córdoba cf

El escenario tras la batalla

  • El Córdoba recicla la experiencia del frustrado proceso de venta · Retoma el plan de viabilidad hacia la autogestión

Un final y un principio. La extraña -y útil- venta frustrada a De Aldama, una bomba de explosión retardada, detonó hace aún pocas horas sin apenas ruido. Como un petardo mojado. El Córdoba sigue adelante como antes. Como siempre.

Enrocado en una situación sin sentido, el club escogió el periodo más congestionado deportivamente -tres partidos en una semana, dos en casa con escala intermedia en Barcelona- para dar oficialidad a lo que, de hecho, era una realidad: la ruptura del compromiso de venta de las acciones de Prasa al Grupo Signum Inversiones. Consciente de que la situación de provisionalidad se prolongaba peligrosamente, José Miguel Salinas desveló la decisión de José Romero y el club la ratificó vía web. De Aldama no pagó los 3 millones de euros prometidos y el trato se rompió. No hay más moratorias. Y ahora, ¿qué? Con el asunto de la venta aparcado mientras que no se concrete algo más alguna de las opciones en la recámara, el Córdoba afronta un periodo crucial para su supervivencia. Sí, tal como suena. El próximo cuatrimestre definirá el porvenir de un club que hoy se aferra a un instinto básico: sobrevivir. El Córdoba juega en todos los frentes tras redefinir su estilo. La estrategia no sólo está en la pizarra de Lucas.

La propiedad

Enséñame el dinero

Prasa quiere vender el club. Necesita hacerlo. Si ahora sigue al frente es porque no le queda otro remedio. Se trata, en todo caso, un ejercicio de responsabilidad y compromiso importante de José Romero que desde la entidad se han encargado de valorar convenientemente en público. Así lo han hecho Salinas, Alcaraz, los capitanes... Prasa hace frente a la situación con la aportación de activos para restablecer el equilibrio patrimonial y asumirá el pago de las nóminas a futbolistas y empleados. El Córdoba sigue teniendo colocado el cartel de "se vende", pero cambiará el estilo. Las operaciones frustradas con los grupos Augusta Business Capital -con Alessandro Gaucci como cabeza visible- y Signum Inversiones -con Víctor de Aldama- tuvieron como punto en común la negociación de aspectos estructurales básicos (consejo de administración, puestos de alta dirección, configuración del grupo deportivo, instalaciones...) sin que hubiese ninguna garantía económica. En el caso de los italianos, mucho más finos a la hora de lanzar mensajes ilusionantes a la afición, se llegó hasta a firmar un acuerdo en el que se pactaba una indemnización al actual propietario si la entidad no lograba ascender a Primera en tres años. Aquella cláusula, tan delirante como excitante, puso al cordobesismo en estado de nirvana.

De Aldama no se caracterizó por incitar a la euforia a la clientela, sino más bien lo contrario. La ambigüedad de su programa deportivo y los síntomas de desconocimiento que evidenció en algunas intervenciones en los medios propagaron el desasosiego. Su descarte definitivo ha provocado un suspiro de alivio en un amplio sector de seguidores. Ahora, lo único que subiría los biorritmos al Córdoba (y especialmente a su propietario) es que alguien se presentara con la solvencia económica suficiente (y demostrable) para reflotar a la entidad. Lo primero es el dinero; después se hablará de lo que haga falta. En las dos operaciones anteriores fue al revés.

La dirección

Déjame a mí el volante

José Miguel Salinas, que estaba con los dos pies fuera del club si Aldama aterrizaba, vuelve a reafirmarse como figura fundamental para salir del atolladero. Y a su lado, impertérrito, el vicepresidente Antonio Prieto. Ambos han sufrido un tremendo desgaste durante el proceso de negociación de venta desde el pasado verano, pero especialmente desde diciembre. "Vamos a una economía de guerra, que no es la que más nos hubiera gustado, pero no tenemos más remedio que apretar los dientes. La viabilidad del Córdoba la tiene que asegurar Prasa, y Prasa está implicadísima en sacar de esta situación al Córdoba, aunque con horizontes más modestos", explicó el presidente.

A lo largo de las últimas semanas, mientras se esperaba que llegaran nuevos rectores, otros han salido. Y no todos por la puerta principal. El pasado 9 de febrero, el Córdoba decidió recortar su personal en el consejo de administración, con el fin de agilizar el proceso (se suponía entonces que de transición). El nuevo consejo quedó compuesto por José Miguel Salinas (presidente), Antonio Prieto y Fernando Peña (vicepresidentes), Francisco Herrera (secretario), Ernesto Hita, Javier Jiménez y Trinidad García. Se marcharon el vicepresidente José Antonio Romero Mora (hijo del dueño de la entidad), Rafael Barroso, Francisco Rojas, Rafael Bados, Antonio Díaz, Manuel Torres y Miguel Reina. Salinas, que ha mantenido reuniones con todos los sectores del cordobesismo y su entorno, desde los empleados hasta los peñistas, se dispone a liderar un complejo episodio de transición hacia... quién sabe dónde.

El equipo

La fe como carburante

Uno de los aciertos de Lucas Alcaraz ha sido conseguir aislar al grupo de jugadores de los vaivenes del entorno y los efectos del rocambolesco proceso de venta, cuyos ecos han salpicado en algunos momentos de modo inevitable a la concentración del plantel. Los retrasos en los pagos de las nóminas añadieron picante a una situación difícil. Los contratiempos han servido para aglutinar voluntades y, aunque el vestuario no es del todo una balsa de aceite, sí se ha logrado la cohesión de voluntades necesaria para avanzar, salvando diferencias y solapando roces. El mes de febrero, al que se había etiquetado como un Tourmalet por el potencial de los adversarios, se ha solventado de manera notable. Los triunfos en Jerez y ante el Cartagena han metido al Córdoba, que perdió de modo honorable en Vallecas y el Mini Estadi del Barca, en la zona media y con buenas sensaciones. Mientras no se produzca una pifia, el equipo y la afición tienden a pensar en positivo y nadie se ríe con sorna cuando se habla de mirar (aunque no se toquen) los puestos del play off. Si el equipo sigue rindiendo a este nivel de resultados, especialmente en El Arcángel (donde no pierde desde mediados de septiembre del año pasado), podría conseguir el milagro de una inyección económica a medio plazo. En el departamento de marketing ya le están dando vueltas a la cabeza y en la gerencia se relamen con los posibles taquillazos ante el Granada o el Betis.

Lo de acceder a las eliminatorias por el ascenso ya sería un premio gordo que, para no gafarlo, ni se quiere nombrar desde el club. Pero, como primer paso, quiere hacer todo lo que esté en su mano para merecerlo. Quedan cuatro meses y ahora todos los focos se concentran en el verde. La base de todo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios