Un diplomático en un reino de locos
Antonio Rodríguez Carretero, ex portavoz del club, recibe un homenaje en Castro
Se suele decir que lo que a uno más le gusta hacer es lo que le sale bien. A Antonio Rodríguez Carretero y Criado siempre le gustó la oratoria. Ahí lo borda. Su verbo florido contrastó con la áspera realidad que le tocó relatar, ante los oídos no siempre comprensivos de la jauría mediática, durante muchos años de servicio a la causa cordobesista. No es sencillo buscar una visión positiva de una situación caótica. Él se afanó por hacerlo y casi siempre lo consiguió, a pesar de que la tentación de decir adiós al planeta fútbol le asaltó en más de una ocasión. La primera de ellas fue muy pronto, en 2002, cuando apenas llevaba unos meses en la entidad. Ofreció un testimonio de fidelidad conmovedor cuando ligó su porvenir al de Iosu Ortuondo, que fue contratado por el presidente Ángel Marín para construir un Córdoba austero y canterano en un periodo de cinco años. El carismático técnico de Ondárroa duró en el cargo cinco meses. El equipo marchaba el último. Y Rodríguez Carretero, por pura coherencia, presentó su dimisión. No se la aceptaron. Quizá ahí acabó de entender que el fútbol, en general, y el Córdoba, en particular, es una auténtica locura, una máquina que se mueve con ilusiones y dinero y de la que nadie tiene el manual de instrucciones. Marín, por quien entró por amistad personal en el fútbol, terminó marchándose y él continuó dentro del Córdoba. Se convirtió en una presencia imprescindible durante etapas que oscilaron entre lo complicado y lo insufrible.
"Ya me advirtieron que el mundillo del fútbol era como un gusanillo. Y si la primera vez estuve en el consejo por amistad, ahora es por esa inquietud que se te queda dentro. No sé si será un poco de masoquismo", explicó en las vísperas de una de esas temporadas en las que el Córdoba amasaba expectativas que luego, indefectiblemente, se frustraban. Al final de la temporada pasada, tras el adiós de Rafael Campanero y la llegada del nuevo equipo directivo comandado por José Salinas, se marchó con la misma elegancia con la que entró en el club. Llegó como un invitado y salió con una etiqueta de presidenciable que estuvo a punto de hacerse real en varias etapas.
Hoy la Gran Peña del Córdoba CF de Castro del Río, su localidad natal, le rinde homenaje. En la Biblioteca Pública Municipal, a partir de las nueve de la noche, estará arropado por muchos de los que siempre admiraron el talante conciliador de un hombre que nunca dejó de sorprenderse.
También te puede interesar