Otra derrota, la número 18 de un campeonato para olvidar, la sexta en las nueve finales que el CCF ha disputado bajo el mandato de Juan Eduardo Esnáider. Todo para ser decimocuarto con 54 puntos, mucho más cerca de los puestos de descenso que del play off, como no podía ser de otra forma al firmar una serie de 13 de los últimos 45. Ese es el resumen que se extrae del último sainete blanquiverde en una temporada para enterrar en lo más profundo del mar. Menos mal que ya se ha acabado. Ya sólo puede irrumpir algo mejor. Este ciclo se ha terminado antes de lo esperado, apenas doce meses después de que se multiplicara la ilusión al ver de nuevo cerca las opciones de jugar en la elite. De eso ya no hay nada. Ahora toca regenerarse. Junto al técnico argentino, verdugo y víctima por igual, muchos cerraron en Soria su etapa cordobesista. Tras un final como el vivido, en el que profesionalidad y actitud han faltado casi siempre hasta hastiar a un cordobesismo herido, sólo cabe decir aquello de tanta paz llevéis como descanso dejáis a los que ya no volverán a enfundarse la blanquiverde. Y a los que vayan a continuar, sólo cabe pedirles esfuerzo y entrega para volver a colocar el nombre del Córdoba en lugar que se merece y con una imagen que nunca debió perderse. Es ése el reto que tendrá por delante Pablo Villa, el elegido para dirigir el próximo proyecto de una entidad que está obligada a reconocer los errores cometidos para no volver a tropezar en ellos.
De momento, no es de recibo el plan de viaje que les tocó hacer al grupo hasta tierras sorianas. Ni un equipo de Tercera se desplaza en esas condiciones. Porque tras un palizón de carretera y autocar de siete horas, calzarte las botas y saltar al césped no es de buen gusto. Y, como es normal, empuja a pensar que sólo cabía un resultado: la derrota. Aunque gracias a Saizar, muy seguro toda la tarde, ésta no llegó hasta el tramo final del choque, en la enésima facilidad dada por la defensa. Curiosamente, coincidiendo con la única fase del choque en la que el CCF fue dominador y asustó en más de una ocasión a Herrerín.
Como era de esperar, Soria no fue la excepción. Esnáider, fiel a su estilo, cambió hasta cuatro jugadores -Cristian García por Diego Seoane, Alberto Aguilar por Fuentes, Pedro por Joselu y Carlos Caballero por Miquel- respecto al once anterior aún sin darse cuenta de que lo de menos es quién juegue. Importa mucho más las ganas y la intensidad que se pongan sobre el verde para buscar los tres puntos. Y que conste que no fue, ni de lejos, lo peor que se le ha visto al equipo en las últimas fechas. Al menos, a las habituales dudas en defensa -algo normal cuando se tiene a dos laterales a los que se la trae al pairo lo que pasa a sus espaldas-, se unió esta vez un poco de chispa en ataque. Sobre todo por la movilidad y clarividencia del recuperado López Silva y con los movimientos del banquillo.
Pero, aunque sólo fuera por el hecho de jugar en casa, fue el Numancia el que salió mandón, avisando a los tres minutos. Fue la primera vez que Del Pino ganó la espalda a Cristian García, si bien su disparo ya dentro del área salió por encima del larguero. Estaban los sorianos con la lección bien aprendida, buscando constantemente la espalda a la zaga, sobre todo por los costados, con continuos balones frontales.
Con todo, el partido era aburrido. Nada extraño viendo la trayectoria reciente de ambos conjuntos, que encima tuvieron el honor de ser los encargados de cerrar el campeonato. Sin intensidad, con poco ritmo en las transiciones. Lo que no impedía alguna que otra llegada. El activo López Silva pisó dos veces con peligro el área, fallando en el control en la primera y viendo la llegada de Pedro en segunda oleada en el segundo, aunque el murciano no pudo completar la acción ante la llegada de Bonilla y Herrerín.
Mucha más claridad ofreció el Numancia en sus acercamientos al portal de Saizar. Bedoya, incisivo y móvil por dentro, lo intentó con un zurdazo que acarició el poste del portal blanquiverde y acto seguido fue Natalio el que se la jugó con un zapatazo desde la frontal que rechazó bien el meta vasco. Ya hubo que esperar al filo del descanso, aunque sin duda mereció la pena. Un cesión de Armando a Saizar sancionada por el colegiado obligó al cancerbero cordobesista a intervenir de nuevo con éxito, algo que no pudo siquiera hacer en la última antes de enfilar los vestuarios. Del Pino, otra vez sacando de sitio a Cristian García, cargó la pierna derecha y se sacó un latigazo que hizo temblar el larguero.
La segunda mitad siguió bajo el mismo signo de equilibrio, aunque siempre teñida ligeramente de rojillo. Sólo eran mejores por ser menos malos. Y es que aguantar delante de la televisión un esperpento de esta magnitud era ya más que meritorio. Aún así, con la aparición de los primeros síntomas de cansancio, el encuentro se rompió, algo a lo que también ayudaron los primeros movimientos en los banquillos. El balón iba más constante ya a ambas áreas y los porteros empezaron a cubrir su cuota de protagonismo.
Saizar respondió bien a mano cambiada ante un tiro de Bedoya que buscaba la escuadra y poco después fue Dubarbier, con más libertad tras el cambio de dibujo hecho por Esnáider, el que no supo definir ante la salida a la desesperada de Herrerín, acertado también a la hora de repeler varios intentos en posiciones centradas de Enzo Rennella. Pero no se quedó sin trabajo Saizar en esta última fase del duelo. El vasco sacó una buena mano a un tiro de Nieto y puso el cuerpo para desbaratar un tiro forzado de David Martín. Pero ya no pudo hacer lo mismo con el último intento de Nieto. Ahí se acabó el sainete.
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