Sólo tres chispazos en mitad de la nada

Lucena-granada · la crónica

El Lucena mereció más ante un Granada rácano · El árbitro birló un penalti a Cabello en el 38' y Anderson marró dos goles cantados casi al final

Cisco López / Lucena

06 de octubre 2008 - 05:02

Lo peor que se puede decir de un partido es que le sobraron sesenta y cinco de los noventa y pico minutos que duró. Si eso ocurre, lo normal es que el hombre del marcador viva una tarde plácida, escuchando la radio o pensando en cómo afrontar la vuelta a la normalidad después del fin de semana. Y mira que ya es raro decir esto cuando el encuentro se desarrolla en un futbolín como la Ciudad Deportiva de Lucena, donde como apuntó la pasada semana el técnico local, lo normal es que "haya goles siempre". Ayer no los hubo. Ni el Lucena ni el Granada quitaron el cero de su casillero y acabaron firmando unas tablas con distinto sabor para cada bando. A los lucentinos les supo a poco, sobre todo porque vieron cómo el árbitro le birlaba un penalti de libro minutos antes del descanso y luego, ya casi al final, Anderson Costa falló lo que no suele fallar. Mejor le supo la faena al equipo de la capital de la Alhambra, que afrontó la batalla con la única misión de salir indemne y lo consiguió siendo infiel a los principios que se le suponen a un grande cuyo único objetivo es el ascenso. Ya habrá tiempo para florituras, debió pensar Óscar Cano.

Lo curioso de todo es que el técnico granadino puso en liza a todo su arsenal. Se la jugó con dos nueves, Fonseca y un Óscar Martínez con el que estuvo jugando al despiste durante toda la semana porque de sus molestias en el tobillo no hubo noticias. Esto le obligó a imponer un doble pivote creativo con Altuna, en vena goleadora, llevando la voz cantante. A priori, motivos suficientes para ver un buen espectáculo. A ese pronóstico inicial ayudaba que Montero daba continuidad una semana más al equipo que tan bien le está funcionando en casa toda vez que Monteagudo ya había cumplido con Competición. El que apostara contracorriente, se hizo de oro. Nada de juego. Nada de ocasiones. Nada de nada. La batalla se libró lejos de las áreas y cuando el balón merodeaba cerca, patadón y tentetieso para alejar el peligro lo más posible. Un monumento al antifútbol, ése que también da puntos que pueden ser valiosos.

El primer cuarto de hora se consumió volando. Vamos, que no hubo nada que contar. Si acaso, los collarines que fueron pidiendo los aficionados para aguantar el festival de balonazos sin sentido que estaban presenciando. La primera ocasión con cierto peligro llegó poco después. Cómo no, a balón parado. Un córner botado por Cabello acabó en un despeje corto hacia la corona del área; Velasco no acertó al conectar so volea con la zurda y el balón salió a un metro del portal granadino.

Esta primera llegada encendió un poquito el duelo. Poco después aparecieron los dos arietes visitantes. Fonseca ganó una pelota por arriba y la dirigió hacia Óscar Martínez, que demostró que pese a su gran talla no es nada torpe con los pies. El ex del Linares, la gran apuesta del Granada para tratar de salir de una vez por todas del pozo de la Segunda B, se fue de Argüello, pero se quedó sin ángulo por la rápida salida de Toni García y disparó al lateral de la red. La respuesta lucentina no se hizo esperar. Otro córner. Y otra vez Velasco, que tampoco en esta ocasión pudo dirigir bien su testarazo en el área pequeña.

El intercambio de golpes no debió gustarle demasiado a los protagonistas, que decidieron echarse una siesta antes de disfrutar del verdadero descanso. Pero antes del intermedio aún hubo tiempo para soliviantar a la afición local. David Cabello se inventó una jugada por la zona izquierda, entró en el área y cuando se disponía a encarar a José Antonio fue trabado por Suárez. Penalti de libro que Sánchez Cano no quiso ver.

El paso por los vestuarios, lejos de mejorar el panorama, hizo lo que parecía imposible: empeorarlo. Sólo la entrada de Anderson Costa, en sustitución de un Julio Pineda exhausto, animó un poquito el cotarro. La lástima es que el cambio se produjo en el minuto 66. El Lucena, que había dado ya un paso decidido al frente para ir a por el partido, encontraba una y otra vez al brasileño, que sacó una y mil faltas, de esas que te dejan sin respiración por unos segundos porque el peligro es real.

Al ex del Córdoba sólo le faltó hacer el gol de la victoria para renovar esa autoestima que tiene tan lastimada. Y la tuvo. Y por dos veces. La primera en el minuto 89 tras una cabalgada de Luija por la derecha que acabó en un centro medido a la cabeza de Anderson que, solo, la tiró arriba. En el descuento, Velasco se la dio por abajo: control y tido al muñeco. Ahí se esfumó un merecido triunfo.

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