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Concha Piquer, una vida de ópera

  • Manuel Vicent novela la biografía de la folclórica en ‘Retrato de una mujer moderna’.

  • “Odio esa palabra, pero fue una mujer empoderada”

Manuel Vicent, hace unos días en Sevilla.

Manuel Vicent, hace unos días en Sevilla. / José Ángel García

En una emocionante escena de Retrato de una mujer moderna, la novela que Manuel Vicent dedica a la figura de Concha Piquer, la folclórica regresa a Benicalap, en la huerta valenciana, como una estrella que ha vivido muchas vidas y tras triunfar en Broadway se ha erigido en la artista que los teatros españoles se disputan, la voz que suena en las radios y en las casas. La diva viene a saldar una deuda con la señora Rosa, la panadera que en su infancia le fiaba la barra de pan o que a menudo no le cobraba y le cambiaba aquel producto por la interpretación de una coplilla, consciente de la miseria que padecía la familia. Años después Piquer quiere darle un regalo, cinco mil pesetas, una cantidad abrumadora para la época, por la generosidad con la que se comportó aquella vecina en los tiempos más duros.

Retrato de una mujer moderna (Alfaguara) traza así el perfil humano de una intérprete que encarnó como nadie los dramas y desgarros que entonaba en sus letras, tan arraigadas en la memoria sentimental de un país, y que tuvo una biografía tan aventurada e impredecible que parecía más propia de una novela o de una ópera que de la realidad. Entre otros episodios, Vicent relata cómo la niña Piquer confunde, después de que su madre sufriera un aborto, un feto ya muy formado con un muñeco y lo saca a pasear a la calle mientras le canta una nana. "Eso no lo supera ni Faulkner", opina el periodista y narrador, que presentó su obra en Sevilla con el Centro Andaluz de las Letras. Poco tiempo después, esa muchacha viaja hacia México pero un empresario teatral la oye cantar en Nueva York "y su nombre se encarama a un luminoso de Broadway". Su madre se volverá a España y la muchacha, con 16 años, se quedará "sola, muy sola" en una gran ciudad "llena de música, de locos, de violadores, de vagabundos y de gordos millonarios con un puro en la boca". Uno de esos hombres intentará violarla y ella le abrirá el cráneo con una barra de hierro. "Lo curioso es que ella nunca supo si lo había matado o lo había dejado herido, porque encargó que recogieran el cuerpo", señala Vicent, que se reconoce "poco dotado para inventarme grandes historias o grandes laberintos psicológicos, pero me siento cómodo con un personaje que es en sí mismo una novela. Ella ha puesto la historia y yo la forma, ella el qué y yo el cómo".

Concha Piquer, en una foto de los años 20. Concha Piquer, en una foto de los años 20.

Concha Piquer, en una foto de los años 20. / D. S.

Vicent ha querido definir a la Piquer como una "mujer moderna" ya desde el título, "algo que chocará a más de uno en la actualidad", porque "ella era toda una profesional. Se trajo esa forma de ser artista de Nueva York, toma las dinámicas y la disciplina del show business", analiza el escritor. "Después de la guerra, no fue antifranquista militante, era una folclórica al fin y al cabo, pero se enfrentaba a la censura cuando le prohibían cantar la palabra mancebía, ella la pronunciaba aunque le ponían una multa, que era doble si luego hacía un bis. Cuando sonaba el toque de corneta que anunciaba el parte de Radio Nacional ella seguía con su actuación, pese a que entonces el mundo se detenía. Vivía amancebada, una palabra que odio, con un torero casado, a pesar de la moral asfixiante de la época. Se atrevía con todo eso", dice de la cantante de Tatuaje o En tierra extraña. "Es una mujer que triunfa y que gobierna su propio destino. También odio esa palabra, pero respondería a la definición de mujer empoderada".

En el libro, Vicent se pone del lado de García Lorca, admirador de la Piquer que reivindicaba el lirismo y la calidad literaria de la copla. "Lo que hacían los surrealistas de coger las palabras y lanzarlas al aire y ordenarlas tal como quedaban en el suelo es muy ocurrente, pero el verdadero surrealismo está en algunas de estas canciones. La Maredeuta, por ejemplo, es deliciosa y rocambolesca", reflexiona sobre un legado que también posee un enorme valor como testimonio sociológico. "En las coplas estaba la vida contada en tres minutos, con su presentación, su nudo y su desenlace. Yo comprendí de niño que el mundo era un desastre al oír esas letras en las radios de las casas, en los sonidos que salían por las ventanas, cuando iba camino del colegio".

"En sus coplas estaba la vida contada en tres minutos, su presentación, su nudo y su desenlace"

El autor revela en Retrato de una mujer moderna que en 1987 el jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Artes, del que Vicent formó parte, estuvo a punto de otorgarle el galardón. "Pero eso fue porque Antonio López, que también era jurado, estaba enamorado de ella. Recuerdo que años antes hice una serie de entrevistas a personas mayores, leyendas que ya tenían una edad y que por eso no tenían miedo a hablar, y cuando quedé con ella Antonio me pidió que lo llevara. A Antonio López se le ocurrió galardonarla cuando ya habíamos decidido el fallo, y no pudo ser, pero Pilar Miró, que votaba con nosotros, se entusiasmó con la idea y dijo aquello de lo hacemos, lo hacemos por cojones".

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