Baloncesto

Una liga de locos

  • El CBP, una liga profesional que vivió dos meses de delirio y puntos, aún se recuerda dos décadas después.

No ha habido jamás una muestra de ambición tan irracional y desmedida en la historia del deporte cordobés como la de aquellos días increíbles de finales de los 80, la década en la que todo parecía posible. Incluso que un sonoro batacazo –el del Cajasur, que descendió en Primera B pese a los ¡46’5! puntos de promedio de Derrick Gervin, que acabó en la NBA– sonara como música celestial con la simpar partitura de su presidente. Andrés López, un visionario tan controvertido como imprescindible para entender la paradoja infinita del deporte en Córdoba, se enfrentó al poder establecido –a la FIBA, a la Federación Española, a los clubes, a su ya nutrida legión de críticos y hasta al poderoso José María García, en aquella época  monarca absoluto del periodismo deportivo desde las ondas radiofónicas– al poner en marcha un proyecto a caballo entre lo romántico y lo estrambótico: el Circuito de Baloncesto Profesional (CBP), una ABA con sabor a salmorejo que nació con una corta esperanza de vida. Seguramente ya lo intuían quienes parieron el proyecto, aunque también tenían clara una cuestión: “Va a ser divertido”. Y tanto.

Veinte años después de aquella aventura de locos, aún se recuerdan los hiperbólicos marcadores, el atuendo rayado de los árbitros –permisivos hasta lo risible–, la oda perpetua al ataque sin control, la pasarela de mates y la acumulación en la pista del mayor número de jugadores estadounidenses que se hubiera visto hasta entonces. Nadie entendió demasiado bien el sistema de competición, entre otras cuestiones porque pronto empezaron a caerse equipos del cartel o a cambiar de sede. El CBP arrancó el 8 de octubre de 1988. El circo sobrevivió apenas dos meses.

Echó la persiana al negocio con un All Star bizarro el 7 de diciembre en el Polideportivo de la Juventud (176-157), en el que se proclamó campeón del concurso de mates el ídolo local, Luis Luque, alias Patato –su familia regentaba un negocio de patatas fritas cerca de La Corredera–, entre la algarabía de un público que aún no sabía –aunque alguno pudiera sospecharlo– que después de aquello no habría más. Fue el colofón más apropiado para una competición tan inexplicable como inolvidable. El portal especializado en baloncesto solobasket.com recordó recientemente este expediente x del baloncesto español, cuya historia circula casi como una leyenda urbana por los foros de internet.

El Circuito de Espectáculos de Baloncesto Profesional (CBP) era una sociedad mercantil creada con el objetivo de ofrecer baloncesto de élite, independiente y no federado, bajo patrones calcados de las ligas americanas. Mirándose en el espejo de la NBA, esta novedosa competición incluía tres americanos por equipo, un draft para escoger jugadores con prioridad para los clubes más débiles, tiempos de posesión más cortos... En suma, un paraíso al que se podía acceder previo depósito de un aval de 15.000 dólares, con presupuestos que no bajaban de los 20 millones de pesetas. Andrés López, fundador y presidente del Juventud de Córdoba, era el presidente del Circuito Profesional, que tenía como secretario al empresario cordobés José Carreira, propietario de una agencia de publicidad, y como surtidor de jugadores estadounidenses a Albert Gabarrós, representante en España del intermediario Alan Baxter.

El CBP se presentaba como la esperanza para el baloncesto cordobés y el de otras localidades españolas que, por unas u otras causas, se estaban quedando apartadas del boom que este deporte vivía en esos años. Sus defensores aseguraban que estaban adelantándose al futuro. Sus detractores advertían que el proyecto tenía un negro porvenir por la falta de infraestructura en muchos clubes y las dificultades económicas que entrañaba el proyecto. Y entre los principales opositores del circuito profesional estaba, como no podía ser menos, la Federación Española, que vio a un enemigo declarado en Córdoba.

De los más de treinta equipos interesados, sólo diez cumplieron los requisitos exigidos por los organizadores. El CBP arrancó con unas perspectivas inciertas. El carácter del torneo, la distribución geográfica de los clubes (cinco andaluces, dos castellano leoneses, un extremeño, un murciano y un levantino) y las reticencias de los aficionados convirtieron lo que se presumía como un espectáculo de alto nivel en un teatro de dudosa rentabilidad, tanto en lo económico como en lo deportivo. El primero en abandonar el barco fue Palencia, sustituido por Logroño. Los conjuntos de Cádiz y Sevilla se dispersaron a finales de noviembre. Dos meses después del arranque sólo quedaban seis equipos.

El Basket Córdoba Cajasur compuso un plantel con sus puestos principales cubiertos por tres americanos: el base de 25 años y 1,91 Roosevelt Pritchett, el alero de 2,00 y 22 años Reggie Owens y el pívot Jerry Adams (24 años, 2,03), que continuaba en la ciudad después de formar parte del Diario Córdoba Cajasur en la temporada del descenso de Primera B. Los nacionales que estuvieron a las órdenes de Manuel García, quien tras su etapa como jugador afrontaba su primera experiencia como técnico de una plantilla profesional, fueron los cordobeses Santi López (base, 27 años, 1,86), Ramiro Angulo (escolta, 23 años, 1,91), Bruno Lozano (alero, 22 años, 1,91), Antonio Moreno (alero, 22 años, 1,96), Juan Viúdez (pívot, 22 años, 2,03) y Luis Luque (pívot, 21 años, 2,03).

Con este conjunto, el equipo dibujó una salida fulgurante con diez victorias consecutivas, tanteos escandalosamente abultados (un 164-135 ante el Linares en el Polideportivo) y la posibilidad de pelear por el título, aunque ni siquiera esa variación fundamental con respecto a etapas anteriores (el Juventud siempre había peleado por no descender) sirvió como reclamo para una afición que no ocupaba las gradas como antaño. Pero no sólo iba a faltar público en los pabellones. Pronto iban a comenzar las deserciones de equipos por problemas económicos, la marcha de americanos, las modificaciones del calendario y un sinfín de contratiempos que conducirían al CBP por la senda del desastre. “Se hablaba de que no íbamos a salir ni siquiera y de que no terminaríamos; vamos a verlo”, afirmaba en aquellos duros momentos Andrés López. Las negociaciones con la firma Kelme para reflotar el proyecto se mezclaban con las quejas de los jugadores americanos,que a final de año no habían cobrado ni el diez por ciento de los 3 millones de pesetas que estipulaban sus contratos. Aquello terminó como pudo y dejó tantas deudas como pocas ganas de repetir la experiencia.

¿Quién fue el campeón? Se supone que el Cajasur Basket Córdoba, que  el momento del cierre de la Liga se situaba como líder destacado. Nadie sabe cómo quedó la clasificación final, ni cuántos partidos ganó cada uno. Los  estadounidenses  sólo se preocupaban por abrillantar sus estadísticas y conseguir algún contrato decente en España o en alguna liga europea dentro del marco federativo. Después del impacto inicial, en el que el Circuito de Baloncesto se presentaba como “la tercera liga profesional del mundo,  junto a la NBA y la de Filipinas”, los medios de comunicación pasaron de tratar la competición como una estrambótica curiosidad a sepultarla en la clandestinidad. De la radio y la televisión, ni hablar. La vocación nacional del campeonato se convirtió rápidamente en un  chiste y el CBP anduvo, a trancas y barrancas, como un acontecimiento de rango local con un interés decreciente.  Tras el  All Star en el viejo Poli de la Juventud –hoy tapiado y convertido en casa okupa–, el CBP se convirtió definitivamente  en un suceso desclasificado en la historia del deporte español. Su creador, Andrés Lopez, es actualmente gerente del Cajasol Córdoba 2016 en la LEB Plata. Manuel García, el técnico de entonces, es ahora el director deportivo cordobés.

‘Fly Cricket’, un grillo como mascota del proyecto

El Circuito de Baloncesto Profesional tenía previsto registrar marcas de refresco, líneas de ropa y un centenar de productos relacionados con la competición. La imagen del campeonato era la figura de un grillo entrando a canasta.

Carlos Cabezas, padre del internacional, jugó el CBP

Con 32 años, y en las filas del Benalmádena, Carlos Cabezas era una de las estrellas de la liga. El escolta uruguayo se afincó en España y su hijo –estrella del Unicaja, ahora en el Khimki ruso– ha sido campeón del Eurobásket.

Michael Saulsberry llegó a militar en el Barcelona

Saulsberry estuvo en  el CBP jugando con el UCLA Básket Linares. Meses después disfrutó de un contrato temporal en el Barça para suplir a Norris. En el 2008 aún jugaba en los Halcones Rojos de Veracruz... ¡con 45 años!

Los 10 equipos

1. Cajasur Basket Córdoba

2. Torrepacheco

3. Palencia

4. Linares Land Rover

5. Hiper Cádiz

6. Don Benito

7. Basket Sevilla

8. DYK Segovia

9. Benalmádena

10. Kelme Elche

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