Gustavo Rodríguez. Escritor

"Es estúpido que los filtros de las redes sociales nos oculten cómo envejecemos"

  • El narrador peruano presenta 'Cien cuyes', la novela con la que ganó el Premio Alfaguara, una contribución desde el humor "a que dialoguemos sobre la muerte"

Gustavo Rodríguez, el lunes en una visita a Sevilla.

Gustavo Rodríguez, el lunes en una visita a Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

El pasado enero, el escritor Gustavo Rodríguez (Lima, 1968) fue galardonado con el Premio Alfaguara de Novela por Cien cuyes, obra que relata la experiencia de su protagonista –Eufrasia Vela- como cuidadora. Una dedicación que la lleva a reflexionar acerca del paso del tiempo, de cómo tratamos a nuestros ancianos, de la fragilidad a la que estamos destinados, de nuestras vulnerabilidades. Sobre estos temas conversamos con el escritor peruano.

-Es una novela que persigue un propósito de la literatura: ahondar en los ángulos invisibles.

-Claro. Se trata de iluminar aspectos que nos son ajenos, a pesar de que los vemos todos los días. Estamos rodeados de gente mayor, de ancianos y de ancianas. Pero vemos solamente la idea que tenemos de ellos, y no el drama que pueden estar sufriendo.

-"Envejecer es tener cada vez menos conversaciones", escribe en su novela. Los protagonistas sufren no sólo por la enfermedad, también están muy solos. Nadie se para a escucharlos, a comprenderlos. Es una realidad durísima.

-En efecto. Sin embargo, es una realidad que decidí afrontar con ternura y con humor. Justamente para no ahuyentar a los lectores. Porque si la novela trata de la soledad, los ancianos y el derecho a la muerte digna… pues dicho así, como lo estoy diciendo, causaría rechazo. Los lectores dirían que para penas ya tengo las mías. El uso del humor –que es algo que siempre me ha caracterizado como escritor- hace más llevaderas las páginas de esta novela. Hasta el extremo de que esta, aunque venga de una realidad difícil, termina con luz.

-Sí. El humor le sirve de contrapunto para aliviar la cursilería o el exceso de sentimentalismo.

-Uno de mis mayores temores al escribir la novela era el miedo a incurrir en la cursilería, que me saliera cursi. Porque hay escenas muy emotivas, que tienen que ver con la despedida final, y con lo que eso conlleva. Pero una mirada humorística terminó salvando de ese peligro.

"Mi gran temor era caer en la cursilería. El humor me salvó"

-¿Vivimos en sociedades que evitan hablar de la vejez y de la muerte?

-En primer lugar, creo que somos una sociedad que niega la muerte de una manera estúpida. El nacimiento y la muerte son los dos acontecimientos más grandes que vamos a transitar en este paréntesis que llamamos vida. Al nacimiento sí le ponemos cuidados, preparación; pero con la muerte no nos preparamos, no la naturalizamos. Y mientras menos hablamos de lo que tememos, más daño nos hacemos con esa evasión. Digamos que esta novela es una contribución a que dialoguemos sobre la muerte. Y si es una muerte digna, mucho mejor. Respecto de los ancianos, en América Latina somos sociedades muy jóvenes, demográficamente. Los jóvenes en lo último que piensan es en que será convertirse en un anciano. Yo he tenido la fortuna de conocer a mucha gente mayor a lo largo de mi carrera, y la mayor parte de cosas que he aprendido ha sido escuchando a esa gente mayor que yo. Esta novela quizá sea un homenaje para todos ellos.

-¿Cree que este tabú acerca de la muerte es un fenómeno reciente?

-Creo que el ser humano siempre tiende a negar lo que no le gusta. Pero lo que puede estar ocurriendo en este tiempo es que tenemos un diluvio de estímulos que enaltecen la juventud. Al enaltecer tanto la juventud, por oposición, terminas negando el envejecimiento. La publicidad o los filtros de nuestros móviles nos ocultan cómo vamos envejeciendo. Esto es una estupidez. Pues se puede comprobar cómo somos una sociedad más llena de ancianos.

-¿En qué ejemplos concretos considera que se manifiesta ese culto exacerbado por la juventud?

-Donde más claramente lo veo cada minuto es en esta esquizofrenia de los filtros en redes sociales. De personas que no se asumen tal como son. Y quien no se asume tal como es tiende a no encajar en la sociedad. Y quien no encaja en la sociedad pues termina siendo un solitario, eternamente. Con toda la dolencia que eso conlleva.

Gustavo Rodríguez. Gustavo Rodríguez.

Gustavo Rodríguez. / Juan Carlos Vázquez

-En la novela uno de los personajes se declara ateo. ¿El actual abandono de lo espiritual en nuestras sociedades –y su decantación hacia formas de vida hedonistas- puede ser una de las razones de ese silencio respecto de temas como la muerte, el sufrimiento, el hacernos mayores?

-Sí, en efecto. Sobre todo en no tomar conciencia de tu propia realidad y reflexionar sobre ella. Distraerte de la reflexión, con trivialidades, hace que te evadas del tic tac que suena en tu propio cuerpo.

-En España nos encontramos con una población cada vez más envejecida. Hablamos de gente mayor cuyas familias cuentan con uno o dos hijos, de media. Los cuidados, por tanto, se complican –por costes, por falta de tiempo-. ¿Su país se encuentra en la misma situación social?

-En Perú la sociedad es joven todavía. Pero ese bono demográfico, que es la esperanza de estos países, se está acabando. Por otra parte, las mujeres, por equidad de género y otros asuntos, retrasan su etapa reproductiva, estudian antes de tener hijos… Por lo que los hogares tienen cada vez menos hijos. Entonces, lo que está pasando ahora en España va a ocurrir en América Latina en los próximos años. Yo no sé si esta novela va a ser un campanazo para mi sociedad. Quizá suponga un inicio sobre qué temas deberíamos estar empezando a debatir –aunque creo que tímidamente ya se está debatiendo en Perú quién va a pagar las pensiones del futuro-. También, desde un punto de vista más personal, creo que la novela tiende a que veamos al ser humano que hay dentro de cada uno. Más allá de la edad, del color de piel o de la clase social.

-En Cien cuyes se reflexiona sobre cuestiones esenciales, como la muerte o el paso del tiempo. Lo que nos lleva a hacernos una pregunta: ¿cuál cree usted que es el sentido de nuestra vida? ¿Qué nos salva en ella?

-Yo no sé cuál es el sentido de la vida. No lo puedo responder. Pero sí puedo responder qué es tener éxito en la vida. Aunque, para empezar, pienso que la palabra "éxito" es una palabra muy tramposa, muy malinterpretada. Creo que, al revés de lo que se entiende –prestigio, logros y bienes-, el éxito es que te abrace mucha gente espontáneamente, sin ningún interés, al final de tu vida.

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