Una herencia muy pesada

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Los desmanes económicos realizados durante las etapas de Rafael Campanero y José Miguel Salinas en la presidencia marcan el futuro del CCF · Por primera vez en su historia, el club está obligado a ser verdaderamente autosuficiente

Cisco López / Córdoba

03 de julio 2011 - 05:02

Carlos González apenas lleva un mes en Córdoba. Tiempo más que suficiente para poner patas arriba un club recién entrado en concurso de acreedores tras acumular una deuda superior a los ocho millones de euros. El plan del nuevo propietario y presidente de la entidad ha sido drástico. Ante la negativa de los profesionales a rebajar sus emolumentos, ha iniciado un Expediente de Regulación de Empleo que se ha llevado por delante también a varios empleados no deportivos. La medida era obligada, pues era imposible presentar el ERE sólo con los siete jugadores que no entran en los nuevos parámetros económicos. Con esta postura, el CCF ajustará el capítulo de gastos al de ingresos -se estiman seis millones, entre los que habrá una partida entre el 10 y el 20 por ciento destinada para saldar parte de la deuda-, siguiendo los parámetros marcados por los administradores concursales. Por primera vez en la historia reciente, el inquilino de El Arcángel sobrevivirá gracias a su financiación, sin nadie que cada final de curso tenga que salir en su auxilio.

Pero, ¿el Córdoba no había entrado ya hace unos años en periodo de austeridad con el objetivo de reducir su déficit a cero? ¿No estaba en una fase de autofinanciación que liberara de cargas financieras a la propiedad? Lo cierto es que esos mensajes que se lanzaron ya desde la llegada a la presidencia de Rafael Campanero en 2006 y que siguieron con el aterrizaje de José Miguel Salinas hace dos años nunca se cumplieron. El club ha seguido acumulando deuda año tras año, lo que finalmente ha desencadenado esta situación límite. La próxima temporada sólo continuarán seis futbolistas de los que echaron el cierre al curso en Gerona el 4 de junio. Otros siete de los que tienen contrato en vigor han sido señalados en una lista negra por sus altos salarios y su futuro lo resolverá un juez si no alcanzan antes un acuerdo para abandonar la entidad con la carta de libertad en la mano. De los que terminaban contrato, apenas un par -Jorge Luque y Arteaga- interesan deportivamente, pero lejos de sus retribuciones actuales.

El Córdoba ha vivido en los últimos años -desde la época de Rafael Gómez como máximo accionista- muy por encima de sus posibilidades financieras. Al encontrarse bajo el sostén de un mecenas que equilibraba las cuentas al final de cada campaña, la vista de sus dirigentes quedó nublada. Así se fueron fraguando fichajes inconcebibles, se regalaron contratos inasumibles y se firmaron nóminas fuera del sentido común. Porque con la entidad blanquiverde a duras penas asentada en Segunda División, siempre lejos de los puestos de honor y celebrando con un éxito ¡un décimo puesto! por ser el mejor registro en los últimos 34 años, no es muy normal que varios integrantes de la plantilla se vayan a más de 300.000 euros anuales de ficha y pasar de los 200.000 fuera algo lógico. Todo hasta que un empresario como Carlos González aterrizó e inició una revolución que amenaza con cambiar -para bien o para mal- la historia de la entidad.

Durante los tres años de mandato de Rafael Campanero, marcados por el retorno al fútbol profesional tras dos cursos en el infierno de la Segunda B, llegaron jugadores de nivel como Arteaga, Ito, Cristian Álvarez, Juanlu, Asen, Carpintero, Yordi... Pero ¿a qué coste? Salvo los que desembarcaron en la categoría de bronce, que vieron aumentados sus salarios con el ascenso, los demás tenían fichas prohibitivas para muchos compañeros de Liga, fichas que sobrepasaban los 200.000 y, en la mayoría, los 300.000 euros de largo. Unos sueldos que en algunas ocasiones no se vieron reforzados con el nivel deportivo, lo que obligó a la rescisión del vínculo -léase Yordi, Ito o Cristian- con el coste añadido que supuso la desvinculación definitiva. Era la llamada etapa de austeridad, una fase en la que se anunció a bombo y platillo la renovación del canterano Javi Flores con emolumentos de crack de primer nivel durante un encuentro con las peñas.

Unos desmanes que no se cortaron ni mucho menos con Salinas al mando de las operaciones, por mucho que su llegada estuviera encaminada a la posterior venta de la propiedad y a aligerar los costes. Porque con el ex presidente, que durante el primer ejercicio estuvo más moderado, llegaron también futbolistas de un elevado caché como Usero, Jonathan Sesma, Alberto Aguilar, Juanmi Callejón... Además de las renovaciones claramente al alza de Raúl Navas y Pepe Díaz tras un primer curso notable. Con todo, su gran lunar fue la adquisición del 25% del pase de Agus a razón de 500.000 euros -deuda aún no saldada con el Real Madrid y que impidió la llegada de refuerzos en el último mercado invernal-, un negocio ruinoso vistos los resultados y la nula posibilidad de traspaso.

Todo este oscuro panorama financiero es el que ahora trata de enmendar González con la puesta en marcha del ERE y una política de fichajes marcada por un tope salarial que, de momento, ha propiciado la llegada de más hombres que nombres. Es la cara del nuevo Córdoba, un equipo obligado a reducir de forma considerable sus gastos para sobrevivir.

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