La china en el zapato
Tribuna Económica
El potencial chino para perturbar las finanzas internacionales se debe al extraordinario aumento de su endeudamiento durante los últimos siete años.
SE cumple un año desde que el banco central chino se viese obligado a devaluar el yuan, después de décadas soportando la presión de occidente para acabar con un tipo de cambio artificialmente devaluado que favorecía sus exportaciones, pero que también alimentaba la formación de desequilibrios comerciales sin precedentes por todo el mundo. Posteriormente vino el desplome de la bolsa y una sucesión de intervenciones en forma de estímulos extraordinarios con la finalidad de evitar el hundimiento, pero la sensación es que los problemas de fondo siguen estando activos y que China se ha convertido en una de las principales fuentes de inestabilidad. La ralentización del crecimiento es una de las causas reconocidas, pero no la única, del descenso en el precio de las materias primas desde mediados del pasado año, pero la prevención frente al potencial chino para perturbar las finanzas internacionales se debe al extraordinario aumento del endeudamiento durante los últimos siete años. En la actualidad, los chinos están endeudados por un valor equivalente a 2,5 veces el PIB, que es similar a lo que ocurre en la Unión Europea (2,7) o Estados Unidos (2,5) y bastante inferior a España (3,2) y Japón (3,9). La situación, por tanto, no parece excesivamente grave, sobre todo si se tiene en cuenta que la mayoría de los acreedores chinos están dentro del país y bajo la influencia de las autoridades, lo que explicaría el hecho de que las agencias de rating sigan considerando que la probabilidad de impago sigue siendo muy reducida. El problema no está, por tanto, en la magnitud del endeudamiento, sino en su origen y en la velocidad con que se ha formado.
El origen puede buscarse en el medio billón de euros de estímulos monetarios entre 2008 y 2009 para frenar el contagio de la crisis internacional, pero también por su nefasta coincidencia con el cambio de modelo impulsado por el 18 Congreso del Partido Comunista, a finales de 2013. Más demanda interna, consumo, producción de servicios y mejoras de productividad, en lugar de producción industrial, competencia en precios y demanda externa, pero la coincidencia de este cambio de rumbo con la crisis y las facilidades de crédito a los sectores industrial e inmobiliario, dieron lugar a un paisaje empresarial marcado por el exceso de capacidad productiva y el endeudamiento. Una situación que recuerda a otras muchas que han desembocado en crisis financieras, pero ante la que, a diferencia de otros casos, el gobierno chino ha demostrado estar dispuesto a reaccionar. Los chinos han decidido complementar los estímulos a la demanda interna con políticas de oferta que incluyen profundas reformas estructurales. Uno de los problemas de las reformas es que los resultados tardan en aparecer, mientras que los costes iniciales suelen ser muy elevados y, en el caso de China, recaerían sobre un gigantesco sector industrial de dudosa capacidad de resistencia. La ventaja para China es la enorme capacidad financiera del Estado, aunque siempre quedará la duda de si se atreverán con otras reformas también señaladas como imprescindibles (burocracia, restricciones a la competencia, medio ambiente, etc.).
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