Un simple chasquido
HACE unos años estaba en Barcelona compartiendo unos seminarios sobre motivación y desarrollo personal y recuerdo una parte de una de las conferencias que impacto mi vida en gran manera. Uno de los oradores, nativo de los Estados Unidos, nos contó una historia personal que decía así: "Cuando era pequeño, en mi quinto cumpleaños, mi abuelo que ya rozaba los ochenta y tantos, me hizo salir fuera de la casa donde festejamos mi fiesta con mis amigos y familiares. Me pidió que mirara al cielo y observara las estrellas; así lo hice por un instante. Luego chasqueó sus viejos y deteriorados dedos y me dijo que si yo era capaz de hacer lo mismo. Lo hice, más torpemente que él a pesar de mis cortos añitos, pero al fin salió un sonido parecido a un chasquido. Mi abuelo, me rogó que cada día de mi cumpleaños, a lo largo de mi vida, saliera a mirar las estrellas y chasqueara mis dedos. Créanme que lo he hecho cada uno de los años de mi vida, incluso hace tres días… Fue mi 82 cumpleaños y salí como de costumbre a la terraza del hotel donde me encuentro alojado, miré al cielo y chasqueé mis ya torpes dedos. Durante toda mi vida crecí y viví pensando que mi abuelo me pidió que nunca lo olvidara, pero ese día, al chasquear los dedos, entendí la lección que mi abuelo me quiso enseñar… La vida es como ese chasquido... Ya se me había pasado".
Cuando escucho una historia como ésta no puedo si no reflexionar sobre mi propia vida y preguntarme ¿estoy siendo un actor de segunda o el director de la misma? Cuando pienso en mi vejez trato de imaginarme en el jardín de mi casa mirando los álbumes de fotos y recordando los momentos maravillosos que viví. Quiero creer que llegado ese momento, esas fotos serán en color y no en blanco y negro, es decir, estarán llenas de vida.
Sé que a lo largo de los años se acumulan buenos y malos momentos; algunos excesivamente malos y algunos excesivamente buenos, pero todos suman si el compromiso es con "vivir al cien por cien".
Las personas somos el resultado de cada momento vivido de cada persona conocida y, por supuesto, de cada decisión tomada. De cada momento vivido nos toca ver la parte positiva. Al fin y al cabo, el acontecimiento en sí mismo no tiene más significado que el cada uno le da. De cada persona conocida, nos haya hecho bien o nos haya hecho mal, nos toca agradecer cada experiencia vivida, ya que de alguna manera, con placer o con dolor, estas personas han contribuido en forjar nuestra manera de ser. Y de cada decisión tomada nos toca asumir con responsabilidad las consecuencias de la misma, ya que en realidad, como dice el coach Tony Robbins, son nuestras decisiones y no las circunstancias las que configuran nuestro destino.
Hoy quisiera desafiarte a estas tres cosas. La primera, que des interpretaciones nuevas y más poderosas a aquellos acontecimientos que han estado molestándote durante años. Trata de encontrar lo bueno de ese momento, que seguro que existe. Aprender a ver las cosas como aprendizaje y no como castigo es clave para mantener una buena salud emocional.
La segunda es que agradezcas de corazón a todas esas personas que te han hecho bien o mal a lo largo de tu vida. No es necesario que las llames o las veas, puedes hacerlo en silencio, en un momento de meditación, cerrando tus ojos, visualizándola y dándole las gracias por ayudarte a pulir un poco más tu manera de ser. Esto es clave para liberar tensiones innecesarias que muchas personas mantienen por años con gente que ya ni siquiera ves cada día.
La tercera y última, a decidir en base a tus valores, a tus principios y a una visión declarada de lo que quieres que sea tu vida.
Así, si algún día llegamos a la ancianidad, podrás mirar a las estrellas y chasquear los dedos, sabiendo que habrás aumentado enormemente la posibilidad de convertirte en el director y en el protagonista de la única vida que merece la pena vivir... la tuya.
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