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Bruno Gelsi: El chico de Neuquén

  • El escolta del Cajasur repasa su vida y su trayectoria profesional, desde sus comienzos en Argentina hasta su llegada a Córdoba · El jugador granate destapa sus motivaciones dentro y fuera de la pista

Hijo de Haroldo e Irma, marido de Loriela y padre de Benicio, Bruno Gelsi (Neuquén, 8-2-1976) esconde toda una personalidad y una historia detrás de su cabeza rapada, de su capacidad de liderazgo y de unas estadísticas que le convierten en el segundo máximo anotador de la LEB Bronce. El escolta argentino, referencia del Cajasur en la nueva etapa profesional del cuadro granate, es feliz en Córdoba, algo normal para un hombre nacido en la Patagonia, al sur del sur.

El niño. El campo de Neuquén. “Mi infancia fue muy linda, creciendo en el campo, con mis padres muy encima y practicando todos los deportes. Mi padre era dirigente del equipo de fútbol de la ciudad, así que vivíamos prácticamente dentro del club. Después del colegio íbamos al club con mi hermano y hacíamos voley, tenis, taekwondo, fútbol, natación... Para llegar a las canchas de tenis había que atravesar las de baloncesto. De tanto pasar y pasar empecé a agregarlo a las demás actividades. A los 13 años o 14 estaba entre el fútbol y el baloncesto. A esa edad decidí que quería ser profesional de este deporte”.

Los inicios. Las primeras lecciones. “Mis recuerdos son de mucho entrenamiento. Salía del colegio a las 4.30 y a las 6 empezaba los entrenamientos. Siempre entrené con una categoría superior además de la mía, así que entraba a las 6 de la tarde a la pista y salía a las 9. Llegaba tarde a mi casa con el tiempo justo para comer y continuar con la rutina. A los 15 años pasé a integrar el plantel profesional del Independiente de Neuquén y a los 17 tuve mis primeros minutos con mucho sacrificio, dejando viajes de estudios o salir con los amigos a bailar mientras que yo jugaba al día siguiente. A los 15 años llegó el primer llamado con la selección argentina para una concentración de la sub 18, con jugadores como Wolkowiski o Farabello. Luego, con 17, pasé a la preselección con 30 jugadores para el Suramericano sub 18. Se fueron haciendo cribas hasta que luego quedaron 13 con Pepe Sánchez, Bernardi, Victoriano..., pero en el último corte de 12 me quedé. Fue un palo. No era fácil para mí llegar desde tan lejos, pero me sirvió para un montón de cosas, como conocer a Maradona, un ídolo para todos”.

El deporte. La responsabilidad. “La actitud, la entrega, la garra en todos los deportes están relacionados con la responsabilidad con la que nos lo tomamos desde muy chicos. En Italia, por ejemplo, los chavales con 16 o 17 años con condiciones no se quedan una hora más a entrenar. Aprovechan para salir, jugar a la Play... Todo lo contrario que en Argentina. La imagen de Maradona y el chico de barrio que se hace rico es real, sobre todo en el fútbol, pero también es muy de película. En mi caso vengo de una familia normal, de clase media, pero por ejemplo, Ginobili viene de una familia acomodada y aún así sigue sacrificándose para conseguir cosas”.

Argentina. Un lugar en la tierra. “Argentina es un país que está acostumbrado a recibir golpes cada ciertos años. Los políticos son siempre los mismos: los que no están quieren golpear y bajar a los que están en el poder. Lo de 2001 fue muy grave, porque un día fuimos a sacar dinero del banco y no podíamos. Se adueñaron de nuestro patrimonio, algo increíble. Eso se arregló hasta llegar a una situación estable con Kirchner. El hecho está en que su mujer ha salido presidenta, no tanto por el carisma, si no por dar continuidad a un proceso. Eso de que lo mejor de Argentina son los argentinos es algo muy argentino, pero haber viajado me hace ver que las personas son todas iguales, sin diferencias entre nacionalidades, color... Nos tocó nacer en un lugar determinado en un punto de la tierra”.

Italia. El salto a Europa. “En 2003 empecé a ver la posibilidad de jugar en Italia, cuando mi madre se encargó de mover los papeles para conseguir el pasaporte italiano. Fue una aventura. Me acuerdo tomando el avión, yendo a algo totalmente nuevo sin saber lo que me esperaba al otro lado. Llegué en 2002-03 a Rieti, de la Serie C. Tenía un precontrato con la Legadue, pero ese año en Italia cerraron el paso de comunitarios y no me dejaban jugar en esa franja. Ascendimos con La Foresta Rieti, pero como no podía jugar con mi equipo me fui a Viterbo y así estuve dos años en la Serie C. Así estuve hasta la temporada 04-05, cuando me vieron los dirigentes del Cimberio Novara de la Legadue. Jugué poco en un año complicado, porque era un equipo con muchos americanos, pero aprendí mucho. Tras dos años allí me fui a Trieste (Venezia Giulia), donde logramos un ascenso en la Serie C antes de venir a España. Allí nació mi hijo y eso lo dice todo. Soy un enamorado de Italia. Viajamos mucho e hicimos relaciones importantes, sobre todo en Trieste, donde nació Benicio. Estuve dos años cerca de Roma y cada día que teníamos libre nos íbamos a ver una ciudad increíble. Íbamos al Coliseo a comer, a la Fontana de Trevi...

España. Un nuevo desafío. “Fue en diciembre de 2006, a raíz de que no me permitían jugar en las categorías superiores italianas. Estaba entrenando con el equipo en el que se supone que podría jugar cuando tuviera el permiso, y entonces me hablaron de venir a un equipo con mucha historia y con posibilidades de jugar en una liga profesional al año siguiente. Siempre vi la posibilidad de jugar en España. De pequeño con mi hermano comprábamos la Gigantes y veíamos el baloncesto español. Como nos gusta conocer otras culturas lo vi con interés, como otro desafío. Es una sociedad muy alegre en la que se disfruta mucho el momento, una característica que me gusta”.

El Cajasur. Una moneda de dos caras. “El primer año en la EBA fue muy duro. Nunca me había pasado, pero de todo se aprende. Uno vive de la competencia y se valora por ganar. Perder y perder te hace sentir mucha frustración. En verano surgieron otras opciones de LEB Plata, pero uno pone otras cosas en la balanza más allá de lo económico. Es una ciudad muy linda, se vive muy bien y todo pesó para el momento de decidir. Deportivamente, ser el mejor de un equipo que pierde sí sirve, porque si no, no estaría aquí. Con honestidad. Venden mis números. El año pasado todo giraba demasiado sobre mí, pero este año mis compañeros son superiores, todos son partícipes... y ganamos. No hay nada más placentero que la victoria y las horas que le siguen, pero no aprendo a convivir con la derrota. Es algo que sólo pueden entender los deportistas de elite”.

Ganar. La base del respeto. “Empezamos bien desde el principio. Se formó un buen grupo de personas, algo que no se puede prever. De hecho, el éxito no se puede prever. Tener los mejores jugadores no garantiza el éxito si no hay buena relación entre ellas. Los grupos se crean con las bases que debería haber en una sociedad: respeto, saber que todos somos distintos, hablar las cosas, tener opiniones y culturas diferentes... Es como la sociedad”.

El carisma. Genética y personalidad. “No lo sé. Me lo dicen en todos los sitios que he estado, pero no puedo responder. Es algo que viene con la personalidad y lo llevo con total naturalidad, porque al que no lo tiene tampoco le pasa nada malo. De hecho, no sé si es una virtud. Es una característica más. Es algo que lo llevo en los genes”.

La política. La izquierda con matices. “Tampoco me siento tan de izquierdas, pero comparto muchísimas ideas. No me gusta el imperialismo, aunque lamentablemente uno tiene que convivir con ello, pero tampoco estoy de acuerdo en que por ser de izquierdas uno no pueda llevar ropa de marca y tenga que ir sucio por la calle. Comparto ideas con el Che Guevara, una persona a la que admiro por sus ideales y porque lo llevó a término. Quizás fue una utopía, porque liberar con sólo 75 personas un país como Cuba, que en ese momento bajo el régimen de Batista estaba sometido y era como el prostíbulo de Estados Unidos, es algo espectacular. Pero con el tiempo degeneró, porque el modo de ver el comunismo que tenía Marx no comprendía en ningún momento la represión ni las armas. Cuba se convirtió en lo que fue por la cantidad de años que lleva Castro, pero en las ideas de Marx no entra la represión. El Che Guevara lo quiso intentar en otros países como el Congo o Bolivia. Es difícil, pero me gusta esa forma de tener una idea e intentar llevarla a cabo, además de intentar ayudar a mucha gente, a los más necesitados. Es difícil, porque las personas se quieren perpetrar en el poder y aunque hacen cosas buenas, terminan haciendo cosas malas”.

El amor. Una bendita escapada. “Me casé en Neuquén con Loriela. Ella es de un pueblo a 70 kilómetros de la ciudad y estudiaba en la universidad. Nos conocimos una noche y siete días después, cuando estaba concentrado preparando el Campeonato Argentino, abandoné la concentración porque habíamos quedado. Me había dado cita una semana después de conocernos, así que aunque estábamos concentrados no podía decir que no. Ese día tenía que estar allí, me salté las normas y acudí.  Hoy es mi mujer, así que valió la pena. El nacimiento de mi hijo lo cambia todo. Es muy lindo, porque empiezas a pensar por él más que por uno mismo. Es fruto de la vida y el amor”.

La fortuna. Sin remordimientos. “En mi conciencia está el haberlo darlo todo. Gracias a Dios, no tengo el remordimiento de pensar qué hubiera pasado si hubiera entrenado más o hubiera sacrificado más, porque lo he dado todo. En la vida tocan situaciones determinadas que marcan, como haber estado entre los 13 jugadores de la selección argentina y que me cortaran el último. O lo que me ocurrió después de fichar por el Pico, cuando el entrenador que me llama y me ofrece un contrato por dos temporadas tiene un accidente, deja de dirigir y al otro año no me renuevan porque el nuevo técnico no cuenta conmigo. Cada jugador está donde tiene que estar. No creo en la suerte, porque para la suerte uno tiene que estar preparado. No es suerte ganar en Torrevieja tras ir perdiendo de 26, porque los que entrenamos a las 8 de la mañana y corremos en el parque somos nosotros. Eso no es suerte. Estábamos preparados. Todos estamos donde tenemos que estar. Cuando veo en la ACB a jugadores con los que he compartido muchas horas de entrenamientos y muchos momentos juntos yo pienso que por mí no quedó, porque lo he dado todo. Quizás no estuve en el momento justo en el sitio determinado. En la vida te llaman para que elijas entre tres opciones y te decantas por una sin saber lo que te depara el futuro. Quizás si eliges otra estarías en otro sirio. Si no me hubiera escapado de la concentración para ver a Loriela no estaría casado. Así es la vida”.

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