De aquí para allá
Jugadores cordobeses se convirtieron en piezas clave del Betis · El trasvase fue especialmente intenso, en ambos sentidos, durante la década de los 80
Hubo un tiempo en el que el hermano de todos los clubes andaluces era el Betis, una entidad cuya singularidad le proporcionaba la simpatía general y la condición de abanderado del fútbol del sur, más allá de títulos o resultados. Así era en Cádiz, en Málaga, en Huelva o en Córdoba, cuyos clubes titulares mantenían unas relaciones más que cordiales y una intensa actividad de traspasos y cesiones con los verdiblancos. Eso era antes de que llegara Lopera, claro. El controvertido dueño del Betis –de sus acciones– se entendió con el Córdoba en la época más furibunda del empresario Rafael Gómez en la presidencia de El Arcángel, con una triple cesión en 2001 que funcionó de modo más que discreto: el medio Arzu –irrelevante en Córdoba, llegó a ser internacional con el Betis tras volver–, el brasileño Fabao –volvió a su país y no el fue mal– y el argentino Sebastián Chirola Romero, uno de esos pufos sobrevalorados con los que pican cada temporada clubes incautos. El último cedido bético fue Juanlu, que aceleró aquí un declive acentuado en su retorno a Sevilla –estuvo apartado de la plantilla– y que ahora trata de reconducir su carrera en el Levante. A partir de ahí, cada cual por su camino. Hoy, enemistado con su entorno y en una eterna guerra intestina, con sus propias peñas en rebelión, el club de Heliópolis sobrevive como puede en medio del infierno y cada vez más solo. Pero no siempre fue así.
De Córdoba han salido futbolistas que han desempeñado un notable papel en el Betis. Uno de los primeros fue Pepe Escalante, que fichó por los verdiblancos en la temporada 76-77. Ferenc Szusza sólo le alineó en dos partidos de Liga. En aquel centro del campo le cerraban el paso hombres como López, Cardeñosa o Sebastián Alabanda, cordobés de Posadas (31-10-50) y uno de los héroes del imaginario bético, pues estuvo en la formación que conquistó la primera Copa del Rey (77).
En la década de los 80, en el Betis coincidieron tres jugadores de Córdoba que ofrecieron un interesante resultado: Recha, Ureña y Valentín. En la llegada de los dos primeros a la disciplina bética tuvo mucho que ver Manolo Torralbo, actual delegado del Córdoba CF y por entonces reputado técnico de categorías inferiores en el Don Bosco. El equipo del colegio Salesianos tuvo una época de filialidad con el Betis, en el que manejaba las divisiones de base Pedro Buenaventura. “Yo llevé a Recha de juvenil y el chaval hizo carrera en el Betis. Recuerdo un trofeo Colombino en el que al entrenador del Betis, el inglés Mortimore, se le lesionó un jugador. Llamaron a Recha, que estaba en el filial Betis Deportivo, y desde entonces nadie le movió del primer equipo”, explica Torralbo, quien también avaló el ingreso en el Betis del que seguramente ha sido el futbolista cordobés con mayor peso en la historia de este club: Juan Ureña. “El Betis, entrenado por Iriondo, fue a inaugurar el campo del Montilla. Yo entrenaba al equipo juvenil –lo llamaban los cencerrones, y allí estaban juveniles, cadetes... – y tenía a Ureña. Me dijeron que lo llevara prueba, pero les dije que nada de eso: que lo viesen en pretemporada y, si no les gustaba, pues nada. Y claro que les gustó. Jugó allí muchos años y llegó a ser capitán”. El ex central montillano, tras dejar el fútbol activo, formó parte del cuerpo técnico verdiblanco.
El caso de Valentín fue distinto. Su irrupción en el Córdoba resultó espectacular. En la etapa más deprimente de la historia moderna del club, que en un trienio pasó de Segunda a Tercera División, la aparición de este electrizante extremo fue un fogonazo que despertó la ilusión de El Arcángel entre el 85 y el 87. El equipo salió de las catacumbas de la división de bronce y el club hizo caja con Valentín, que llegó al Benito Villamarín con una aureola especial entre los aficionados por haber rechazado el presunto interés del Sevilla por contratarle en el último momento. Valentín vivió una época aciaga, con una salvación agónica, un descenso a Segunda División, un retorno efímero y una nueva caída.
En 1991, el Córdoba envió al Betis a Rodolfo Garrido, un prometedor lateral zurdo que había debutado en Segunda B tras pasar por la cantera del Séneca. Rodolfo disputó dos años discretos con la verdiblanca. Fue la última operación de traspaso entre el Córdoba y el Betis.
Desde el otro lado del Guadalquivir han recalado en el Córdoba decenas de futbolistas con pasado verdiblanco. Muchos de ellos eran estrellas emergentes de las divisiones inferiores que no encontraban salida en el primer equipo del Betis. Miembros de las generaciones que alcanzaron el título de campeones de la Copa de Rey juvenil terminaron en El Arcángel. Algunos cumplieron con nota, como Justo o Momparlet –actual secretario técnico del Betis y cuya gestión, a la vista de los resultados, está en entredicho–, y otros se convirtieron casi en símbolos, como Manolo –en Segunda B y en la mejor campaña desde el regreso a Segunda A, la 2000-01– y José Luis Rodríguez Loreto, quien forma parte de la memoria de los aficionados blanquiverdes como pareja letal con Alfonso Espejo en el curso 1998-99, el del ascenso en Cartagena, a las órdenes de Escalante.
Pepe Escalante.- Varios mitos del Betis le cerraban el paso sin piedad
José Tomás Escalante Bermejo (Córdoba, 1-3-50) fichó por el Betis en la temporada 75-76, aunque sólo intervino en dos partidos de Liga saliendo desde el banquillo. En Copa del Rey, el técnico Szusza le utilizó más. Escalante, con 25 años y ya dos de experiencia en la máxima categoría con el Córdoba, tuvo un paso efímero por el Benito Villamarín, en el que le cerraban el paso futbolistas como su paisano Alabanda, López y Julio ‘Flaco’ Cardeñosa.
Recha.- Un chaval del Don Bosco que se hizo imprescindible
José María Álvarez de la Rosa (Córdoba, 7-6-67), conocido futbolísticamente como ‘Recha’ –asimilación del legendario barcelonista Reixach, su ídolo desde pequeño–, saltó del Don Bosco juvenil al filial del Betis. Con 20 años, John Mortimore le hizo debutar con la primera plantilla y ahí estuvo cinco temporadas consecutivas, desde la 87-88 hasta la 91-92. Medio de briega, con buena salida de balón, se hizo básico en una etapa de muchas turbulencias.
Ureña.- De Montilla a la capitanía de un Betis en zozobra
Defensa central expeditivo (Montilla, 13-12-67), se ganó un sitio en el Betis después de llegar desde las filas del Montilla, donde le entrenaba Manolo Torralbo. Debutó en Primera en la 86-87, con 19 años, y se retiró en la 98-99, después de doce temporadas de verdiblanco. Capitán del equipo durante sus últimos años en el conjunto hispalense, con el que vivió dos ascensos, un descenso, una final de Copa perdida y participaciones en la UEFA.
Valentín.- El descaro de un chico que llegó en un mal momento
Entró en el Real Betis en 1987 y salió en 1991, interviniendo en un cuatrienio repleto de incidencias. Antonio Valentín Casanovas (Córdoba, 25-4-65) destacó en el Córdoba y fue fichado por los verdiblancos después de una negociación en la que trató de interponerse el Sevilla. Un gol suyo al Sporting salvó del descenso a su equipo en el primer año. Luego vivió el descenso, un ascenso y una nueva caída a Segunda de un club en grave crisis económica.
Rodolfo.- La sombra de Rafa Gordillo le terminó tapando
A Rodolfo Garrido Medina (Córdoba, 11-5-71) se le abrieron las puertas del Betis en 1991, con 20 años, para jugar en Segunda División. Avalado por Cardeñosa, que le conocía de su etapa como entrenador en el Córdoba, llegó a un equipo que seguía buscando al heredero de Gordillo. La sombra del ‘expreso del Polígono’ era demasiado alargada. Rodolfo sólo estuvo dos años, justo hasta que regresó ‘El Gordo’ para vivir el ascenso a Primera.
También te puede interesar
Lo último