Venganza enquistada
Elektra 2.5 | Crítica de teatro
La ficha
**** Elektra.25. Compañía: Atalaya. Reparto: Silvia Garzón, María Sanz, Lidia Mauqui, Raúl Vera, Emmanuel García, Laura Kriváková, Imasul Rodríguez. Dirección: Ricardo Hiniesta. Fecha: Sábado, 18 de octubre. Lugar: Gran Teatro. 2/3 de entrada.
Un buen puñado de público fiel acudió el pasado sábado al Gran Teatro para recibir a la compañía Atalaya, que sigue celebrando el 40 aniversario de su fundación con la reposición de algunas producciones que la han encumbrado, y entre ellas se encuentra Elektra.
Para quienes se hayan acercado a los textos clásicos, el mito de Elektra representa la incapacidad de continuar la existencia hasta conseguir justicia, o venganza más bien. Ella no descansará hasta que los asesinos de su padre, Agamenón, muerto a manos de Clitemnestra (esposa del rey y madre de Elektra) y su amante Egisto reciban el castigo que merecen. Los años pasarán y el ansia por acabar con ellos permanece intacta hasta que el destino le sonríe con el regreso inesperado de su hermano Orestes, el cual se convertirá en héroe y brazo ejecutor del matricidio que permita restablecer el equilibrio perdido.
Conscientes del cambio que la sociedad ha experimentado a lo largo de estos 25 años, la compañía sevillana realiza una revisión del montaje original aportando mayor complejidad a la trama. Los textos clásicos y contemporáneos de Sófocles, Hugo von Hoffmansthal o Heiner Müller resuenan sobre las tablas con poderío atronador que comulga con una propuesta brillante, meticulosa en el uso de los elementos escenográficos que adquieren significado propio y entran en conversación con el trabajo interpretativo, algo que Ricardo Hiniesta nos acostumbra a ofrecer y cuida al detalle. Gran conocedor que la fortaleza del grupo, potencia cualquier espectáculo, vuelca mayor protagonismo a las escenas corales sin abandonar los pasajes en los que protagonistas deben hacer su trabajo en solitario. Ya sea de una manera u otra, cada integrante del reparto entrega al ciento por cien su cuerpo y voz durante la hora y cuarto que dura la obra para transmitirnos un mensaje que atrapa en todo momento.
Asistir a un espectáculo de Atalaya es una experiencia que toda persona aficionada o no al teatro debería hacer, por lo menos, una vez en la vida. El afán por investigar, fusionar disciplinas escénicas de otras culturas y elaborar un lenguaje propio continúa vigente en su filosofía de vida en el arte. Aplaudimos su recorrido y la animamos a seguir en la lucha.
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