De las criptomonedas al euro digital

En un ámbito tan inestable como el de los criptoactivos podría tener cabida las monedas digitales de los bancos centrales, un instrumento igual de innovador pero mucho más seguro

De las criptomonedas al euro digital
De las criptomonedas al euro digital
Santiago Carbó Valverde - Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y Director de Estudios Financieros de Funcas

11 de noviembre 2023 - 06:00

DESDE la creación de Bitcoin en 2009 se han multiplicado las criptodivisas, criptomonedas estables (stablecoins) y más recientemente las CBDCs (monedas digitales de los bancos centrales). La perspectiva temporal permite una primera evaluación de estas innovaciones, desde las que no aportan nada –incluso son un fraude–, pasando por las que podrían tener algún atractivo, hasta las originadas por bancos centrales para, entre otros objetivos, poner un poco de orden en este maremágnum.

Las criptomonedas surgieron a partir de tecnologías de registros distribuidos (Distributed Ledger Technology, DLT), siendo la más popular blockchain, que permite un mecanismo descentralizado para comprobar la legítima propiedad de las monedas y transferir su posesión. Bitcoin y Ethereum son las más conocidas y comerciadas, pero con excesiva variación en su valor. Por su enorme volatilidad, aparecieron las stablecoins, cuyo valor está vinculado a un anclaje externo, normalmente una moneda o cesta de monedas oficiales o activos o, alternativamente, un algoritmo de gestión de precios que controla la cantidad en circulación. Potencialmente, podrían haberse convertido en los competidores más serios del dinero de los bancos centrales. Tether es una de las más conocidas, siendo su misión replicar el precio del dólar estadounidense. Asimismo, Libra (luego re-denominada Diem) que Meta pensaba crear hace unos años y finalmente desechó, era un ejemplo de stablecoin. Todos los casos anteriores son divisas privadas, sin respaldo oficial. Y en ese contexto comenzaron a surgir proyectos de CBDCs.

Los últimos años han sido particularmente convulsos. El escándalo y posterior juicio a Sam Bankman-Fried, fundador de FTX –una enrome plataforma de intercambio de criptomonedas que llegó a alcanzar un valor de cuarenta millardos de dólares– ha sido el caso más conocido, pero no el único. Bankman-Fried, llamado el rey de las criptomonedas se enfrenta a décadas en prisión. La proliferación y enorme volatilidad y fraude –en algunos casos, mejor denominarlo estafa– de las monedas digitales privadas (un gran volumen de inversores desinformados ha sufrido grandes pérdidas) ha dado lugar a una creciente alarma regulatoria, generando una tendencia normativa muy restrictiva en casi todo el mundo. La aplicación de los marcos regulatorios actuales a las monedas digitales privadas o criptoactivos es problemática por varias razones. En primer lugar, el mundo de las criptomonedas evoluciona con rapidez. Los reguladores batallan para adquirir el talento y las aptitudes que les permitan mantener el ritmo, con recursos limitados y otras prioridades de sus instituciones. Por último, la vigilancia de los criptomercados es difícil porque los datos son insuficientemente homogéneos. A los reguladores les resulta complicado controlar a miles de participantes que suelen estar sujetos a los requisitos típicos de vigilancia. En paralelo, 2023 no ha sido bueno para estas inversiones ya que el interés por las criptodivisas privadas ha disminuido notablemente.

En este ámbito tan inestable es donde pueden tener cabida, si existe demanda para ellos, unos instrumentos tan innovadores, pero mucho más seguros, como las monedas de los bancos centrales. Más de 130 países están estudiando si crear una CBDC, once ya las han creado –Bahamas fue la pionera– y 21 países o áreas monetarias están poniendo en práctica programas piloto. China e India, con creciente protagonismo en la economía y finanzas mundiales, son los que más han avanzado. El yuan digital, tras la fase de pruebas piloto, ya se emplea, fundamentalmente a escala doméstica, aunque hay alguna evidencia de que se está comenzando a emplear a escala internacional. En China está prohibido el uso de criptodivisas privadas como Bitcoin o Ethereum. Uno de los objetivos de la versión digital parecer ser que el yuan chino se convierta en una moneda de reserva global. No obstante, continúa enfrentándose a importantes desafíos, ya que la mayoría de las operaciones minoristas electrónicas se realizan con aplicaciones como WeChat Pay o Alipay. Estas apps añadieron funcionalidades en yuanes digitales. En India, el proceso de creación de la rupia digital también parece que tendrá como uno de los principales objetivos el aumento de la influencia global de su economía. En el caso de Estados Unidos, podrían ser útiles para aquéllos excluidos financieramente –algo menos del 5% de la población– y para mejorar la eficiencia del sistema de pagos. Sin embargo, las cuestiones de privacidad, la existencia de soluciones privadas de pago o incluso el miedo –incluido el grupo más afectado por la exclusión– a un excesivo control gubernamental serán desafíos notables.

En cuanto al euro digital, cuya frase de preparación lanzó el Banco Central Europeo hace tres semanas, la decisión de crearlo o no se deja para más adelante. Se espera ofrecer ventajas en eficiencia, seguridad e inclusión. No será fácil, al menos en algunos países, donde su sistema de pagos ya es muy eficiente y los niveles de exclusión financiera reducidos. Será fundamental la experiencia de usuario que se ofrezca en gestión de las wallets –que es como se pondría en circulación–, que en algunos países tendrá dura competencia con los sistemas de pagos instantáneos domésticos (como Bizum en España). En Europa la protección de datos y privacidad son temas claves. La posibilidad de pagos fuera de línea (off line) para pequeños importes con euros digitales, que no registren los datos de los participantes, podría ayudar a superar las dudas sobre la confidencialidad, aunque habrá que ver los detalles si finalmente se crea el euro digital. La interoperabilidad con soluciones privadas de pagos europeas ayudaría también a su adopción. Por último, el umbral de tenencias máximas en las wallets debería diseñarse de tal modo que evitara distorsiones al sistema bancario europeo, que juega un papel fundamentalmente en el ahorro, el crédito y la estabilidad financiera.

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