Un fin, un plan, un estilo y suerte
Lo de ganar o jugar bien es uno de los ejercicios de demagogia más rentables que se dan en este fútbol de nuestros días, en el que nadie parece dispuesto a parecer sensato por miedo a que digan de él que es un mediocre. Se llevan los chulos, los perdonavidas, los bocazas. Qué le vamos a hacer. Al Córdoba, un recién ascendido que sale -intenta salir, para ser más exactos- de una ruina global, hay quien le exige desempeñar el papelito de rebelde inconsciente y resultón, como ese William Wallace que en la película Braveheart enseñaba el culo a sus enemigos antes de lanzarse hacia una segura palmatoria.
A Paco Jémez, técnico del CCF, le va la marcha y no pierde ocasión para ajustar las tuercas al ejército blanquiverde. Ni una racha de ocho semanas sin ganar, ni una avalancha de críticas a su forma de gestionar los partidos, ni los cánticos de un graderío desilusionado, ni un calendario intimidador. Nada le quita de la cabeza que el Córdoba está para más. "No estoy contento con la clasificación porque nos faltan puntos que debíamos haber ganado", dijo esta semana el del Zumbacón después de cerrar el declive blanquiverde con un triunfo en A Malata frente a un cadavérico Racing de Ferrol. Un gol y a casa. Un precioso partido feo. ¿Jugar bien? "Estoy hartito de jugar mucho mejor que otros equipos, crear ocasiones y perder los puntos", apuntó Paco instantes después del lucrativo -en la clasificación, por descontado- evento en el semidesértico campo ferrolano.
COMO AQUELLA VEZ
Hoy, el Córdoba comparece ante un auditorio exigente y expectante. Multitudinario, como viene siendo habitual. La gente no pierde las ganas y El Arcángel acoge un partido con sabor a otros tiempos: llega la Real Sociedad después de 36 años de ausencia. Mucho tiempo. Un once para nostálgicos: Molina, López Prieto, Rodri, Cepas, Varo, Alarcón, Fermín, Carlos, Manolín Cuesta, Garrido y Escalante. Nueve cordobeses en el campo y un brasileño -Vavá, el hombre que eclipsó con dos goles el debut en un mundial del mismísimo Pelé- en el banquillo. Ahora hay un cordobés con la pizarra y posiblemente ninguno en el rectángulo. Qué cosas. En el palco, eso sí, sigue Campanero. Por cierto: el Córdoba venció aquella vez por 1-0, con gol firmado por Manolín Cuesta ante Esnaola, ese meta que siempre vestía de riguroso luto y acabaría convirtiéndose en una leyenda bajo el marco del Betis.
¿TRABAJAR SIN COBRAR?
La estética y la eficacia no son conceptos incompatibles, aunque a menudo se recurra a contraponerlos para remover la sopa boba de un debate chusco y ocultar males de fondo, seguramente más duros de aceptar y, por descontado, más difíciles de explicar. Dicen los ultraprofesionales que la parte más agradable de un trabajo llega en el momento de cobrar. Trasládenlo al fútbol. ¿Qué es una exhibición sin puntos?
Esta semana, el Real Madrid se fue de la Copa del Rey tras jugar un partido espectacular en el Bernabéu... y perder 0-1 ante el Mallorca. Se apreciaron combinaciones de alta calidad, remates aparentes, colocación, disciplina, complicidad entre los jugadores y entrega, pero los espectadores que al final salían del estadio no parecían estar demasiado contentos. Un par de días antes, a Schuster se lo querían comer porque los blancos practicaron un fútbol rústico y especulativo ante el Levante, al que ganaron por 0-2. ¿Espectáculo sin acierto? ¿Sopor con pegada? No se puede tener todo, de acuerdo, pero siempre será mejor agarrar algo que abonarse a la peor combinación posible: aburrir y perder. Y ahí el Córdoba está, como en tantas otras facetas, en la mitad del camino. Entretiene y empata (demasiado) a menudo.
Paco Jémez, claro, no se conforma. Quiere más. El equipo, después de una semana de terapia de grupo, parece haber recuperado la seguridad en sí mismo. Algunos dicen que jamás la perdieron, aunque la realidad y los datos les desmienten. Hasta el propio Paco habló de canguelo para referirse a esa situación que un especialista en motivación deportiva, Pepe Cabello, cataloga como anchoring (anclaje). Ante la repetición de sucesos adversos de manera cíclica, el equipo se paraliza. Un rollazo inaguantable.
A veces no se necesita nada más que un objetivo definido, un plan para llevarlo a cabo, un estilo de hacer las cosas y una pizca de suerte. Seguramente Paco lleve hoy su rosario. Por si acaso.
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