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  • Fuera de las artificiales campañas institucionales, la afición del Córdoba hizo suya la esperanza de la salvación · El 'tifo' de Cordobamania, emotivo y espectacular

Por mucho que se esfuerce el club, por mucho dinero y mucha foto forzada que promueva, las campañas sólo calan cuando la afición las hace suyas. Que se lo digan al Estudiantes, ese equipo simpático de baloncesto que le cae bien a todo el mundo y que a fuerza de hacerlo todo mal estuvo a punto de descender de la ACB por primera vez en sus 60 años de historia. De la cabeza de un directivo -y de un creativo de publicidad, todo muy profesional y sin pancartas chapuceras, eso sí- surgió la campaña Que no bajamos, y ése fue el inicio de la salvación más milagrosa que se ha escrito en la historia del baloncesto español.

Todo surgió con un anuncio. Rememorando un genial episodio de Hitchcock, el capitán Pancho Jasen enciende un mechero en medio de la más absoluta oscuridad para darse cuenta de que está encerrado en un ataúd, enterrado en vida. Sólo faltaba el carcelero muerto para que el homenaje al genio del suspense fuera completo. Sus gritos desesperados y su agonía se pierden en el silencio con un mensaje en la pantalla: "Aún estamos vivos".

El club tiñó el Madrid Arena de camisetas azules con un eslogan claro: Que no bajamos. El mensaje caló y la afición lo asumió como propio. Los propios seguidores del cuadro colegial crearon una web -www.quenobajamos.com- que se convirtió en su foco de resistencia ante un destino que ya parecía escrito. El jueves, el Estudiantes ganó en León y logró su objetivo, el de toda su gente.

Al Córdoba le sucedió ayer algo similar. Hace dos semanas, el universo blanquiverde dio la espalda a esa fantasmagórica campaña del Unidos lo conseguiremos, pero ante el Xerez entendió que le tocaba dar el paso al frente. Después de una semana de dudas, de comunicados, de incertidumbre acerca de cómo reaccionaría la grada en el partido más importante de la temporada, El Arcángel no falló, demostrando que no necesita que nadie le diga lo que tiene que hacer.

Así respondió Cordobamania, desplegando un tifo gigante que le puso a más de uno la piel de gallina. "El Arcángel, nuestro reino", rezaba la pancarta, un reino de sufrimiento para una masa que sólo ha visto ganar a su equipo cuatro veces en toda el curso. Como decían hace dos semanas, No nos rendimos.

Puede que todo sea un gran ejercicio de sugestión. Quizás por eso la megafonía repetía insistentemente el Color Esperanza de Diego Torres. "Saber que se puede, querer que se pueda. Quitarse los miedos, sacarlos afuera. Pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón", dice la canción del argentino, toda una declaración de intenciones de lo que espera al Córdoba en estas cinco jornadas de liga. En el Bernabéu, cada vez que el Real Madrid marca un gol, suena atronador el Avalancha de Héroes del Silencio, pero de momento, aquí eso puede esperar. Con lo de la esperanza tenemos bastante.

Porque sólo así se puede renegar de un futuro que parece escrito. Cuenta la leyenda que mientras que Galileo abjuraba de sus teorías heliocéntricas forzado por la Inquisición, el astrónomo italiano murmuraba entre dientes Eppur si muove: Y sin embargo se mueve. Desde un punto de vista simbólico, sintetiza la tozudez de las propias creencias frente a la censura de la fe, la quintaesencia de la rebeldía del científico ante las convenciones por autoridad. Casi cinco siglos después, El Arcángel hizo suya la reinvindicación de que no hay lugar para lo imposible. Los 10.000 valientes que desafiaron la lluvia y un futuro plagado de minas creen que el milagro es posible. Usted puede ser uno más de ellos.

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