Expediciones científicas españolas del siglo VIII | Crítica
El siglo de las expediciones
Edaf publica 'Expediciones científicas españolas del siglo XVIII', obra divulgativa del historiador Agustín R. Rodríguez González, donde se compendia la vasta y exitosa empresa ilustrada llevada a cabo por España en ambos lados del Atlántico
Retrato del erudito e ingeniero militar Félix de Azara por Goya. 1805. Museo Camón Aznar
El año pasado dimos noticia aquí de Un imperio de ingenieros, excelente obra de los historiadores Felipe Fernandez-Armesto y Manuel Lucena Giraldo, en la que se componía un vasto y minucioso retrato del imperio español, desde el punto de vista de sus infraestructuras, las cuales implicaban, necesariamente, un sólido y experimentado conocimiento científico, que concernía a vías de trasportes, canalizaciones, puentes, fortificaciones, hospitales, puertos y un complejo etcétera, durante el periodo que va de 1492 a 1898. Estas Expediciones científicas españolas del siglo XVIII, del historiador y académico Agustín Ramón Rodríguez González, contienen un empeño de similares características, pero ceñido al ámbito del siglo XVIII, y en concreto, a las empresas cuyo fin era la adquisición de conocimientos, de varia utilidad y de relevancia suma -botánica, medicinal, política, etnográfica, astronómica, arqueológica, geográfica, epidemiológica...-, y cuyo valor alcanzó no solo a los dominios de la monarquía hispánica, sino al acervo común del siglo.
Se recuerdan aquí las expediciones de Jorge Juan y Ulloa, de Celestino Mutis, de Félix de Azara y de Alejandro Malaspina
A modo de recordatorio, Rodríguez González hace una sucinta introducción a las contribuciones científicas españolas, previas al siglo ilustrado, en la que se recuerdan avances referidos a la brújula, la medicina, la cartografía, la náutica, así como a la implantación de universidades por buena parte de América. El interesado en este aspecto de la historia española podrá acudir fácilmente a la obra de José Manuel Sánchez Ron, El país de los sueños perdidos. Historia de la ciencia en España, de la que también dimos cuenta en estas páginas en el año 2020. Volviendo, sin embargo, a estas Expediciones... de Rodríguez González, el historiador comienza por destacar la célebre expedición del meridiano de La Condamine, donde tuvieron un papel principal los oficiales de Marina Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral, en cuyas obras se recaban datos de todo orden, concernientes a “los reinos del Perú”, así como consideraciones políticas que luego se conocerían como Noticias Secretas de América. Esta misma labor documental, de excepcionales dimensiones, aplicada a la botánica, es la que llevará a cabo el médico y sacerdote gaditano, José Celestino Mutis, de cuya importancia científica, pareja a la del sueco Linneo, hoy no es posible abstraerse.
Acaso sean menos célebres los Viajes por la América meridional del ingeniero militar, natural de Huesca, Félix de Azara, hermano del no menos brillante y perspicaz José Nicolás de Azara, embajador de España en Roma y París, anticuario, y traductor al español de la obra teórica de su amigo Anton Raphael Mengs, pintor del Carlos III, cuando el monarca ya se hallaba en España. Este Azara ultramarino será destacado en América durante muchos años, dando como fruto de su estadía un estudio excepcional, en el que se aglutinan conocimientos de muy distinto ámbito, y cuya ambición de totalidad es hija de aquel impulso ilustrado que dirigía al siglo (Darwin utilizó sus trabajos con provecho), y que Carlos III diseminará concienzudamente en los territorios de América. En el mismo sentido, Rodríguez González consignará las expediciones españolas por el Pacífico y Alaska, así como la gran expedición de Malaspina, que abarcará la redondez del globo, y cuya naturaleza es fácil deducir del expresivo título de su trabajo: Viaje político-científico alrededor del mundo por las corbetas Descubierta y Atrevida al mando de los capitanes D. Alejandro Malaspina y D. José de Bustamante y Guerra, desde 1789 a 1794. Ambicioso logro de la ciencia española, cuyo premio será, poco más tarde, el encarcelamiento del desdichado Malaspina, por el temor de Godoy a las consecuencias políticas e ideológicas de la Revolución Francesa.
Un último capítulo lo dedica Rodríguez González a recordar una excepcional hazaña médica, no suficientemente conocida, como es la primera vacunación masiva, de carácter internacional, aplicada en buena parte del mundo, por obra y mérito de Francisco Javier Balmis y Berenguer, de la que no existe precedente alguno. El autor menciona otros nombres y distintos trabajos de singular relevancia, que aparecen aquí, no obstante, esbozados con diligencia. Al tratarse, sin embargo, de un libro de divulgación -una divulgación pulcra, sencilla y rigurosa- queda para trabajos más amplios la noticia pormenorizada de esta secular y fascinante empresa ilustrada.
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