Vivir peor que nuestros padres | Crítica

Hijos del precariado

  • Retrato coral de quienes sucumben a la incertidumbre en un planeta devastado

Azahara Palomeque, autora de 'Vivir peor que nuestros padres'.

Azahara Palomeque, autora de 'Vivir peor que nuestros padres'. / Azahara Palomeque

Najat El Hachmi refutaría el título de este excelente ensayo de la escritora y periodista Azahara Palomeque (El Sur, 1986). A su decir, pese al trabajo basura, no vivimos todo lo bien que quisiéramos, lo cual no significa que vivamos peor que nuestros padres (recuerda de hecho a su padre, cuando se partía el lomo cargando sacos diez horas al día). Y añade Najat: "Solo el adanismo imperante y el ombliguismo generacional pueden instalarnos en la queja inmovilista y estéril".

Sirva esta entradilla como debate sobre la cuestión que aborda Palomeque en su Vivir peor que nuestros padres. Siendo cierto lo que sugiere la escritora marroquí y nacionalizada española, también es cierto el hecho de que, sin hacer tremendismo del pasado, la actual precariedad, la corrosión laboral (y del carácter, en la línea de Richard Sennett) y los efluvios que nos llegan del cambio climático, han convertido a toda una generación, en el choque entre millennials y boomers, en un bulto informe y errante, que no halla asiento fijo y hace de la incerteza el manómetro de sus vidas.

El estilo de Palomeque (se nota cierto destello poético) es lo que hace interesante esta revuelta a la cuestión del ya célebre precariado. Recogemos un extracto. "Los millennials, la generación Z, la infancia y la juventud que hemos clasificado como melancólica no acierta muchas veces a comprender cuál ha sido el latrocinio, de tanto que nos han quitado –bienestar, empleo, cielo y agua sin contaminar–, pero sí sabe que ha habido un atraco a mano armada de gran envergadura y mira a los que nacieron antes esperando una respuesta. Estos, los boomers, quizá no se hayan percatado aún de la gravedad del problema, o sí lo hayan hecho y estén más afectados por el duelo, porque lograrían ponerle nombre a lo que va muriendo poco a poco, reponiéndose del abatimiento como cuando se logra dar sepultura a un ser querido pasado un tiempo de su fallecimiento".

Da pavor darle la razón al científico Antonio Turiel, a quien cita la autora, cuando dice que a los jóvenes lo que les espera son trabajos cloacales en un planeta yermo y devastado, de ahí su actitud nihilista, encerrados en los paraísos artificiales de los móviles, culos de vaso donde se advierte su angustia. Con todo, no hay que caer en lo abisal. Mejor repensar el presente, imaginar otro futuro.

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