Liga bbva

No jueguen más con este club, por favor (2-0)

  • La enésima demostración de dejadez blanquiverde conduce a otra derrota bochonorsa que ensucia aún más el nombre del Córdoba. El equipo acabó la cita con nueve al borrarse de manera indigna Íñigo López y Fede Cartabia.

La triste descomposición por la que atraviesa el Córdoba vivió un nuevo capítulo, quizás el más bochornoso de una temporada ya de por sí ridícula, en Los Cármenes, donde el que tenía que ganar, ganó. Nadie dudaba de que el Granada iba a sumar estos tres puntos vitales en su carrera hacia la permanencia. Lo que algunos aún esperaban es que los blanquiverdes no se los pusieran en bandeja de plata. Con una dejadez pasmosa que los malpensados aprovecharán para ver algún tipo de favor entre vecinos, el cuadro cordobesista echó una mancha más en el historial y el escudo de una entidad que va a tardar mucho tiempo en recuperarse de esta campaña para olvidar. Todos los buenos mensajes que acoge la sala de prensa durante la semana volvieron a caer en saco roto ya desde el inicio, con el equipo tirado atrás, indolente, sin capacidad para competir. Algo que se multiplicó cuando Íñigo López decidió borrarse a la media hora de una manera indigna, aunque al menos dando dos patadas; Fede Cartabia lo hizo ya en el tramo final y con todo decidido por una serie de protestas absurdas que sólo dibujaban un fin: evitarse el último juicio de la grada en El Arcángel y no volver a vestir la camiseta de un club que no se merece que jueguen con su nombre como lo están haciendo estos profesionales. Al menos, algún compañero que mantiene aún el honor y el orgullo, se lo recordó cuando se encontraron en la caseta al final del duelo, en una discusión que no llegó a mayores por la mediación del resto y que sólo fue la continuidad de la bronca que ya hubo en el intermedio también entre bambalinas. Y es que este final tan canalla hay a quien todavía escuece, lo que no es poco visto lo visto. 

Romero apostó de inicio por un equipo patrio, lo más parecido a lo que continuará el próximo curso por El Arcángel, con Edimar y Krhin como los únicos valedores de la pléyade de erasmus que han pasado este año por la ciudad con la excusa del fútbol. Al menos, de salida, parecía que el técnico había recapacitado sobre las continuas oportunidades a jugadores con nombre y sin hambre, lastres para el colectivo a fin de cuentas. Pero había que ver, ahora que el descenso ya era un hecho, si la actitud variaba, aunque fuera un poco, para no dar el cante. Pero no tardó en quedar patente que la pasividad es inamovible, que está arraigada en lo más profundo del vestuario. De hecho, como si aún tuviera tintes de final, el Córdoba se tiró atrás y quedó a merced de su oponente desde los primeros compases, como si un punto fuera válido... ¿para qué? Todo hacía indicar que tocaba el mismo suplicio de semanas anteriores, aunque con la duda de si la derrota sería por méritos del rival o deméritos propios. La respuesta llegó pronto. Dos amarillas en apenas 21 minutos de Íñigo López empezaron a esclarecer el panorama, sobre todo de una afición local que no dudó en decir adiós con aplausos al que fuera héroe nazarí un par de años atrás. Ya por entonces, por cierto, el Granada había demostrado el porqué de su situación, fallando ocasiones clarísimas -tiro cruzado de El Arabi, cabezazo a quemarropa de Mainz y paradón de Juan Carlos, volea alta y zapatazo de Piti- permitidas por una retaguardia que defendía con la mirada, de lejos. 

Era cuestión de tiempo que el partido se rompiera. El Córdoba parecía un equipo de alevines, con todo el respeto para los niños, pues el balón le duraba apenas unos segundos y su intensidad para la defensa era nulas. Y eso que enfrente estaba un equipo mediocre que no acababa de creerse que el guión fuera tan fácil de seguir. Con diez en el campo, Luso se metió atrás y el equipo ya sí que no pisó área contraria, salvo en una arrancada de coraje de un Krhin que aún estará pensando qué habrá hecho en otra vida para merecerse este vía crucis. El conjunto local apretaba con las apariciones por los costados de Nyom y Juan Carlos, y la verticalidad de Rochina y Piti, pero era a balón parado cuando se veía en un oasis. Babin cabeceó solo al único sitio donde estaba Juan Carlos para lamentarse contra un poste que acto seguido vio pasar de cerca el zapatazo de Rubén Pérez. El gol no llegaba y viendo que eso podía conllevar algún nervio innecesario, la defensa cordobesista abrió pasillo en una falta para que Mainz mandara a placer el balón a la red. Era, como tantas y tantas veces, el ocaso del primer periodo; la diferencia esta vez es que ya daba igual, que incluso pareció venirle bien a los visitantes. A todos no, pues en el vestuario la bronca fue de aúpa por la imagen de equipo de patio de colegio dada, por esa alarmante sensación de algunos de que nada pasa. 

Eso, lógicamente, no sirvió para reactivar al grupo, todo lo contrario. Romero siguió a lo suyo y reforzó la zaga con Pantic, otro que hace ya tiempo que dejó claro que lo que pase en Córdoba le importa entre poco y nada. Había que evitar la goleada como fuera, vaya a ser que por pasar del centro del campo al equipo le quitaran cualquier premio. Pero si defiendes a distancia, andando, lo normal es que el rival te apriete. Rochina volvió a probarlo tras disfrazarse de Messi en una diagonal sin oposición y quizás eso encendió a Cartabia, que calentaba en la banda. El argentino, que se cree que es como Leo, sí tuvo recompensa a su alargada apatía con más de media hora, pero desde el principio ya se vio que esa no era la solución. Después de olvidarse del colectivo en sus primeras intervenciones, con los desaires lógicos de los compañeros, llegó el caos más absoluto, el punto culminante de la comedia. Primero con un penalti a la carrera de Pantic, tan claro como irrisorio que permitió a El Arabi amarrar el triunfo; luego, por la expulsión más vergonzosa y descarada que se recuerda, la de Cartabia por protestar. Dos amarillas seguidas que deberían de repercutir en su bolsillo, siempre que el club quiera velar un honor y un orgullo que siguen siendo mancillados, con episodios tan indignos como el de Granada, donde no se repitió la goleada de siete días antes por razones evidentes que bien refleja la tabla. Pero no sería porque los blanquiverdes no pusieron todo de su parte para que así fuera, con otro ridículo más que sumar a esta canallesca temporada. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios