Ucrania, encrucijada de culturas | Crítica

En el espacio leemos el tiempo

  • Coincidiendo con el primer año de la invasión rusa de Ucrania, Acantilado publica un esclarecedor recorrido del historiador alemán Karl Schlögel por ocho ciudades del país eslavo

Vista de Kiev, la ciudad de las cúpulas doradas.

Vista de Kiev, la ciudad de las cúpulas doradas.

Leemos estos días recuentos, análisis y pronósticos de la guerra de Ucrania, un año después de la intolerable invasión de Rusia, pero más allá del seguimiento de la actualidad bélica y de la solidaridad con los ciudadanos de la nación invadida, muchos europeos sienten la necesidad de comprender el trasfondo histórico de una crisis que en efecto enfrenta a pueblos hermanos, aunque tras la agresión imperialista –no merece otro nombre, pese a la burda propaganda del Kremlin– el parentesco haya quedado reducido al ámbito de la retórica. De modo rutinario y sobre todo por ignorancia, dice Karl Schlögel en su introducción a Ucrania, encrucijada de culturas, en Occidente hemos tendido a pensar que el llamado granero de Europa es "parte de Rusia", o de ese russki mir que como explicaba Marta Rebón en El complejo de Caín conforman los territorios donde se proyecta la ambición expansionista del inmenso país euroasiático, una zona de influencia que a juicio de los ideólogos paneslavistas trasciende lo cultural y debe materializarse en la colonización del extranjero cercano. Sólo que en el caso de Ucrania, en parte comparable al de Kosovo respecto de la Gran Serbia, no hablaríamos ni siquiera de un país extranjero, pues para el imperialismo ruso se trata de uno de los territorios originarios de la nación rusa y como tal de una parte indisociable de ella.

Schlögel plantea una "exploración de la geografía cultural" que pone de relieve su diversidad

Los dos espléndidos libros que conocíamos de Schlögel, Terror y utopía (Acantilado), donde el historiador alemán recreó la fase más feroz y desquiciada de las purgas de Stalin –con su centro en el "año maldito" de 1937– en paralelo a los pregonados logros del nuevo Estado bolchevique, y El siglo soviético (Galaxia Gutenberg), donde rastreaba la "arqueología de un mundo perdido" a través de los objetos, los espacios, los símbolos, las formas de sociabilidad y la vida y la muerte cotidianas, constituyen un sólido aval para adentrarse en estas páginas en las que se propone "un recorrido, una exploración de la geografía cultural, un paseo" por ocho ciudades que –de acuerdo con el dictum acuñado por Schlögel en Sobre historia de la civilización y geopolítica: "En el espacio leemos el tiempo"– resumen la diversidad y la riqueza de Ucrania: Kiev, Odesa, Yalta, Járkov, Dnipropetrovsk, Donetsk, Czernowitz y Lvov. Son textos escritos en diferentes momentos, entre los años ochenta del siglo pasado, antes por lo tanto de la disolución de la URSS y la independencia de la antigua república soviética, y el umbral del presente, ajenos en su mayoría al contexto actual de la guerra, pero acaso por ello tienen la virtud de presentar esa diversidad sin condicionantes, aunque aparezcan enmarcados por otros, de corte más periodístico, en los que se condena la invasión en términos muy severos. La edición original alemana de 2015, publicada un año después de la ocupación del Dombás y la anexión de Crimea a la Federación Rusa, ha sido enriquecida por un nuevo prólogo del autor –"Por vuestra y nuestra libertad"– y una sección final titulada "Después del 24 de febrero de 2022", fecha en la que un ejército de ciento cincuenta mil hombres cruzó la frontera ucraniana con el fracasado propósito de tomar la capital y someter al país en una operación relámpago.

El libro, híbrido, contiene también una lectura política y una toma de partido

"Es posible leer las ciudades, descifrarlas como texturas y palimpsestos, sacar a la luz sus estratos en una suerte de arqueología urbana que invita a hablar al pasado", escribe Schlögel, y eso es lo que hace en el itinerario, que en términos temporales se remonta a los orígenes, recorre su atormentada historia –un capítulo se dedica a Babi Yar, escenario de la terrible masacre enmarcada en el llamado "Holocausto de las balas", en el que colaboraron numerosos milicianos locales– y llega hasta el Euromaidán o Revolución de la Dignidad y el consiguiente inicio de la intervención rusa. Las estampas están llenas de valiosa información sobre la compleja evolución de las ciudades y su variada contribución al imaginario nacional, pero el libro, híbrido, como decíamos, contiene también una lectura política y una toma de partido. Ucrania, como afirma el propio Schlögel y leemos a menudo, se ha convertido en un campo de batalla donde hasta cierto punto se decide el destino del continente. Podemos mirar a otro lado y entonar candorosas o cínicas llamadas al diálogo, como hacen nuestros pacifistas de salón, tan comprensivos con los agresores, y los amigos expresos o emboscados de Putin, o bien defender el derecho de cualquier país a ejercer su soberanía. El que hoy planta cara a los invasores es una especie de "Europa en miniatura", como la define el historiador, que ha resistido la embestida y se mantiene firme en su aspiración a seguir siendo un Estado libre.

Karl Schlögel (Allgäu, 1948). Karl Schlögel (Allgäu, 1948).

Karl Schlögel (Allgäu, 1948).

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