"He visto caer las lágrimas de bondad de un toro"

Recuerda con añoranza sus tardes en la plaza y los duelos con Finito pero confiesa no tener valor para volver a torear

Rafael González Chiquilín, durante la entrevista concedida a 'El Día'.
Rafael González Chiquilín, durante la entrevista concedida a 'El Día'.

OCULTOS en una estancia oscura en la taberna La Fuenseca, porque así se están poniendo las cosas cuando se habla de tauromaquia, los ojos de Manolete nos escudriñan desde vetustas fotos en blanco y negro preguntándonos quizá si lo de Barcelona es verdad, y si algún día en Córdoba, sus estatuas serán quitadas de las plazas. Con sosiego, protegidos por los asiduos de la taberna, Chiquilín habla despacio y dice con su mirada más que lo que sus palabras dejan entrever.

-Dice el Quijote en el capítulo V: "Yo sé quién soy". ¿Usted sabe quién es?

-Hombre, yo sé quién soy. Como persona soy una persona sencilla, humilde, amigo de mis amigos. Me encanta la familia y llevar una vida tranquila.

-¿Qué es vivir?

-Hacer lo que a uno le apetece, lo que quiere, disfrutar de la familia en plan relajado, tranquilo, hacer lo que a uno le gusta en cada momento sin ofender ni hacer daño a nadie. Estar a gusto con uno mismo. Cualquier reunión de amistad, un paseo por la calle, ver una película, disfrutar de la música.

-¿Qué es torear?

-Un sentimiento, una cosa que uno lleva adentro, uno quiere torear porque nace con ello y disfruta. Desde pequeño te sale, es algo intuitivo. De pequeño ya coges una servilleta, un mantel, un trapo y te lías a torear. Lo llevas en la sangre.

-Una vez que se convirtió en torero ¿qué buscaba en el ruedo?

-Primero la satisfacción mía, de triunfar, de torear y sentirme a gusto. La meta de uno es triunfar en la vida, lo mío fue el toro, pero es el privilegio de estar haciendo lo que tú quieres. En el ruedo quería cuajar una faena y piensas mucho en la responsabilidad y en las personas que han ido a verte. Piensas ir superándote poco a poco. Luego está la responsabilidad ante el público, más importante que uno mismo; esas personas que confiaban en ti, que iban a verte, sobre todo aquí en mi tierra, que es donde más a gusto me he sentido toreando, pero a la vez con más responsabilidad.

-¿Ha visto llorar a algún toro?

-Sí lo he visto. A los toros se les ve en la cara la bondad. He visto caer las lágrimas de un toro, lágrimas de bondad; fue un toro muy bueno, lo toreé de esas veces que uno se siente a gusto, una faena de esas fenomenales y lo vi llorar, se le caían las lágrimas.

-¿También lloran los toreros?

-También. De satisfacción, de rabia.

-¿Conoce a alguien perfecto?

-Perfecto no hay nadie. Todos tenemos algún defecto. Yo no me considero una persona perfecta.

-¿Cuantos mediocres le han mirado por encima del hombro?

-Eso va en la persona. El que te miren por encima del hombro… Yo nunca lo he hecho ni he querido ser más que nadie. Me siento humilde. Alguna que otra vez es cierto que algún personaje, algún personajillo, sin ser nadie, ha querido dárselas de algo. No hay que hacerle mucho caso.

-¿Hay muchas zancadillas en eso del toro?

-Sí, claro que las hay. En la vida, en todas las profesiones intentan ponerte zancadillas. Esas personas que te las ponen lo hacen por envidia, te ponen trabas para que uno no suba. Si no hubiese envidia nadie pondría trabas a nadie. Al revés, ayudaría a que todas las personas alcanzaran sus metas, porque aquí hay sitio para todos.

-¿Cuando era torero sabía dónde estaban sus límites?

-No. Creo que cuando uno empieza no lo sabe. Quieres tomar la alternativa con un cartel con torero que hayas admirado y respetado y cuando lo has hecho quieres llegar a lo máximo.

-Curro Romero le dio la alternativa. ¿Recuerda qué le dijo?

-Sí, no se me puede olvidar. Me dijo: Rafael, para mi es un orgullo darte la alternativa porque sé que eres buena persona y buen torero y sé que puedes llegar lejos porque tienes cualidades.

-¿A qué huele un quirófano?

-Uf, es un olor desagradable, por lo menos para mí que me pongo malo viendo una jeringuilla. Yo prefiero muchos calmantes antes que una aguja. Seguro que si le preguntas a un cirujano le gustará el olor.

-Volvamos al Quijote, ¿dejar de torear es volverse cuerdo?

-Digamos un poco que sí, que ahora que estoy retirado y llevo una vida tranquila me pongo a veces a pensar y digo: yo no estaba muy bien como para atreverme a ponerme delante de un toro. Valoramos más la profesión cuando nos retiramos. Cuando estás dentro es tal la ilusión y las ganas que tenemos de triunfar que no valoramos el riesgo y el valor que tiene ponerse delante de un toro. Si yo tuviera que ponerme ahora delante de un toro me costaría mucho trabajo. He perdido esa locura.

-¿Tiene animal de compañía?

-Tenía un perro, se murió el animalito y desde entonces no he tenido ni un gorrión siquiera.

-¿Le gusta cocinar?

-No, me gusta comer.

-¿Le gustará el rabo de toro?

-Me encanta, como de todo. La cocina me aburre pero tengo buen saque para comer.

-¿Cuál es la peor mentira que se ha dicho de usted?

-Alguna que otra se ha dicho. Pasa por ser una persona pública. Al principio me costaba asimilarlo pero llega un momento que te acostumbras a que hablen de ti. Al principio me afectaba pero con el tiempo aprendí a no hacerle caso. Una persona pública siempre está expuesta a que digan esto o lo otro, a que inventen. Al final te da igual todo. Al principio me afectaba que hablaran una cosa mía que no era cierto pero no podías ir por ahí diciendo esto es mentira. Al final lo asimilas y ni caso. Sabiendo cómo es uno mismo y tu familia y tus amigos, lo demás me da igual.

-¿Cuál ha sido su peor momento en esta vida?

-La muerte de mi abuelo, la de mi padre. Temas personales.

-¿Sabe lo que es la suerte y qué le diría si la tuviese delante?

-En la vida, la suerte hay que buscarla y después también hay que tener un poco de suerte. Sí, echo en falta haber tenido más cuando era torero.

-¿El toro es para los toreros el Moby Dick, la ballena blanca del capitán Ahab?

-Es una obsesión tan grande que sólo piensas en torear las 24 horas. Vas por la calle, ves una silla, una columna y quieres torearla. No tenemos tiempo de pensar en otra cosa, nos olvidamos del miedo de todo. Solo piensas en salir a triunfar en la plaza. El toro es un animal al que había que hacerle una faena soñada y disfrutar con él. Es una sensación que se vive pero no se puede explicar.

-¿A qué se debe que con el paso del tiempo parece haber cada vez más 'chiquilinistas'?

-Tengo que estar agradecido a la afición de Córdoba. Todavía por la calle se acuerdan de mí, me dicen que quisieran verme torear otra vez. Me siento muy orgulloso de ser torero y de haber nacido en Córdoba.

-Ha cortado orejas en Barcelona. ¿Y ahora qué?

-Creo que hay que tener un respeto. A mí no me gusta el baloncesto pero respeto al aficionado. Debería respetarse esa cultura, esta profesión del toro. El que no le guste, debería tener suficiente con no ir a verlo. No respetan a los demás.

-¿Cómo era el público de Barcelona?

-Era un aficionado bueno. El que va a la plaza es porque le gusta. Le gusta ver el toro y lo respeta.

-¿Quién es su sastre?

-De toros, Fermín. Fuera de los toros no tengo sastre particular pero la ropa es uno de mis hobbies.

-La gente sigue recordando aquellos duelos Finito-Chiquilín.

-Es una cosa increíble. Cada día que pasa más me lo recuerdan. No se ha vuelto a vivir nada igual. El no hay billetes sólo lo pusimos nosotros en la plaza de toros de Córdoba. Los recuerdo con admiración y hace ya 22 años y me lo recuerdan como si hubiese sido ayer. Era una rivalidad muy bonita. Es lo que necesita la ciudad, que salgan dos toreros.

-¿Quién cuidaba de usted cuando era niño?

-Mis padres. Y mis abuelos que vivían en la misma casa.

-¿Y en su trayectoria vital, quién es la persona que le ha influido?

-Fue mi abuelo quien me inculcó lo del toro, el que me llevó a la escuela taurina y mi primo Alfonso González Chiquilín quien me enseñó a coger la muleta. Y como persona, mis padres; mi madre ha sido una persona que siempre me ha guiado y aconsejado muy bien y que nunca se ha equivocado.

-¿Es más feliz ahora o cuando era torero?

-Tanto cuando era torero era feliz como ahora también. Igual. Porque estoy haciendo ahora también lo que me gusta. Pero ahora vivo más relajado.

-Cuando se habla con usted se le ve una paz interior. ¿Hace falta haberse enfrentado a la muerte para tenerla?

-Puede que una vez que te has retirado del mundo del toro y no tienes que jugarte la vida pueda influir. Hay más paz y tranquilidad pero siempre me ha gustado la paz y la tranquilidad.

-¿Qué espera ser de viejo?

-La persona que soy ahora mismo. No pido más.

-Parece que quiere pasar de puntillas por el mundo, aunque usted mismo se calificaba antes de persona pública.

-Sí. Me gusta la tranquilidad. Estuve dos años sin hacer nada cuando me retiré de los toros. Nos tiramos toda la vida de un sitio para otro. Al final no vives a tu familia. Desde los 15 años, viajes, coloquios, corridas… Cuando te retiras el cuerpo te pide una tranquilidad, alejado del bullicio.

-¿No se le ha ocurrido abrir una consulta para dar consejos en vista del clima de tensión que los telediarios transmiten?

-Hay mucha tensión, es cierto. Mi trabajo, el mundo inmobiliario, es una muestra. Se palpa en las personas. La vida hay que tomársela con más tranquilidad. No se consigue nada alterándose. La gente de momento salta. Hay una alteración fuera de lo normal. En la vida se trata de pasarlo lo mejor posible, llevarte los menos malos ratos posibles y llevarte bien con todo el mundo, disfrutar de una conversación.

-Creí que era un artista pero me parece que es un sabio.

-(Silencio).

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