La historia del Córdoba CF no anda sobrada de tardes gloriosas para el recuerdo. Las alegrías que la afición blanquiverde guarda en su mente suelen ser modestas y llegar a cuentagotas. Lejos de aquellos que celebran títulos, en el recuerdo colectivo de los asiduos a El Arcángel se amontonan goles en campos modestos, jugadas de ensueño entre futbolistas con nombres de a pie y tardes de nervios colgados del transistor a la espera de un resultado ajeno que allane el camino hacia una salvación. Hubo un tiempo en el que el cordobesismo se acostumbró a sobrevivir en la Segunda División B y en aquellos años el techo estaba en lograr el ascenso a la categoría de plata. Por eso, el 30 de junio de 1999 ocupa un lugar privilegiado en la historia del club blanquiverde.

Pese a que después llegaron otros ascensos, incluido el último a Segunda logrado en Huesca o el posterior a Primera División en Las Palmas, ninguno alcanza seguramente la importancia que tuvo aquel inesperado éxito conseguido en una tarde inolvidable en el Cartagonova. Por las repercusiones deportivas y por el cambio de mentalidad que supuso en la ciudad. Aquel éxito supuso la entrada a una nueva dimensión para un club que, justo 20 años después, trata de reinventarse desde el pozo, aquel que hace hoy dos décadas brindó a los cordobesistas uno de los momentos más importantes de la historia de su club. El cartagenazo fue la consolidación del sentimiento cordobesista, la reconciliación de una ciudad con su equipo y la certeza de que alcanzar la gloria era posible también lejos de la élite.

Por eso, no resulta exagerado afirmar que cualquier cordobés aficionado al fútbol que pase de la treintena recuerda perfectamente dónde estaba en aquella tarde de 30 de junio. Muchos de ellos se agolparon en la pantalla gigante habilitada en Vista Alegre. Otros muchos siguieron el partido decisivo repartidos por los bares de la ciudad. Los más ceremoniosos en aquello de seguir a su equipo lo presenciaron en la intimidad del hogar, ahogando los nervios y conteniendo las lágrimas en los minutos finales. Todos ellos confluyeron horas más tarde en un mismo punto, Las Tendillas, con la sensación de estar tocando el cielo con la punta de los dedos.

Cartagena marcó un punto de inflexión en la historia el Córdoba. Aquel hito fue posible gracias al trabajo de un plantel con varios jugadores cordobeses, entre los que estaban Rafa Navarro, hasta hace muy poco técnico de los blanquiverdes, que tuvo que luchar contra las adversidades de una campaña que empezó truncada pero que acabó de la mejor forma posible. Para la historia quedará aquel once inicial que dispuso Pepe Escalante, formado por Leiva, Requena, Soria, Juanito, Clavero, Ramos, Puche, Pedro Aguado, Loreto, Rafa Navarro y Óscar Ventaja.

Aquel 30 de junio de 1999, los goles de Óscar Ventaja y Ramos dieron la vuelta al tanto inicial del Cartagonova y culminaron una fase de ascenso en la que el Córdoba sucumbió en sus visitas a la Cultural Leonesa y el Racing de Ferrol, pero se hizo fuerte en El Arcángel para llegar al encuentro final con opciones de culminar la machada.

El mejor espejo posible

20 años después, tras hacerse fuerte en Segunda División e incluso pasar de forma efímera por la élite, el Córdoba busca la fórmula para reinventarse y recuperar el lustre perdido, desde una categoría que hace dos décadas abandonó de forma brillante. Un espejo inmejorable para un club que en estos años ha cambiado de forma radical pero que necesita volver a encontrarse a sí mismo.