El hombre tranquilo llegó a la cima

Ciclismo l Tour de Francia

Carlos Sastre logra el ansiado premio de ganar el Tour tras muchos años a la sombra de un líder al que servir de gregario · El recuerdo de su cuñado 'Chava' Jiménez fue su mejor motivación para vencer

Carlos Sastre resopla tras ser agasajado en el podio como virtual ganador del Tour.
C. De Torres (Efe) / S. A. Montrond

27 de julio 2008 - 05:02

Carlos Sastre (Madrid, 33 años) ya puede disfrutar tranquilo del sueño que le ha hecho sufrir desde su niñez, que no es otro que llegar de amarillo a París como vencedor del Tour de Francia, en su undécimo año de profesional y sólo cuatro días después de conquistar la cima de Alpe d'Huez, en el día que sacó el billete ganador.

El séptimo español que subirá a lo más alto del podio en los Campos Elíseos, el ciclista que unirá su nombre a los de Bahamontes, Luis Ocaña, Pedro Delgado, Miguel Indurain, Óscar Pereiro y Alberto Contador, se bañó en oro en Saint Amand Montrond, la ciudad francesa que rinde culto al metal precioso. Un momento cumbre que llegó después de poner a buen recaudo una renta de 94 segundos ante el acecho del australiano Cadel Evans, unos minutos que desbordaron la alegría de aficionados, compañeros, directores y que, sin embargo, no parecieron alterar un ápice al nuevo conquistador español del Tour, el hombre tranquilo.

El ciclista que cambió de hábitat pasando del top ten al número uno de la carrera más importante del mundo, coronó con absoluta tranquilidad y sosiego la hazaña de su vida. ¿Es alemán?, preguntaban algunos en la atestada sala de prensa del Tour, donde centenares de periodistas de todo el mundo afinaban el oído para conocer las impresiones del nuevo héroe.

"Me siento feliz y tranquilo. He sufrido mucho toda mi vida para llegar hasta aquí y también he sacrificado a mi familia. Me siento realizado después de 11 años de profesional. Quiero seguir disfrutando de mi trabajo y saborear más triunfos", dijo sin inmutarse Sastre, quien destacó la influencia que ejerció sobre él como corredor el francés Laurent Jalabert, ex compañero en el ONCE.

Forjado desde los ocho años en las carreteras abulenses cercanas a El Barraco, el pueblo de Ángel Arroyo y de su fallecido cuñado Chava Jiménez, entre otros, desde que empezó en la escuela de ciclismo de su padre a la edad de 8 años tuvo claro que las líneas a seguir serían la disciplina, el trabajo y sobre todo, el amor a la bicicleta, juguete que prevaleció ante el balón de fútbol y las zapatillas de atletismo.

"Todo se consigue con motivación. Sé quien soy, confío en mí y sé lo que me he sacrificado para conseguir esto", dijo Sastre, sin inmutarse.

Su fibra sensible salió a flote cuando se refirió a su cuñado Chava Jiménez, el hombre que le hizo ver "la realidad de la vida con el ciclismo" y con quien entró en la meta, de manera simbólica, como le hubiera gustado al ex corredor del Banesto. "Es la persona que más me ha hecho llorar en la vida. Su derrota ha sido mi victoria", aseguró.

Es el lado más humano de Sastre tras la hemorragia de alegría que se desató en la meta, un corredor que necesitaba libertad para progresar, después de un sometimiento deportivo como gregario a líderes como Tyler Hamilton o Ivan Basso. El liderazgo llegó tarde, pero a la primera oportunidad hizo el pleno.

Con tres etapas del Tour en su palmarés (Les Domaines 2003, Morzine 2006 y Alpe d'Huez 2008), Sastre expuso sus inquietudes a principios de temporada ante los técnicos del CSC. Pidió los galones y se los dieron, y él mismo se encargó de diseñar el equipo para el Tour. Una responsabilidad en un equipo donde habitan otros gallos, como los hermanos Andy y Franck Schleck.

Con la etiqueta de regular y exento de sentido ofensivo en carrera, Sastre, a quien le gusta destacar su admiración por Pedro Delgado, cambió el guión el día 23 de julio en la decimoséptima etapa del Tour. Un ascenso de 13 kilómetros en solitario hasta la cima de Alpe d'Huez le permitió acabar con la resistencia de todos los rivales, se puso de amarillo y cumplió la tradición que adjudica el triunfo final en París a quien se pone la prenda dorada en tal señalada cima.

Sastre, en el foco de atención, durmió abrazado al maillot amarillo la primera noche. Apenas un rato para conciliar el sueño y luego a soñar tranquilamente. "No me planteo la contrarreloj del sábado, hay tiempo para ello, no tengo presión alguna, sólo quiero recuperar y darlo todo para intentar ganar el Tour", dijo repetidamente ante decenas de micrófonos.

Y llegó el día D. Día lluvioso. Un paseo de reconocimiento del circuito y a esperar a las 16:26. Poco más de una hora después su vida había cambiado por completo. Era el vencedor del Tour de Francia. Se había convertido en una estrella mundial del deporte que ha vivido y sufrido desde niño. Y él tan tranquilo, pero feliz por haber saldado una cuenta con el inolvidable Chava Jiménez.

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