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Modestos con pilas cargadas

  • Guzmán y Rubén fueron dos iconos en la resurrección ante el Xerez · Los dos son amigos fuera del terreno de juego

Los dos son dos tipos muy parecidos. Son de ese tipo de personas que no parecen ser capaces de romper un plato. Tienen cara de buenos. Hablan en un tono de voz quedo y no son capaces de despotricar de nadie. Y son amigos.

Guzmán y Rubén, Rubén y Guzmán (como, por ejemplo, Asen y Arteaga) son dos de esas sociedades limitadas y exclusivas que se crean en el seno de un club de fútbol (como en una empresa, como en un grupo de amigos...) Son dos colegas que se entienden a la perfección y que se apoyan en esos malos momentos que, como profesionales, han atravesado.

Que no han sido pocos, como recuerda el extremeño Guzmán: "La verdad es que lo he pasado mal, porque cuando tuve la suerte de jugar y ascender el año anterior y ser parte de ese ascenso, la verdad es que este año pensaba que iba a ser distinto, pero el fútbol da muchas vueltas".

En medio de esas vueltas, de esa vorágine, uno y otro fueron esenciales en el vital triunfo del Córdoba el pasado domingo ante el Xerez. El extremo con sus arrancadas y sus centros. El lateral izquierdo metió el golazo de la victoria con su pierna menos buena. Eso sí, confiesa el cordobés que "de pequeño yo tiraba mucho con la derecha y mi hermano, que era zurdo, me hacía que le pegase con la izquierda".

Después de ese tanto, el abrazo que se dieron sobre el campo Guzmán y Rubén fue muy sincero. Confiesa el primero que "me puse muy contento porque le considero como un amigo mío. Le doy gracias al fútbol por haber conocido a una persona como él. Además, sé que lleva dos años sufriendo bastante, lo he vivido con él, y tenemos la suerte de compartir desde el año pasado la habitación en los viajes. Por eso me puse tan contento".

El otro protagonista de la historia sabe de la simpatía que le profesa su amigo. Y la comparte sin miramientos: "Nos une una amistad muy fuerte desde que llegamos el año pasado. Siempre nos ponemos juntos en el vestuario, en las concentraciones... Nos lo pasamos muy bien juntos. Sé que él se puso muy contento de que marcara. Me siento muy orgulloso de su amistad".

El pollo, como conocen a Guzmán por su recordado baile (se dejó la timidez apartada en un rincón durante las celebraciones por el ascenso), no quiere, ahora que las cosas parece que le vuelven a ir mejor, personalizar: "El domingo fue el triunfo de todo el Córdoba. Era un partido para ganar sí o sí, nos jugábamos todo. Si no ganábamos la situación hubiese sido muy crítica. Con esta victoria hemos cogido mucha confianza".

Marcó el galgo pacense ese segundo gol frente al Huesca que casi certificó el logro del año pasado. Por eso, le resulta tentador elucubrar sobre volver a repetir un logro como ése, aunque ahora para asegurar la permanencia: "Uno siempre se imagina cosas bonitas, pero si nos salvamos me da igual quién sea el que meta ese gol. Lo que quiero es salvarnos. Como sea. He trabajado para ser útil al equipo y que el técnico pueda contar conmigo. Si el míster lo requiere podré ayudar".

Su amigo parece que se ha ganado el puesto de titular por la banda derecha, pero Rubén no tiene asegurada su continuidad en el once ante el retorno tras cumplir su sanción de Diego Reyes. Pero a él, ya acostumbrado a la resignación, no le afecta y prefiere quedarse con su entrega cotidiana como mejor recompensa y aval: "Creo que puedo tener más minutos. Es mi trabajo diario. En los entrenamientos intento ir al límite, tengo que estar preparado mentalmente y hacerlo lo mejor posible".

En todo caso, parece como si ese tanto, el que le otorga el derecho a soñar al Córdoba, fuera como un desagravio. Como un inesperado regalo, un premio: "No sé qué contestarte. La justicia te la tienes que buscar tú mismo con lo que haces cada día. Yo me quedo con el partido hecho por todo el equipo". Hasta el final tratando de restarse hasta el último ápice de reconocimiento. El domingo, está claro, ganaron los modestos.

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