El mito del patadón ya es historia en Ipurua

Garitano ha potenciado el estilo combinativo de un Eibar que, alejado de la leyenda, apuesta por el buen trato del balón como principal vía hacia el éxito

Eneko Bóveda salva la entrada del exblanquiverde Richy en la visita del Girona a Ipurua.
C. L. Córdoba

05 de septiembre 2013 - 05:02

El Eibar que el CCF se encontrará el domingo en Ipurua es un equipo alejado de los cánones que se le han adjudicado al club guipuzcoano a lo largo de su historia. La leyenda habla de un cuadro bravo, aguerrido, intenso, algo que no ha perdido, como buena escuadra vasca. Pero, además, también trata de jugar siempre la pelota desde atrás, abandonando el mito del pelotazo que se ha convertido en su compañero de viaje. Es una seña de identidad que ya apareció en muchos momentos del pasado reciente y que ahora se ha encargado de potenciar Gaizka Garitano, el héroe de un ascenso que ha devuelto al fútbol eibarrés al profesionalismo tras cuatro temporadas en el pozo de la Segunda División B.

Asentado en un 4-2-3-1, el técnico vasco inculca a sus hombres la idea de tratar de sacar siempre la pelota jugada, dejando el balón largo como un recurso aislado. De hecho, sin ir más lejos, en el último choque en Las Palmas renunció a jugar con un delantero puro (Arruabarrena o Urko Vera) para meter a un falso nueve (Gilvan Gomes), perdiendo una referencia para el pelotazo, pero ganando un hombre para combinar por abajo. Precisamente, el brasileño ex del Hércules es el tipo de jugadores reclutados este verano para el regreso a Segunda. Gente de calidad como el madridista Jota Peleteiro o Morales, que ya se midió al CCF esta pretemporada defendiendo los colores del Levante.

Es la firme apuesta de Garitano, un entrenador que ha devuelto la ilusión a la afición armera. Y el buen fútbol que ya impusieron con distinta fortuna y en etapas no muy lejanas técnicos como José María Amorrortu, José Luis Mendilibar o Manix Mandiola.

Cuando un equipo viaja a Eibar todo el mundo se dibuja en la cabeza un partido bronco, resuelto más por fuerza que calidad porque visiona un campo pequeño y poco dado a las florituras. No es del todo real. Ipurua tiene unas medidas de 103x65, es decir, en comparación con El Arcángel, es dos metros más corto y cinco más estrecho. Así que terreno hay de sobra para practicar el fútbol que cada uno proponga. Algo que en el caso de los dos contendientes del domingo, pasa por tratar de mover bien la pelota, con soltura y calidad en los metros finales. Lo que no quiere decir que al final la cosa se decida en una acción de estrategia o una acción embarullada, pues fútbol es fútbol.

Lo que sí parece claro es que la excusa del campo no vale en esta ocasión. Sencillamente porque el verde de Ipurua está en un estado inmejorable tras haber sido cambiado en su totalidad -se estrenó hace dos semanas ante el Girona- durante el verano con las aportaciones a partes iguales (150.000 euros) de la Federación Guipuzcoana de Fútbol, la Diputación, el Ayuntamiento y la propia entidad azulgrana. Es más, ni siquiera la previsión de lluvia para el domingo sirve de amenaza, toda vez que el drenaje de los estadios del norte nada tiene que ver con los del sur y el encharcamiento se descarta.

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