Orquesta de Córdoba | Crítica

Lo trágico y lo alegre

Pablo Rus saluda a los músicos en su entrada al escenario.

Pablo Rus saluda a los músicos en su entrada al escenario. / IMAE Gran Teatro

El quinto concierto de abono de la Orquesta de Córdoba, al que asistimos en su edición del jueves, ofreció, en su primera parte, el estreno de la obra Metaverso III de Ferran Cruixent (1976) y, en la segunda, la monumental Sinfonía n. 5 de Gustav Mahler (1860-1911). Aunque seguramente complicado para la utilería y la organización escénica, quizás hubiera sido interesante nivelar la duración de las dos secciones de la velada incluyendo en la primera, además de la obra de Cruixent, los dos primeros movimientos de Mahler, esto es, la primera parte de la sinfonía. Se hubiera producido, desde luego, una pausa de más de los cinco minutos que el compositor señalaba (indicación que no suele seguirse actualmente) para separar emocionalmente la parte trágica de los dos primeros movimientos del resto de la sinfonía.

También se habría acentuado un guiño quizás percibido por los aficionados a los videojuegos, cuyo mundo sonoro es evocado en parte por Metaverso III de Cruixent. En el clásico del género Warcraft: Orcs & Humans, cuando los humanos pierden la partida, suena un fragmento fúnebre del primer movimiento de la Sinfonía 5 de Mahler.

Las dos obras del concierto comparten una visión, digamos, expresionista de la música. Ambas otorgan al arte un papel redentor. Metaverso III apela a fórmulas de rituales y liturgias para liberarnos de las amenazas de las nuevas tecnologías; y Mahler, con su lenguaje musical agitado y tempestuoso, busca salvarnos de los sentimientos destructivos más ocultos.

Me gustó mucho la obra de Ferran Cruixent. Muestra una asimilación natural y llena de sentido de los recursos de las vanguardias y consigue un interés creciente del oyente mediante procedimientos que normalmente, en otros contextos musicales, el propio oyente rechazaría. Los juegos de armonías, texturas y timbres dejan una sensación de profundidad y de familiaridad sumamente atractivas. Muy logrado el efecto del último movimiento cuando la música navega sobre los sonidos que producen los teléfonos móviles de algunos de los músicos. Sí, teléfonos móviles sonando en el Gran Teatro, esta vez por exigencia del guion.

Me pareció que, tanto la Orquesta de Córdoba como el director Pablo Rus, estuvieron acertadísimos en la ejecución de esta primera pieza de la velada. Un aspecto por mejorar sería la inteligibilidad de los textos recitados.

Más desigual fue la interpretación de la Quinta de Mahler. Junto a momentos muy buenos, hubo otros (especialmente, en la primera parte y muy al final) un poco lastrados por desajustes explicables y justificables, desde luego, por la dificultad extrema de la partitura y por las circunstancias de la propia composición de la orquesta, ampliamente reforzada para la ocasión por miembros de la Orquesta Joven de Córdoba, en un ejercicio académico de muy alto valor.

De lo positivo, que hubo mucho, destacaré el espectacular comienzo de la obra, el Adagietto (sobrio, sin amaneramientos, musical), los soberbios solos de trompa, la percusión … y muchos momentos afortunados en los que el talentoso director Pablo Rus logró que la orquesta transmitiera la esencia pre expresionista de la obra: los bandazos que da la vida entre lo trágico y lo alegre.

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