En el Olimpo español

David Cal encontró en Londres el premio a tres meses de entrenamiento y enclaustramiento casi monacal en Lugo

David Cal saluda sonriente con su medalla de plata.
David Cal saluda sonriente con su medalla de plata.
Jorge Peris (Efe) / Eton Dorney

09 de agosto 2012 - 05:02

En un paraje muy similar al de su querida Pontevedra natal, el complejo de Eton Dorney, al oeste de Londres, David Cal obtuvo la medalla de plata en C1 1.000 metros, su quinto metal olímpico, la necesaria para convertirse en leyenda viva del deporte en España.

A sus 29 años, además de superar a Joan Llaneras y a Arantxa Sánchez Vicario, el palista igualó al propio Llaneras, al gimnasta Gervasio Deferr y a la tenista Conchita Martínez como únicos atletas en subir al podio en tres Juegos Olímpicos diferentes.

Antes del metal logrado ayer, el pontevedrés acumulaba cuatro medallas, el oro en C1 1.000 metros en Atenas 2004, la plata en C1 500 también en la cita helena y los subcampeonatos de esas mismas pruebas hace cuatro años en Pekín. Así, Cal, abanderado de la delegación española en los Juegos celebrados en la capital china, asciende, con sus cinco metales, al Olimpo del deporte español y se convierte en el atleta más laureado en una cita olímpica.

El palista lo tenía claro. Tenía una cita con la historia y no quería fallar y por eso se preparó a conciencia en su Galicia natal.

Tres meses antes de su participación en Londres 2012 y en un régimen casi monacal, David y su entrenador y principal valedor, Suso Morlán, se encerraron en Cervo, en la provincia de Lugo, un pequeño pueblo de apenas 5.000 habitantes para preparar la que sería la cita olímpica en la que haría historia.

Once semanas pasó Suso con su pupilo, con el que lleva 14 años, en la remota localidad entrenando día sí y día también con sólo un objetivo en mente: una quinta medalla tan grande como un quinto aro olímpico.

Sin embargo, Suso y David repiten este ritual antes de cada cita olímpica, tal y como ocurrió en Atenas hace ocho años y en Pekín hace cuatro.

Suso, inteligente, calculador, meticuloso y, sobre todo, estudioso, sabe sacar lo mejor de David y prepara a conciencia el entrenamiento de su palista, que lo acomoda a las condiciones de la ciudad donde se dispute esa edición de los Juegos.

Así, en 2004, Suso se llevó a David a entrenar a Trasona, en Asturias, para aclimatarle al entorno de Atenas e hizo lo mismo cuatro años más tarde en Saucelle, en la provincia de Salamanca, con la intención de que su pupilo se amoldara lo mejor posible a las duras condiciones climáticas de la capital china.

Mucho dista de aquel joven palista de 21 años que asombró al mundo en la cita olímpica helena y de aquella realidad que ya fue en Pekín. En 2012, Cal es ya una leyenda que, con su quinto metal logrado en el bucólico lago Dorney, ha ascendido al Olimpo del deporte español, sólo reservado a unos pocos privilegiados. A la élite del deporte olímpico.

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