Fútbol l Tercera División

Pablo Niño sale a hombros del Municipal

Corría el minuto 86 de partido con empate a dos en el marcador. Pablo Niño agarró el balón en el medio, se fue de todos a campo abierto haciendo que la pelota corriera a sus pies hasta besar la red. Ningún jugador del Mairena fue capaz de tocarle el cuero durante esos 15 segundos que duró la jugada del gol. Segundos que enamoraron al público, pues el que no sacó el pañuelo, sacó la almohadilla y algunos hasta se quitaron la chaqueta. Impresionante. Un gol a lo Maradona y a lo Messi. Una exageración. Dos orejas y rabo. El gaditano enamora. Es un jugador de Primera en Tercera. Y es que mucho todavía queda de aquel jugador que hace poco más de dos años estaba jugando en el Bernabeú con el Betis.

Antes de esa obra de arte hubo un partido gobernado por las jugadas de estrategia, pues los cuatro goles anteriores fueron a remate de faltas y córners. Pegó primero el Pozoblanco, que a la media hora de juego se adelantó en el marcador con un cabezazo de Alberto tras una falta botada en el mediocampo. Aparte de esa jugada, poco más, pues en la primera parte hubo más aproximaciones que ocasiones. Pero nada más reanudarse el duelo, Acaíñas midió mal, dejando el cuero a Joaquín, que estrelló el balón en la cruceta. Poco despues, Pedro Curtido, a la salida de un córner, conectó un testarazo que se coló como un obús en el marco del Mairena. El Pozoblanco ganaba el partido a cabezazos.

¿Goleada? Todo lo contrario. Sufrimiento para el Pozoblanco. El 2-0 hizo que el técnico visitante quitara la contención y sacará a toda su artillería. Tras los cambios, dos goles en dos minutos. El primero, obra de Joaquín tras empalar una volea en el segundo palo; el segundo, de Carlos, tras un fallo de Díaz. Los dos goles vinieron por centros de golpes francos de Raúl Domínguez.

Con el 2-2, José Antonio Neva hizo lo que el técnico visitante había hecho antes: meter más artillería. Esto provocó que las dos escuadras jugaran sin remilgos, con atrevimiento total. Un lujo para el espectador. El pozoalbense Isidro tuvo dos ocasiones y Orife y Chema tuvieron una también en el otro bando.

Cuando los entrenadores quitan la contención, el fútbol se vuelve loco y es más vistoso. Con todo, quedaba lo mejor: el gol de Pablo Niño, de quien se dice que lo quiere el Hércules. El roteño puso el estadio en pie con su gol y es que tener un jugador que marque las diferencias de esa manera es maravilloso. La gente salió del Municipal coreando el nombre de Niño. ¡Qué estrella!

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