Quedan diez jornadas para la conclusión de la temporada y el margen de error para el CCF se ha minimizado al máximo. Hay que salvar el año como sea amarrando la permanencia con el menor sufrimiento posible porque, por mucho que desde el club, sobre todo en boca de Albert Ferrer, se empeñen en lo contrario, la única y verdadera lucha ahora mismo es continuar el próximo curso en la categoría de plata. Para hacer más liviano el devenir del campeonato, abril aparece como el mes clave. Más allá de lo que pueda pasar el próximo domingo en Gijón, el conjunto blanquiverde tiene a continuación tres citas de órdago ante tres rivales directos: el Alcorcón y el Mirandés en El Arcángel, que ha perdido su condición de fortín para pasar a ser un oasis para los visitantes, y el Hércules a domicilio. Tres partidos a cara de perro, de esos de valor doble, que pueden hacer que el final de la competición sea relativamente tranquilo o un camino repleto de obstáculos.

Con una serie abierta de cuatro jornadas sin conocer la victoria, el CCF encara la fecha 33 del torneo consciente de que puede caer a los puestos de descenso por primera vez en la temporada. No es fácil, si bien tampoco ninguna quimera. Situado decimosexto y con un colchón de dos puntos con el pozo que se mantiene por segunda semana seguida, el equipo de Ferrer encara el domingo en El Molinón un choque que debía ser una final por estar entre los mejores y que se ha convertido en una guerra por la supervivencia cordobesista. Porque mientras el Sporting vive dentro de los puestos de play off y continúa vivo en la pelea por el ascenso directo, los blanquiverdes han ido perdiendo fuelle hasta pasar a habitar en la zona más peligrosa.

Una de las claves en este cambio de rol es la regularidad de ambos en sus estadios. El cuadro asturiano se mantiene como uno de los mejores locales de la categoría -sólo el Sabadell (33) y el líder Eibar (31) le superan- al sumar 29 de sus 49 puntos en casa. Sólo cayó en dos ocasiones, ante Las Palmas y el Zaragoza, por el mismo marcador (2-3), cediendo además cinco empates (tres en las últimas cuatro comparecencias). Un verdadero fortín, no como El Arcángel, donde los locales no ganan desde el pasado 4 de enero, con tres derrotas y tres igualadas.

Al margen de lo que pase en Gijón, el CCF debe mirar, aunque sea de reojo, lo que ocurra en duelos claves para su tranquilidad: Alcorcón- Las Palmas, Castilla-Deportivo, Recreativo-Ponferradina y los cardíacos Hércules-Girona y Mirandés-Jaén. Una carambola en algunos de esos partidos puede hacer que el CCF acabe la jornada en descenso si no gana en El Molinón, pero visto lo visto en esta campaña de locos, todo puede pasar.

Pero la verdadera guerra para el CCF llegará a partir del Domingo de Ramos, cuando reciba la visita del Alcorcón. Pase lo que pase en la inminente jornada, los madrileños van a estar hasta el final en la pelea por la permanencia. Es un rival directísimo, un partido de esos a vida o muerte tanto por lo que sumas como por lo que deja de sumar el contrario. Ese día, El Arcángel pasará una nueva reválida en la que no vale más que la victoria ante un equipo que puntúa más como visitante (21) que como local (16). Además, mirando al goal average que puede ser decisivo, en la ida el resultado fue un empate sin goles.

Distinto puede ser el encuentro de una semana más tarde en Alicante. Porque el Hércules, a pesar de su tímida reacción, sigue a sólo dos puntos del descenso. Con el recuerdo del 4-2 de la primera vuelta, en aquella mágica tarde de Uli Dávila -lástima que se quedara en eso-, hasta el empate puede ser un buen resultado para el futuro.

Algo que no se puede firmar en el último duelo de abril con el Mirandés, que ya en Anduva se impuso por 3-1. Ahora mismo, los castellano-leoneses tienen un punto de ventaja con el Córdoba fruto de su último triunfo en Soria. Ahí se cerrará una serie de cuatro partidos que pueden dibujar un mayo florido o un final de temporada de nuevo marcado por la angustia.