hay problemas para sacar maíz de Ucrania, por ejemplo, se busca en otro lugar. "No van a fallar, su operativa es casi perfecta; puede que se retrasen algo, pero habrá cereal suficiente", afirma Catón.

Trabajos en un campo de trigo en un contexto de clara sequía Trabajos en un campo de trigo en un contexto de clara sequía

Trabajos en un campo de trigo en un contexto de clara sequía

El campo, tensionado

La situación también tensiona al campo. A diferencia de lo que sucede con el aceite de oliva, España no marca el precio del trigo o el maíz, por lo que se puede tener una producción escasa con precios relativamente bajos (ahora mismo ocurre eso). "Los mayores costes en fertilizantes, carburantes, etc., y la menor producción hacen que los agricultores españoles sean menos competitivos frente a otros mercados", afirma Valentín López, Commercial Manager en RAGT Ibérica y presidente de la Sección de Cereales y Proteaginosas de Anove, la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales.

Además, la mayor parte del cereal que se consume en España (26 millones de toneladas) va para alimentación animal, es decir, que sirve para la producción de otros alimentos. Una situación de los mercados del cereal tensionada, como ha ocurrido en los últimos años, daña al sector ganadero, que, de hecho, ha reducido su consumo "porque le está costando aguantar el ritmo", afirma López.

La mejora vegetal, imprescindible

La menor producción en España por circunstancias climáticas y las mayores dificultades para importar llevan a una conclusión: la mejora vegetal es imprescindible para mantener al menos un cierto grado de soberanía alimentaria. Generar variedades adaptadas a cada zona y más resistentes a la sequía y a las plagas es un objetivo, pero también una realidad.

"Ya hemos mejorado mucho. Si las condiciones climáticas que tenemos ahora las hubiéramos tenido hace 25 años la producción de la campaña 2022/23 no hubiera sido de 18 millones de toneladas, sino de 13. El suelo lo hemos subido", asegura Valentín López. "Los agricultores empiezan a entender que no es un gasto, que es una inversión", añade Antonio Catón. 

López afirma que la industria española obtentora tiene un gran reto por delante, el de aplicar todo el conocimiento posible en crear "variedades made in Spain, ya que no hay posibilidad de importar de otras zonas del mundo". Y en este camino las nuevas herramientas de edición genética -ahora en vías de ser reguladas desde el punto de vista legislativo por la UE- son fundamentales.

"Podemos reducir los tiempos que necesitamos desde que identificamos un problema hasta que creamos una variedad. Si ahora se tarda en lanzarla al mercado entre 10 y 12 años con las nuevas técnicas podemos reducir ese plazo a 3, 4 o 5. Gana el agricultor, gana la sociedad y ganamos nosotros", señala Valentín López, que, de paso, lanza un mensaje de tranquilidad a los agricultores: pese a la sequía, este año no dejarán de estar en el mercado nuevas variedades de trigo duro, maíz y cebada, los principales cultivos cerealisticos. Sí pueden tener problemas cultivos más minoritarios.

El esfuerzo no solo se centra en nuevas variedades sino en reducir las emisiones de CO2. El proyecto Agricultores Contra el Cambio Climático, en el que participan Anove, Asaja, UPA y Cooperativas Agro-Alimentarias, busca, en el caso del cereal, rebajar los gases de efecto invernadero con técnicas de cultivo menos consumidoras de energía, con el mínimo laboreo (o incluso no laboreo), o la siembra directa, entre otras estrategias.

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