Estación Ucrania | Crítica

Ucrania, la vida pese a todo

  • Borja Lasheras ofrece detalles alternativos del país de antes de la invasión de Putin. Ha regresado recientemente de Ucrania y compara su antes y su ahora bajo las bombas

Borja Lasheras.

Borja Lasheras. / Daniel Iriarte

Exterior día. Picadillo, mucho picadillo. La destrucción en el mundo halla ahora su forma plástica no sólo en Ucrania. También lo hace en el sudeste de Turquía y en el norte de Siria. Al terremoto geopolítico de Ucrania se le ha colado mediáticamente este otro seísmo: la ira de la naturaleza.

Analista internacional, Borja Lasheras (Donostia-San Sebastián, 1981) combina su burocrático quehacer para instituciones con artículos y libros (la editorial Libros del K.O. recuerda que "en la otra vida le da a la música"). Su Estación Ucrania no obedece al tipo de "libro escrito a la carrera", a rebufo comercial de la actualidad.

Antes de la invasión, ya conocía bien el país del azul (cielo) y el amarillo (trigo). "Empecé a pasar estancias prolongadas desde 2015. La invasión me pilló con un pie en Madrid y otro allí. Perviven la efervescencia e idiosincrasia de antes. Pero hoy Ucrania es un país traumatizado por esta horrible guerra de agresión. Hay checkpoints y toques de queda. Pero hay también retazos de normalidad: restaurantes, tiendas y cafés de Lviv o Kyiv funcionan a todo ritmo. El tejido sociológico se nota en una estética de victoria, confianza y lucha (merchandaising, memes, etc.). Los trenes, asunto esencial en mi libro, funcionan casi igual de bien que siempre. Eso sí, ahora por las noches se echan los visillos por si acaso".

Al lector desprevenido le sorprenderá la animación cultural de los ucranianos. Cine (Festival 86), garitos y conciertos de música, literatura (Serhiy Zhadan, de quien se ha editado en España Orfanato). ¿No será la Ucrania urbanita ajena a la rural? "No hay nada de ese prisma o clivaje. Todos los artistas de la ola cultural que cito proceden de todos los entornos del país. Zhadan viene del duro contexto post industrial de Starobilsk, en Luhánsk. El cliché de las dos Ucranias es eso: un cliché".

El autor no olvida el vórtice del pasado: IIGM, purgas estalinistas, el holodomor o la hambruna impuesta por Moscú, el pogromo de Babi Yar en Kyiv, etc. "Pero se puede hablar también de una Ucrania sin desgracias. Por ejemplo, la de inicios de la URSS o la de su inmediata independencia en 1991. El libro intenta recoger luces y sombras de todos esos periodos y aspectos cotidianos. Por ejemplo, la vida de barrio en las afueras de Kyiv, en las provincias o en los Cárpatos. El totalitarismo externo (Hitler y Stalin) ha sido el creador de las atrocidades en Ucrania. La Rusia de Putin ha lanzado otra guerra con pautas muy similares a las de ese periodo".

El autor desmonta otro cliché: la Ucrania dual, dislocada entre lo proeuropeo y lo prorruso. Sí habla de ciudades-estado (Járkiv, Dnipró, Odesa, Mariúpol), que vivieron como indiferentes a Kyiv. "Lo que ha habido más bien desde Kyiv es una especie de relación con élites y clanes locales basados en hoy por ti, mañana por mí: se dejaba hacer. Pero esta relación ha ido cambiando con las nuevas generaciones".

Putin habló al inicio de "desnazificar" Ucrania. ¿Miente? Pensemos en el lado oscuro que va del fascista ucraniano Stepán Bandera a los grupos ultras y pronazis en el fútbol. "Empezaron con ‘desnazificar’ Ucrania. Ahora hablan –no es broma– de desatanizar Ucrania. Nazi para Moscú es cualquiera que se oponga a Rusia y a su agresión y subyugación. Es lo que Timothy Snyder califica como atrocities talk: se priva a un país de agencia ("Ucrania no existe") y a sus gentes de identidad propia, de ahí se permite su destrucción".

Si el Kremlin se erige como la III Roma antinazi, Lasheras le recuerda detalles molestos. "No hablan del ejército ruso y colaboracionista de Andréi Vlasov. Ni del desfile de nazis en Moscú en 1939, tras invadir Polonia. Y olvidan que millones de ucranianos murieron luchando contra los nazis". Y matiza: "Esto del nazismo ucraniano es como un hombre de paja. Ucrania no ha tenido el lujo de mirar al pasado con calma. La guerra ha impulsado esta búsqueda de mitos. Los homenajes fascistas a Bandera son minoritarios".

La posible imagen del Donbás (significa "campos salvajes") remite a una especie de ‘Far East’ eslavo... Esta postal la compara Lasheras con escenarios de Mad Max y recomienda la novela Voroshilovgrad de Zhadan para entenderlo. "Para mí el Donbás eran magníficos campos de girasoles, quemados en verano, y donde la vista se perdía. Había ciudades fascinantes, como Mariúpol. Hoy ya no lo son, me temo".

A la pregunta directa al ojo de si, como sucedió en Bosnia, en esta guerra se está cayendo en la propaganda de los malos muy malos (los rusos) y los buenos muy buenos (ucranianos), Lasheras se explaya. Ya lo dijimos, conoce el paño. "En Ucrania hay miles de investigadores internacionales (incluida la fiscalía de la Corte Penal Internacional). La visitan misiones de la ONU, organismos de derechos humanos públicos y privados, forenses que recorren escenarios de crímenes de guerra y fosas comunes, caso de Izyum, al noreste. En Járkiv yo mismo honré la tumba de Volodymir Vakulenko, escritor de cuentos infantiles, asesinado por los rusos".

Recuerda que el informe del llamado Mecanismo de Moscú (julio 2022) habla de clara violación del derecho internacional humanitario atribuible mayormente a fuerzas rusas. Recuerda que Human Rights Watch habla del "abismo del miedo" en zonas ocupadas. Y recuerda que la ONU constata una política sistemática rusa de violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra. "La palabra sistemática es clave: hay una política expresa de cometer tales crímenes, que son incluso alentados y ordenados. Los ucranianos no son santos. Pero ése no es el argumento. Las organizaciones internacionales han identificado algunos potenciales crímenes cometidos por el ejército ucraniano contra prisioneros o por el uso de minas peligrosas para la población del este. Pero, a diferencia de Rusia, Ucrania ha dicho que iban a investigarlos al detalle. La comparación con Bosnia es buena. Estuve dos años de mi juventud monitoreando fosas comunes en el este del país: todos los restos eran de bosnios musulmanes (las dos terceras partes de las víctimas de la guerra fueron bosnios musulmanes, menos de un tercio serbobosnios y el resto croatas)".

Para aviso de optimistas con pajarita, concluye a plomo: "Ucrania será aún peor y el responsable directo es Putin y su círculo".

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