Sporting | córdoba · el otro partido

Sin consuelo en el Arenal

  • De la alegría a la tristeza en la caseta del Club Figueroa, donde se vivió el duelo con intensidad· Las sevillanas cedieron el protagonismo al fútbol por una tarde

En la caseta ferial del club Figueroa había, colgado sobre la barra principal, un cartel en el que se podían leer apuestas de los feriantes para el partido Sporting-Córdoba. Por poco menos del precio de una cerveza se podía disfrutar con un poco más de intensidad del duelo que todos en el recinto iban a sufrir (como si le faltara algo de tensión al choque).

Arranca el partido. La pantalla no es ni mucho menos gigante. La situación es como la que se podría vivir en cualquier salón de un hogar cordobesista, sólo que con más de cien corazones latiendo acompasados y unas cuantas monturas que, traviesas, asoman también la testa. Sus crines se mueven como si lo entendieran.

La contienda es dura. Una flamenca de rojo y blanco de (muy) buen ver tapa la visión durante unos segundos a tres hombres que beben cerveza. No protestan. Hacen muecas. "Hombre..."

Dos niños duermen en su cochecito mientras la madre, vestida de faralaes y con la camiseta del Córdoba por encima haciendo bulto se muerde las uñas. Otro ser, más madurito, duerme plácidamente la mona vencido sobre la mesa. Ha venido a emborracharse, el resultado le da igual.

Pero sí que importa. Fe de ello la reporta un sujeto un tanto atrabiliario que luce dos sombreros sobre la cabeza y paraguas. "Árbitro, tarjeta". Parece decir. No la saca (la amarilla, se entiende).

En una misma mesa cuatro amigos. Uno de Ponferrada, otro de Bilbao, el tercero de Madrid y un anfitrión que les ha conminado a ver el choque. Sin fútbol no hay rebujitos. Como para negarse. Mientras, un súbito cambio del realizador del encuentro desde Sevilla desconcierta al gentío. A pesar de que el gol beneficia al interés general (marcó el Nàstic) las imprecaciones resuenan.

Nadie se percata de que a escasos metros una ambulancia está atendiendo a alguien en la caseta vecina. Y eso que tiene los dispositivos a todo trapo.

Marca Asen. "Como en Pontevedra, igualito". Alguien tira un vaso de cerveza. El estallido es incontenible y el de la melopea levanta la cabeza conmocionado. "Buenos días. Ay".

Minutos de expectación. No parece ser posible. El Córdoba está a un pasito de salvar plácidamente la categoría. Y lo está mereciendo. "Demasiado bonito". Uno se pellizca. Luego es Bilic ("¿Para estos sí marcas, no c.....?") quien refresca la memoria a todos. Por el sufrimiento hacia el placer. Las sillas, hasta ese instante confortables como sofás, son ahora tronos de castigo. Nadie se puede sentar.

Malo de verdad fue lo de después. Eso fue mucho peor. Anota Barral y la Feria se ensombrece. ¿Quién dijo feria después de que acabase el partido? Los que ayer vieran a unos doscientos fantasmas saliendo de una caseta no es que estuvieran borrachos. Ah, y la porra... nadie la miró. Pero seguro que tampoco nadie la acertó.

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