El pasado siempre vuelve

Crispi se dirige a Manolín Cuesta ante la mirada de Escalante. Todos ellos son historia viva del Córdoba.
Crispi se dirige a Manolín Cuesta ante la mirada de Escalante. Todos ellos son historia viva del Córdoba.
Francisco Merino

05 de abril 2009 - 05:02

El pasado siempre vuelve. A veces sin previo aviso, entrometiéndose por las rendijas de la memoria para arrojar luz o dudas, vaya usted a saber. Otras veces se presenta tras ser invocado en una efeméride, que es ese acto peculiar en el que los protagonistas de un acontecimiento excepcional se reúnen para alimentar su leyenda y de paso para (de modo involuntario pero inevitable) agredir a golpes de nostalgia a sus desafortunados sucesores. El pasado siempre vuelve, claro. A menudo es un acontecimiento magnífico, que ejerce un efecto ejemplarizante y motivador.

Lo malo es cuando vuelve para quedarse, atornillándose en el día a día como un inquilino repelente que no para de repetir cosas como que cualquier tiempo pasado fue mejor o que la buena época quedó sepultada para siempre. Un vistazo al estado de la cuestión en el deporte cordobés invita a pensar que éste tiene más pasado que futuro. Desde el fútbol a la petanca, no hay modalidad que no viva entre cuitas y lamentos. Unos añoran lo que dejaron atrás; otros, simplemente, lloran porque sienten que jamás llegarán a progresar más allá de su miseria cotidiana. La crisis actual ha venido a dar el tiro de gracia a quienes ya llevaban en crisis desde mucho tiempo atrás. Parece que en el mes de las flores se marchitarán de forma definitiva -si es que no lo han hecho antes- aventuras llamadas a aportar una nota de color al sombrío panorama provincial. En medio de la tormenta de dudas hay una certeza que se acepta como una amenaza o una esperanza, según versiones: todo va a cambiar en los próximos meses. Muchísimo. De modo radical. El futuro se presenta como una imposición en la que será más conveniente adaptarse a las circunstancias que tratar de modelarlas. Mientras, quedan momentos para ver, entender y reflexionar. Hace falta.

HÉROES

Se conmemoraron como Dios manda -alrededor de una mesa con suculentas viandas y caldos de la tierra- los 47 años del primer ascenso del Córdoba a Primera División, aquel abril de 1962 en el que un increíble 0-4 en el Colombino de Huelva desató en la ciudad una fiesta sin igual. Muchos de sus protagonistas aún se emocionan cuando relatan, como si hubiese sucedido ayer mismo, aquel episodio mágico. Los cordobesistas añejos tienen en esa tarde su particular España-Malta. Esas sensaciones se agrian cuando se advierte que el oponente entonces, el Recreativo de Huelva, está ahora en la máxima categoría y ha llegado a jugar una final de la Copa del Rey. ¿Se imaginan ustedes al Córdoba en una final?

Piensen por un momento en que al club blanquiverde le hubiera pasado en todo este tiempo -casi medio siglo, que se dice pronto- algo parecido a lo que ha sucedido en Huelva, Almería, Málaga o incluso Cádiz, por poner ejemplos cercanos. ¿Qué ha ocurrido futbolísticamente en Córdoba en los 37 años que lleva sin pisar la élite? Sin ánimo de crueldad, citemos los éxitos más relevantes: un ascenso de Tercera a Segunda B en Valdepeñas en 1985, dos saltos a Segunda A con hazañas en Cartagonova en el 99 y el Alcoraz en el 2007, una clasificación para cuartos de final de la Copa del Rey en 2002 tras eliminar al Mallorca de Samuel Eto'o…y, como aderezo, unas cuantas salvaciones milagrosas a última hora. El tope clasificatorio en casi cuatro decenios es un duodécimo puesto en Segunda División. Algo no va bien. ¿Se puede arreglar? Hay que pensar que sí, por pura cuestión de equilibrio mental. ¿Y en estos tiempos de crisis? Pues quién sabe si el Córdoba, históricamente más ducho administrando monederos semivacíos que chequeras sin límite, encuentra al fin su ansiado momento cuando parece que todo se desmorona. Sería, por otra parte, algo muy propio de una entidad que cada año reúne a sus veteranos -lo hace su asociación Futvecor, liderada por el gran Litri- para dar testimonio de una época en la que el Córdoba estuvo entre los más grandes.

ESTO SE HUNDE

El dramatismo del capítulo final está a la altura de su exageradamente brillante pasado. Subió al cielo, voló más alto que nadie y vivió momentos que nadie le va a quitar. Ahora va en caída libre y, si no media un milagro, se estrellará contra la pétrea realidad de la ruina. El Villanueva, o más bien lo que queda de él, no se presentó ayer a jugar su partido ante el Jerez Industrial. Sin entrenador ni cuerpo técnico, con la junta directiva incapaz de solucionar el embrollo económico, con un grupo de futbolistas cada vez más diezmado -esta semana se marcharon Martín y Quero, uno de sus hombres más emblemáticos- y arrastrando una cantidad inaguantable de nóminas impagadas, el Villanueva ha dicho basta. Atrás quedaron sus ascensos a Segunda B, sus derbis provinciales con el Córdoba, sus inolvidables partidos ante adversarios de fuste o su cacareado proceso de profesionalización que, al final, fue el inicio de su decadencia. El fútbol en Villanueva vive sus horas más tristes. Esto no lo arregla ya ni Carmonilla.

RENACER

Fue más público que cualquier otro día. Quizá porque el reducido grupo de fieles entendió que los jugadores se merecían un premio por haber dejado casi solventada la permanencia en La Coruña. Quizá porque muchos percibieron el olor de la sangre y aguardaban con sádica morbosidad ver la caída del equipo. Quizá porque se regalaron muchas entradas a clubes y colegios. El caso es que la gente fue y vio lo que vio. El Cajasur Córdoba 2016 perdió ante el Navarra, lo que entraba dentro de lo previsible. Su principal y único rival para echarlo de la LEB Plata, el Coruña, perdió en casa del colista y convirtió el enésimo tropiezo de los bermellones, su último añadido a la colecciones de victorias morales, casi en una anécdota.

Estuvo bien que la gente fuera al Palacio de Deportes Vista Alegre porque pudo ver a un equipo. Con un juego muy mejorable, un patrón discutible y unas limitaciones palpables, sí, pero un equipo. El equipo que ha representado a la ciudad -que es éste, por encima de fusiones o experimentos- en ligas nacionales desde hace casi cuarenta años. Un equipo acostumbrado a sufrir, a pelear frente a los rivales y contra sí mismo, a ser permanentemente torpedeado por pervertidos que quieren reinventar en mundo a su medida queriendo hacer culpables a los nietos de los pecados que cometieron sus abuelos. Al final, una mirada al banquillo reflejaba la magnitud de la tragedia. Expósito se lamentaba con una bolsa de hielo en el tobillo. Ferrer parecía soñar con que su rodilla le conceda algún partido más. Roto y harto, el equipo se salvará. Y después...

stats