Pierini lloró durante su despedida en el homenaje popular
La Agrupación de Peñas le rindió tributo ante una grada entregada y puesta en pie
Alessandro Pierini saltó ayer por última vez al terreno de juego de El Arcángel con el seis a la espalda. No iba de corto, tal vez porque le pareciera excesivo. No iba tampoco rodeado del resto de sus ya ex compañeros (ellos ya estaban dispuestos para iniciar el primer encuentro del año en El Arcángel).
El italiano, cuyo historial era locutado sin cesar desde la cabina del estadio, caminaba mirando a todas partes. Sin ojos de sorpresa, pues ya conocía el homenaje, pero sí de profundo agradecimiento. De fondo sonaban los mismos cánticos que le han acompañado durante los cinco años que ha vivido su idilio con la afición que más le ha visto jugar.
El Tano no llevaba balón. Ya no lo necesita. Ahora vivirá de su cabeza y de su paciencia. De sus conocimientos tácticos y de psicología. Mucha. Y de saber controlar sus emociones. Tremenda prueba fue, en ese sentido, medir la respuesta a todos los estímulos que ayer sintió en su alma.
Porque no fueron dos cualquieras quienes le hicieron entrega del obsequio que la Agrupación de peñas -tremendo detalle el suyo- quiso tener con el ahora segundo entrenador del equipo. Nicola y Valentina, sus dos hijos, caminaban con soltura por el césped ante la asombrada presencia de su padre portando el detalle. El obsequio era simple, pero sentido. Una suerte de cuadro-collage con las mejores imágenes de Pierini vistiendo la camiseta que, sin duda, ya reconoce y reconocerá como suya para siempre.
Alessandro aguantó las embestidas en forma de abrazos de Jesús Gallardo y Antonio Sánchez (presidente y vicepresidente de la Asociación).
Luego, inmerso en una maraña de flashes que trataban de capturar algo que sólo él realmente es capaz de conocer, se dedicó a saludar como pudiera a todos los presentes. Con una mano, con la otra. Con la mirada. Con el corazón.
Con los ojos enrojecidos y las lágrimas amenazando a salir, fue entrando en la bocana de vestuarios en solitario. Por última vez. Ganando el partido decisivo contra el olvido. Pasando, de forma inmediata y sin dilación, a un Olimpo blanquiverde que contempla a figuras como Reina, Onega, Juanín, Espejo, Villa, Javi Moreno... Y él. El seis. Un futbolista que ha alcanzado todo-participante en Champions, internacional por Italia...- pero al que la lotería del destino le ha hecho inmortal vistiendo los colores de un modesto conjunto del sur de España en el que siempre habrá alguien que le tenga en boca. Porque ya hay otro capitán en el Córdoba, pero difícilmente vuelva a haber otro Capo tan grande.
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