De libros

"He dado voz a las personas silenciadas por el 'procés"

  • Mari Pau Domínguez compone en su última novela, 'La nostalgia del limonero', una "crónica sentimental" de la emigración andaluza en Cataluña

La periodista y escritora Mari Pau Domínguez (Sabadell, 1963), durante su visita a Osuna.

La periodista y escritora Mari Pau Domínguez (Sabadell, 1963), durante su visita a Osuna. / Víctor Rodríguez

Lleva un rato paseando por Osuna, el pueblo al que desde pequeña no ha dejado de volver de vez en cuando. Ha contemplado la Plaza Mayor, o de España, como la llaman casi todos sus vecinos y en el Casino, desde cuyos grandes ventanales han observado la vida las buenas familias del lugar desde mediados del siglo XIX, se ha encontrado con un primo de su padre, con el que ha compartido recuerdos de su infancia, de la familia, de las cosas del pueblo, donde el tiempo siempre parece correr con menos ímpetu.

Ha continuado luego caminando por la arteria comercial de la Carrera y descendido por la calle San Pedro, admirándose de nuevo ante la sucesión de palacios y casas solariegas, recordatorios del pasado próspero y artísticamente elevado de esta localidad muy ligada durante el curso de la Historia a la suerte de la casa noble, hoy ya extinta, de los Téllez-Girón. Calle Sevilla arriba, de vuelta a la Plaza Mayor, ha sentido "morriña de las cervecitas en la peña bética". Antes de entrar en la Colegiata, saboreando aún la recentísima inmersión en estas calles donde para ella comenzó todo, le viene a la memoria, entre risas, un comentario de su madre, a la que en la novela que acaba de publicar le ha inventado un amante: "Yo le expliqué que es literatura, pero ella eso no lo acaba de entender y me soltó la frase mortal de ahora qué van a pensar en el pueblo".

Resulta evidente que La nostalgia del limonero (Espasa) es la novela más personal de Mari Pau Domínguez, cuyos padres nacieron en Osuna y emigraron a Cataluña a comienzos de los 60, por lo que durante muchos años, pese a que nació en Sabadell, ella era la catalana o la andaluza en función de si se encontraba aquí o allá. No pocas veces su madre, viendo que su colección de novelas escritas no paraba de crecer, le había dicho que debería contar la historia de su familia. Pero ella no le encontró sentido... hasta que el procés irrumpió en el debate político y en las sobremesas de tantos hogares.

"Hubo un primer detonante de la novela: un artículo periodístico que escribí, titulado Apátridas de Cataluña, en el que hablaba de las personas que habían emigrado, en este caso de Andalucía, mi familia y otras miles que dejaron su tierra, su familia, todo, para irse a mil kilómetros sin saber qué sería de ellos. Cuando se planteó el proceso secesionista, mi madre me llamó muy preocupada, me decía: ahora que creíamos que éramos catalanes, porque nos habían hecho creer que lo éramos, de dónde vamos a ser, porque nosotros éramos tan españoles en Andalucía como en Cataluña", cuenta la autora.

"Pero es que después –continúa Domínguez durante su visita a Osuna para recorrer algunos de los escenarios de su novela– llegaron esas declaraciones del que entonces era vicepresidente del Gobierno catalán, Oriol Junqueras, que decía que un catalán tenía en común con un andaluz lo mismo que con un finlandés. ¿Cómo puedes afirmar eso cuando los andaluces, igual que los murcianos, extremeños, etcétera, ayudaron a que tu tierra, que ahora tú quieres segregar de España, llegara a ser tan próspera? Después de todo lo que lucharon para salir adelante, que vengan unos políticos de tres al cuarto a decirles a esas familias, a tantísimas, que no tienen nada que ver con los catalanes... Qué poca sensibilidad y qué ganas de falsear la Historia, es imperdonable. Por eso creí que, ahora, este libro era necesario", explica.

La autora se encuentra en el Casino de Osuna con un primo de su padre. La autora se encuentra en el Casino de Osuna con un primo de su padre.

La autora se encuentra en el Casino de Osuna con un primo de su padre. / Víctor Rodríguez

Ambientada en Osuna y en el entorno de la capital catalana, en el cinturón rojo barcelonés que acogió el aluvión de emigrantes, y recorriendo un arco temporal desde los años 50 hasta los 80 y el presente, la novela narra la historia de Paz, una mujer de mediana edad, que tras una dura ruptura sentimental y en una difícil situación económica, regresa de Madrid a la casa familiar, donde conocerá por su madre una serie de hechos sobre su familia que no conocía. Por ejemplo, la historia de su propia madre, una mujer llena de energía y pasión, que va plantando cara a los reveses: la decepción de su matrimonio, las terribles riadas de 1962, la dureza de los primeros años en Cataluña con un marido al que, por no saber adaptarse a la vida lejos de sus raíces, se le agrió el carácter, la imposibilidad de realizarse a través del amor en la madurez...

"Yo diría que la novela es autobiográfica en un 80%", dice Domínguez antes de recalcar, para no arruinar la impecable reputación de su madre en el pueblo, que ese amante argentino que empieza a rondarla en la novela como un vendaval es pura fabulación literaria. Por lo demás, explica, "he contado hasta donde he considerado que por respeto debía contar, y algunas cosas las he inventado", dice la autora, que aclara, en estos tiempos tan dados a fórmulas narrativas como la autoficción, que no le gusta "ese tipo de escritor que se mira el ombligo y oh, qué casualidad, allí se encuentra el centro del mundo". "Sin embargo, me di cuenta de que no se trataba de contar mi historia, sino de proyectar la mirada. Mi familia es muy corriente y no quiero usar la palabra ejemplar, pero digamos que sí funciona casi como un prototipo de la emigración andaluza de aquellos tiempos. Por tanto, sentí la responsabilidad de hablar por tantas otras personas. Muchos lectores me han dicho: has contado también la historia de mi familia. Y es de lo que me siento más orgullosa, de haber dado voz a tantos españoles que el procés estaba intentando silenciar".

"Yo de pequeña decía que sí, que claro que era de los dos sitios, de Osuna y de Cataluña, siempre lo viví con mucha naturalidad. De hecho es algo enriquecedor, ¿no? Pero ya en la adolescencia empecé a escuchar la palabra charnego. Y además la escuchaba dicha con desprecio, con un tono muy despectivo. Como si me estuvieran mirando desde arriba. Tener raíces diversas siempre enriquece, es uno de los motivos por los que no entiendo el procés. Es un atraso absoluto que en el siglo XXI quieras segregar un territorio. Es cualquier cosa menos un avance social. De todos modos, me parece algo virtual, una quimera. A lo mejor dentro de 30 años me tengo que tragar estas palabras, pero yo creo que la secesión es algo que no va a producirse, precisamente porque, digan lo que digan, España es un país avanzado".

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