La tonalidad precisa del rojo | Crítica

El espacio y la palabra

  • El gaditano Manuel Broullón despliega en las páginas de 'La tonalidad precisa del rojo', a través de un conjunto de deslumbrantes miniaturas, un paisaje interior colmado de matices

El escritor y profesor Manuel Broullón Lozano (Cádiz, 1987).

El escritor y profesor Manuel Broullón Lozano (Cádiz, 1987).

"Cuando viajes a la ciudad roja tendrás primero que desearla: esa es la única vía de acceso". Manuel Broullón invita al lector a recorrer su particular geografía emocional, sentimental y literaria en La tonalidad precisa del rojo, un conjunto de deslumbrantes "miniaturas", como el propio autor las llama, que configuran un paisaje interior colmado de matices.

Nos encontramos ante un libro difícil de calificar, que participa de la libertad para hacer literatura al margen de las clasificaciones genéricas al uso. Prosa poética, narraciones breves o dietario personal, la propuesta de Broullón denota, sobre todo, la devoción del autor por la literatura y su firme posicionamiento ante el poder transformador de la cultura. Kaótica Libros inaugura la colección Multiverso "con la potente voz de un autor que nos ofrece el rojo, sus matices y todos los colores posibles para recorrer el enigma de su maravillosa prosa", según explican la editoras en el pequeño prólogo del libro.

La tonalidad precisa del rojo se articula en cuatro partes –Mapas, Los lugares y los días, Matices: de vivos y muertos y La tonalidad precisa del rojo– que conforman una progresión temporal que afecta al modo de percibir el espacio de "la ciudad roja", pero también a las emociones que provoca. El recorrido se abre con un viaje iniciático que tiene como destino una ciudad imaginada que parece, sin embargo, construida con los retazos ciertos de la experiencia. Broullón persigue esa abstracción a la que deben aspirar las Artes "si todavía pretenden decir algo", pero su implícito desapego de la realidad concreta se sustenta en la práctica de lo vivido y de lo sentido. Es por eso que el espacio reconstruido nos remite a imágenes poderosamente precisas, incluso cuando desafía los límites esenciales de la lógica. Es por eso también que el autor elude los alardes estilísticos para concentrarse en el término justo, para construir una prosa limpia y certera.

La palabra se yergue como el único instrumento posible para asir la verdad

El viajero se adentra en lo desconocido desde la oscuridad del tren que lo acerca al nuevo territorio y, con la atención puesta en esa misma oscuridad, descubre, a través de la ventana abierta de su nueva habitación, "el fresco aroma a dama de noche" que despierta sus sentidos ante ese primer contacto con la ciudad. Esa ventana abierta se configura como un escenario de revelación que amplía los límites de la realidad concreta hacia un espacio al que se accede a través de la imaginación.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

"Nadie conoce a ciencia cierta cuáles son los orígenes de la ciudad roja" (La ciudad y el territorio). El lector deambula por la inquietante geografía propuesta por el autor y se siente motivado a discernir el aliento concreto de la urbe que palpita tras las torres, las plazas, las fuentes y las iglesias. Broullón reivindica "el valor de aprender a no ser" (El tiempo y la fuente) entre las calles atestadas de gente, en el inquietante pasadizo de la noche o entre los lujosos volúmenes de antiguas bibliotecas.

La palabra se yergue como el único instrumento posible para asir la verdad que subyace en lo que somos capaces de percibir a través de los sentidos. Broullón acierta a encontrar los vocablos justos para construir un clima poético de carácter indagatorio: "Caen también por la pendiente las palabras, con su peso exacto, sedimentando en la memoria los caracteres de las personas a las que conocemos y que llegamos a amar" (El peso de las palabras, entre ciudades simétricas).

En el mundo reconstruido por Broullón desde la experiencia y la imaginación late un constante acercamiento al hecho artístico como modo de aprehender las aristas menos frecuentadas de la realidad. La mirada consciente del autor es capaz de dotar de trascendencia los acontecimientos más sencillos, como ocurre en este fragmento de Una santa muerta: "En vez de a imagen y semejanza del cielo verdadero, este te parece aún más hermoso por la proporcionada inocencia de sus formas".

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