Marta Jiménez Serrano. Escritora

“Hoy cada pareja tiene que decidir cómo es la idiosincrasia de su relación”

  • La autora madrileña firma un lúcido diagnóstico del estado actual de las relaciones sentimentales en 'No todo el mundo', un libro de relatos que publica Sexto Piso

Marta Jiménez Serrano, en los alrededores de la librería Caótica, donde presentó su libro.

Marta Jiménez Serrano, en los alrededores de la librería Caótica, donde presentó su libro. / Juan Carlos Muñoz

No todo el mundo es el último libro de la escritora Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990), y el primero en el que reúne sus relatos. Publicado por la editorial Sexto Piso, en el conjunto nos encontramos con un lúcido diagnóstico del estado actual de nuestras relaciones sentimentales. Hablamos de una serie de ficciones en las que, con oficio y virtuosismo narrativo, descubrimos historias que conmueven, que sugieren reflexiones, que dicen, con acierto, lo que tantas veces nos cuesta verbalizar. El amor como punto de partida para indagar en nuestros miedos, en nuestras conductas. En cómo nos relacionamos con nuestro mundo.

–Hace unos días falleció Antonio Gala, y desde entonces se ha citado mucho aquella frase suya que definía el amor como una amistad con momentos eróticos. No sé si usted podría dar otra definición.

–Lo he intentado en el libro [risas]. Ahí está esta frase que dice que el amor es la capacidad de que la conversación siga siendo interesante. Creo que esa es la definición que más suscribo hasta ahora. La frase de Gala es muy buena. Pero el amor, más que con momentos eróticos, es una amistad con erotismo. El erotismo sí está ahí todo el tiempo. A veces ejecutándose y otras, simplemente, en un abrazo o en poner una mano en el hombro. Uno no hace esos gestos igual con una pareja que con un amigo.

–En este libro de relatos no hay una definición del amor, sino varias. Por otra parte, sospecho que en el conjunto, aunque trate de relaciones sentimentales, lo que importa es la visión de la condición humana, a través del amor.

–La multiplicidad de enfoques en torno al amor es el signo de los tiempos. Ahora mismo cada pareja tiene que decidir cómo es la idiosincrasia de su relación. Y pueden caber muchas cosas ahí dentro. Respecto a lo segundo, hay muchísimas cuestiones que creo que he intentado retratar, que me interesan mucho, y que tienen más relación con la intimidad o con la condición humana, no tanto con el amor en sí. Por ejemplo, el desfase entre lo que somos y lo que queremos ser, lo que pensamos y lo que decimos, o lo que creemos que pensamos… Los celos, la culpa.

–También sugiere que la condición social o económica de la persona es fundamental en la construcción de una pareja.

–Sí, yo creo que es muy importante. Yo ahí quería ir un poco contra el mito del amor romántico, el que dice que el amor todo lo puede. O que el amor es un sentimiento espontáneo y mágico y que no tiene nada que ver con el dinero o con la sociedad. Yo creo que el amor es una mezcla de todo. Y qué casualidad que nos enamoremos tantas veces de gente de nuestra misma clase social a la que le gustan las mismas cosas.

"En el libro se dice que el amor es la capacidad de que la conversación siga siendo interesante. Suscribo esa idea”

–Por decirlo de algún modo, con este libro le quita usted al amor su épica, y le añade época. ¿Qué diferencia encuentra entre el amor de la generación millennial –que predomina en los relatos– y la generación de nuestros padres o la de nuestros abuelos?

–Creo que la principal diferencia pasa porque han cambiado los papeles del hombre y de la mujer en la sociedad, y por tanto en la pareja. Nuestros abuelos tenían un sistema muy eficaz para las relaciones sentimentales. Y hay que decirlo así, sí. Era un sistema muy injusto, que venía impuesto, y no creo que ninguna de las dos partes tenga que cumplir un rol impuesto. Pero, claro, esto era sencillo y cuesta mucho desmontarlo. Y era un sistema tremendamente eficaz: el hombre se encarga de salir de casa y traer dinero, y yo, mujer, me encargo de los niños, del hogar y de la educación sentimental. Por otra parte, se ha democratizado el uso de los anticonceptivos, la mujer ha accedido al mercado laboral, ya no es un imperativo –o ya no lo está siendo, gradualmente– el tener hijos… Todos estos aspectos cambian radicalmente el asunto de la pareja. Nuestros abuelos sabían para qué se juntaban: para procrear, crear una familia… y no tenían que hablar de cómo iba a ser una relación. Ellos ya lo sabían. Hoy día, en cambio, no sabemos para qué nos juntamos.

–Todo es más complejo de delimitar, sí.

–Es que, por ejemplo, hoy no te casas para tener hijos. Los hijos pueden, o no, venir después. Pero no es el propósito del matrimonio de hoy. No te emparejas para eso. Cada pareja tiene que decidir para qué se está juntando. Y, luego, otro tema, es que los roles de género se han descolocado totalmente. Para bien. Pero esto, como decimos, lleva a un reajuste de la pareja. Estamos en medio de todo ese paradigma de cambio sentimental.

Marta Jiménez Serrano. Marta Jiménez Serrano.

Marta Jiménez Serrano. / Juan Carlos Muñoz

–¿Nos queremos peor ahora?

–No. A veces se quiere de manera más desastrosa… pero más honesta. No, no se quiere peor ahora. ¿Cuántos matrimonios había antes aguantando? ¿Cuántas mujeres sufrían violencia en el hogar? Creo que ahora está todo más puesto sobre la mesa. Al respecto, hay una expresión que me gusta mucho, de Tamara Tenenbaum, en El fin del amor, que habla del fin de la hipocresía. No es que antes no fuéramos infieles, sino que ahora no estamos obligados a fingir que somos una familia feliz. Hoy día estamos haciendo un esfuerzo por hablar claras las cosas, por poner los sentimientos en la mesa.

–¿Amar es someterse?

–Es el ten con ten de fuerzas entre someterse e imponerse, todo el rato. Por ejemplo, en No todo el mundo está el relato de Colega, en el que de manera muy progresiva ella claudica ante lo que al principio no le gustaba. Entonces, a veces es imponerse y otras es, sí, claudicar.

"Los roles de género se han descolocado totalmente, y para bien. Pero esto lleva a un reajuste de la pareja”

–Ha definido qué es el amor, pero no estar enamorado. ¿Qué es estar enamorado?

–Pues… yo la verdad es que no diferencio demasiado. Si acaso la diferencia la llamaría encoñamiento [risas]. Pero no sé. La diferencia entre el amor y el enamoramiento estaría quizá en esa distinción entre la pareja y los hermanos. O los amigos. Por ahí iría según mi visión.

–Dijo una vez Silvio, el rockero sevillano, que la mayor prueba de amor que hizo en su vida fue beberse un tinto, en lugar de un gin-tonic. ¿Cuál es el mayor gesto de amor para usted?

–Escuchar al otro. Respetarle cómo es. No intentar tanto la conexión. La mayor prueba de amor es dejar al otro que sea como es.

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