Córdoba cf

Racionalizar es peligroso (1-0)

  • Un solitario gol de López Garai permite al CCF romper su mala racha en casa en un partido que deja muchas dudas para el futuro. La falta de contundencia trajo una innecesaria incertidumbre.

Incrementar el rendimiento reduciendo los costos. Eso es lo que significa racionalizar, por mucho que en otros foros quieran vender otra cosa bien diferente, alejada de la realidad. Por eso es peligroso si no se juega con algo que pueda ceñirse a la lógica. El fútbol, como deporte que es, debe estar fuera de ese grupo. Es imposible que cuando uno expone lo justo, ni una gota más de lo exigido, suela salir siempre con la sonrisa dibujada en la cara. Hay veces que sí ocurre así. Pero no sería conveniente aferrarse a una ecuación demasiado dada a los disgustos. El CCF ayer cogió el axioma con papel de fumar y firmó un partido suficiente raspado que, eso sí, le dio para ganar a un enemigo muy pobre en todas sus facetas, para terminar la primera vuelta rompiendo su nefasta racha en El Arcángel para volver a reengancharse a la lucha por el play off de ascenso a Primera División. Ese es el asidero de positivismo al que uno puede agarrarse en el ecuador del campeonato. Pero hay mucho más. El equipo no es capaz de desprenderse del mar de dudas en el que se ha metido -o lo han ido metiendo- en las últimas semanas. Es una sensación rara la que deja incluso cuando gana. Alejada de esa dosis de confianza que desprendía en el pasado reciente. Es un cúmulo de cosas que hace que ni los tres puntos en el casillero te permitan irte a la cama satisfecho. Aunque sí es cierto que, al menos, puedes estar tranquilo viendo que el objetivo está cercano. Que aún haciendo las cosas bastante regular, la temporada está en camino de completarse con éxito. O no. Porque normalmente enfrente habrá un enemigo mucho más fiero, más decidido. No un peluche con el que hacer lo que a uno le viene en gana.

Despejado el horizonte, sin copas que despisten más de lo necesario, el CCF encaró el choque ante el Numancia convencido de que no le valía otra cosa que no fuera ganar. Había que celebrar una victoria sí o sí ante un rival que venía de lograr su primer triunfo lejos de Los Pajaritos. Parece que eso ya le sirve para lo que queda de curso. Porque en El Arcángel no demostró nada que haga pensar que tiene como reto meterse en la pelea por los puestos de honor, esos que permiten mirar a la elite. Esos que son obsesión en las oficinas de El Arenal desde el verano. Porque el conjunto blanquiverde sí está convencido de que puede llegar ahí. Si bien, para eso, tiene que mejorar. Y mucho. Tiene que exponer mucho más en ataque, ser más letal, más descarado, más valiente. Vaya o no vaya ganando.

Ayer, planteó un partido atrevido desde el inicio. No tardó en someter a su rival, en acumular posesión y jugar en campo enemigo. Porque ni siquiera la presión soriana era digna de mención. No existía. Y así todo se pintó muy fácil. El problema está donde siempre, que cuesta un mundo llegar con cierto peligro al área enemiga. Hacer daño cerca de la portería. Todos los ataques cordobesistas morían una y otra vez sin llegar a obligar a intervenir a Iago Herrerín. Y eso es mal síntoma. Falta punch. Aunque haya quien vea suficiente pólvora en una plantilla descompensada a más no poder, sobre todo mientras no lleguen los refuerzos prometidos a los que obligan las salidas ya cerradas. De momento sólo ha llegado Armando, que parece que ha dado un punto de contundencia a una zaga que no pasó por apuros. Aunque habrá que ver en el futuro si fue por méritos propios o por la falta de empuje del Numancia.

Con todo, el partido se volcó del lado soriano desde el inicio. Entre otras cosas gracias a Dubarbier, el más incisivo y peligroso en la primera mitad de un equipo al que le costaba un mundo encontrar en situación ventajosa a sus referentes ofensivos. Así, tuvo que aparecer la estrategia para llevar algo de inquietud al portal visitante.

Curiosamente con un hombre poco dado a pisar el área como protagonista. López Garai avisó con un saque de esquina desde la derecha y golpeó tras otro desde la izquierda para empezar a encarrilar la batalla antes de la media hora de juego. El panorama no podía ser mejor. Todo pintaba a que pronto el segundo iba a aparecer y todo iba a quedar visto para sentencia.

Pero no. Porque el CCF se acostumbra a lo malo con facilidad. Lo prohibido le llama la atención. Es un caramelo muy goloso del que no le es fácil desprenderse. De ahí que se tirara unos metros atrás, un regalo que no supo ver siquiera su enemigo. La consigna pasó a ser jugar a la contra. Es incomprensible un cambio así. Más si cabe si el equipo que hay enfrente está a verlas venir, sin importarle lo más mínimo estar siempre en el papel de dominado. Confiado en la suerte. La que estuvo a punto de sonreírle en un disparo de Lago Junior que repelió bien Alberto García en medio de un barullo en el área. Fue su bagaje en el primer acto, que se cerró con un mano a mano de Rennella tras un error monumental de Juanma que arregló Herrerín.

La segunda parte sirvió para ver a un Córdoba menos dubitativo. Amasó algo más el balón para no dar mucha opción a un rival que, sin despertar, siempre daba esa sensación de incertidumbre a la que ayuda sobremanera un resultado tan corto. Era por eso que todo el mundo pedía a gritos otro paso al frente local para terminar con las dudas y cerrar un duelo alocado por momentos. Pero eso no llegaba. La tuvo Fede Vico, que encontró nuevamente la respuesta del meta soriano, lo único potable de una retaguardia nefasta. Aunque la más clara volvió a ser para Enzo, que otra vez ante el portero no supo definir. Quizás por eso, la idea de Berges pasó a ser cerrar las pocas vías hacia la sorpresa a través de acumular la pelota. Pobló el centro del campo y borró de un plumazo la escasa capacidad de reacción soriana. Así murió una cita que debe servir para cambiar la historia. Para volver a creer.

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