El regreso de Diego y Guzmán
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El chiclanero y el pacense fueron piezas clave en el vestuario del último ascenso blanquiverde a Segunda · Vuelven a El Arcángel en las filas del Castellón, colista
Al Castellón, colista de la Liga Adelante y de largo el peor visitante de la categoría (dos puntos en sus diez desplazamientos), le vino fatal el aplazamiento de su partido en Salamanca. Esta semana sus futbolistas están echando de menos sus casas: llevan fuera desde el martes y no regresarán hasta la madrugada del lunes, porque el miércoles jugaron en el Helmántico (1-1) y mañana por la tarde tienen una cita en El Arcángel. La penuria clasificatoria, sin embargo, no borra la sonrisa de los rostros de Diego Reyes y Guzmán, ahora orelluts y en la hemeroteca piezas importantes del Córdoba que subió a Segunda División en la temporada 06-07. En el campo y en el vestuario. El lateral izquierdo gaditano vistió de blanquiverde dos años, mientras que el interior derecho pacense no se fue hasta el verano pasado. Ambos dejaron huella en la ciudad y estos días, durante la concentración junto al Guadalquivir, se están encargando de ratificarlo en el contacto con tantos y tantos buenos amigos.
Los dos llegaron al Córdoba en el verano de 2006, dentro del proyecto modelado por Rafael Rojas y Emilio Vega que, bajo la dirección de Pepe Escalante, debía devolver al equipo al panorama profesional. Diego Reyes Muñoz (Chiclana de la Frontera, Cádiz, 21-7-1979), formado en la cantera del Betis y curtido en Segunda B con el Ceuta, aceptó bajar un escalón y dejar el Nàstic para convertirse en ese jugador polivalente (lateral o interior) que necesitaba el CCF para apuntalar la banda izquierda. Guzmán Casaseca Lozano (Badajoz, 27-4-1984) había fichado antes en su intento por relanzar su carrera, estancada tras su paso por el filial del Mallorca y el Xerez, donde Lucas Alcaraz apenas le dio minutos.
Tanto Diego Reyes como Guzmán asumieron un papel destacado en la campaña del ascenso. El chiclanero se afianzó como lateral izquierdo, con un imparable Arteaga por delante. Rubén y Nano, contratado en el mercado invernal, estuvieron a la sombra. En el otro costado, el extremeño cuajó un curso excelente, con Dani o Carrión como escuderos, y a nadie se le escapa la guinda: cabalgada memorable y toque sutil para anotar el 2-0 ante el Huesca en el partido de ida de la eliminatoria definitiva del play off. Una semana después, el Córdoba retornó a Segunda.
El ejercicio de plata resultó desigual para ellos. Diego empezó como titular indiscutible y fue uno de los jugadores más fiables de la primera vuelta. Sin embargo, se fue apagando. La puntilla llegó en la jornada 36, cuando el 3-2 endosado por el Elche dejó al Córdoba a cuatro puntos de la salvación y con José González al borde del despido. Pero el técnico confió en la recta final en varios actores secundarios, entre ellos Rubén como lateral zurdo -Reyes cumplió ciclo de amarillas en el Martínez Valero- y Guzmán, hasta entonces habitualmente suplente de Cristian Álvarez, y la apuesta le salió bien. El equipo se salvó agónicamente con un empate en San Sebastián.
José continuó en el banquillo y, de acuerdo con Emilio Vega, prescindió de los servicios de Diego Reyes en una decisión arriesgada: Rubén se quedó como único lateral izquierdo del plantel. De hecho, en el ecuador se incorporó Javi Casas, aunque su paso por El Arcángel resultó intrascendente. El vasco heredó el número 22, vacante desde la marcha al Castellón de su dueño durante dos años. Consciente de que no podía jugar en El Arcángel por una cláusula recogida en su contrato, instó a su hermana a fijar su boda para ese fin de semana.
Por su parte, Guzmán siguió luciendo el dorsal 17, aunque la temporada se torció para él: cuando parecía listo para asentarse como aliado de Cristian en la derecha, se fracturó el húmero contra el Zaragoza a principios de enero. Apenas tuvo tiempo de reaparecer, con gol incluido precisamente en La Romareda, en la penúltima jornada.
La permanencia abrió un nuevo proyecto en El Arenal. Javier Zubillaga se mantuvo como director deportivo; por arriba se situó un presidente ilusionado, José Miguel Salinas, y por debajo un entrenador contrastado, Lucas Alcaraz. En plena crisis económica, entre los tres metieron la tijera para confeccionar una plantilla más barato. Guzmán no renovó por su elevado salario, propio de una época de vacas gordas, e hizo las maletas con rumbo a Castalia.
Ha pasado el tiempo, pero hay cosas que no se olvidan. En la caseta todavía resuenan las risas por los chistes y las bromas de Diego Reyes o el jolgorio que se montaba cada vez que Guzmán emulaba a un pollo en su particular baile, ése tan festejado en El Alcoraz y Anoeta. Son Dieguito y Guzmi, dos jugadores de banda que contribuyeron activamente a un ascenso. Y más allá del balón, ante todo, buena gente.
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